Documentalistas de la vida en Pontevedra
Emi y Chiño callejean por el centro histórico para inmortalizar la ciudad y compartir sus fotografías en las redes

Chiño Tato con su Nikon de confianza por el centro de Pontevedra. / Gustavo Santos
Gala Dacosta
En el siglo pasado, era habitual ver a los conocidos como “fotógrafos de cajón” en lugares tan emblemáticos como la Alameda de Pontevedra. La gente posaba en sus lugares favoritos del centro de la ciudad y esos retratos quedaban como muestra del paso del tiempo en la ciudad y en las personas. Ahora, algunos artistas como Chiño (Ricardo Tato) y Emi Ramírez se mueven por el casco histórico con la cámara al cuello y buscan instantes. Además, lo hacen por amor al arte mientras siguen con sus otros trabajos.

Emi Ramírez posa con su cámara en la plaza de la Peregrina. / Gustavo Santos
“Pontevedra recobró vida en las calles desde hace unos años”, confiesa Ramírez, cuya cuenta de fotografías es @emiblasphemy. Y es que la Boa Vila es su privilegiado estudio al aire libre. “La generación anterior a la mía se metió en casa con el nacimiento de los videojuegos y la gente ahora está recuperando salir a las calles”.
Este pontevedrés está fascinado con los cambios que ha ido contemplando a lo largo del tiempo en su ciudad natal: “Empecé a fotografiar en la pandemia porque me gustaba captar las reacciones de la gente, las interacciones sociales cambiaron bastante. A la gente le gustó y hasta posan”. Después, le gustó tanto que siguió saliendo con su objetivo, siempre centrado en la fotografía social.
Por su parte, y con algún que otro reparo para retratar a personas sin ser robados (prefiere “cazar” antes que buscar posados), Tato empezó fotografiando la naturaleza, aunque enseguida se inclinó también por el factor humano: “en mi cuenta de Instagram (@chinhotato) puede verse un cambio desde el mes de abril, cuando falleció mi padre. Ahí empecé a sacar fotos por la ciudad y a las personas”. Dice que para él estos paseos fueron “una terapia” e invita a todo el mundo a caminar como él lo hace, especialmente por el río. Otro cambio visible en su trayectoria ha sido pasar de la analógica a la digital.
Son dos de los varios artistas que van disparando en busca de instantáneas para plasmar la vida de los pontevedreses. En verano, aprovechando que las calles están repletas de gente, es cuando más salen a hacer fotografías: “Hay muchos músicos callejeros y la música es mi otra pasión”, señala Ramírez, “y es una de las cosas más bonitas que tenemos en Pontevedra, por eso me gusta sacarlos. En otras ciudades con más coches es difícil oírlos”. También celebra la diversidad de su ciudad, a pesar de que es “un pueblo grande donde nos conocemos todos, pero en el que se nota que hay mucha diversidad”, explica.
Instagram es su lienzo en blanco, que van llenando con escenas cotidianas y no tan cotidianas (ahora que llega la Feira Franca irán con “una cámara en una mano y una cerveza en la otra”, bromean). Su lema es la espontaneidad, dentro de lo posible, y tal y como explica Tato, “una fotografía desde que la persona sabe que va a salir en ella, pierde esencia”.
¿Y cómo se toma la gente los robados? Pues la mayoría de los pontevedreses ya los conoce e incluso posan encantados. “Dentro de unos años, quizás en 2040, en Pontevedra ya no habrá o no se harán cosas que ahora sí y la gente podrá verlas inmortalizadas en las fotos”. De hecho, están pensando en hacer una exposición juntos y creen que podría ser muy interesante para la gente de Pontevedra como documento gráfico de la actualidad. Como señala Emi, dentro de unos años los pontevedreses encontrarán en sus fotografías un pasado con un escenario compartido: las calles.
Sus fotografías favoritas
Contrastes en la Michelena. Ramírez optó por una fotografía en la que puede verse toda la diversidad pontevedresa: “Me gusta porque hay una persona negra, una mujer en silla de ruedas, gente de todas las edades, un perro...”. La imagen de la calle recoge muchos de los cambios que la ciudad ha vivido.

Personas caminando por la cale Michelena / Emi Ramírez
Atardecer sobre el Lérez. "Mucha de mi fotografía es suerte, pero esta la vi”, explica Tato. Le gustó tanto el atarceder en el Burgo que tuvo que inmortalizarlo:al fondo cae la noche, mientras que a través de los reflejos aún hay luz.

Atardecer reflejado en las ventanas de un edificio junto al río / Chiño Tato
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