“Esto es un alivio”, decía la encargada de la clínica Centro Único de Pontevedra, Rebeca Regueiro, al preguntarle acerca de la retirada de la mascarilla obligatoria. El Consejo de Ministros aprobaba este martes el fin de la obligatoriedad de las mascarillas en farmacias, centros sanitarios y residencias, y la medida se hizo efectiva en todo el país desde ayer. Así figuraba en el Boletín Oficial del Estado, que también recogía la finalización de la crisis sanitaria generada por el COVID. Por eso, los pontevedreses acudían al centro de salud Virxe da Peregrina, situado en la Alameda, sin mascarilla después de tres años, aunque alguno tenía esta EPI tan interiorizada que ni siquiera cayó en la cuenta de que no ya era obligatoria.
En las farmacias, sin embargo, reconocen que hace ya días que los clientes empezaron a ir sin mascarilla, e incluso hay quien llevaba meses relajándose: “Es normal, al sacarla del transporte público y al aplicarlo solo en algo menos cotidiano. Ya hasta hay gente que ya no la llevaba encima como antes”, señala Martín Dadín, dueño de la farmacia con el mismo nombre.
“Luego vas a un bar o a cualquier lado y la gente no anda con mascarilla"
La retirada de esta medida de protección frente a los contagios de coronavirus (y de otras enfermedades, sobre todo respiratorias) ha sido cuestionada, pero en términos generales muy bien recibida, y Pontevedra no es la excepción a la norma. “Es cierto que ahora está habiendo un repunte de casos, así que el virus sigue existiendo aunque no sea como antes. A lo mejor hacia el invierno puede estar bien acostumbrarnos a usarla en algunos casos”. Ayer mismo tuvo dos clientes que acudieron a comprar pruebas de coronavirus. Iban protegidos, eso sí, con mascarillas FP2.
Con respecto a la pertinencia de la mascarilla, los farmacéuticos están de acuerdo en que tenía sentido que continuase exigiéndose en sus establecimientos, pero también era una medida contradictoria porque “luego vas a un bar o a cualquier lado y la gente no anda con mascarilla. Aquí entras un momento y sales”, señalaba ayer Roi Estévez, que trabaja en la Farmacia Plaza España. En general, todos apelan a la responsabilidad, aunque indican que “ya venía haciendo falta, aunque tenga su parte de sentido”.
Y la gente, ¿ya llevaba tiempo quejándose de tener que ponerse mascarilla para entrar en estos establecimientos? Roi contesta que avisar de que tenían que llevarla puesta era “el pan de cada día. Era un poco jaleo porque si uno entraba sin mascarilla y otro la llevaba, se podían rebotar”, explica. Desde ayer, “todo el mundo está bien informado y han dejado de traerla puesta”.
Rebeca Regueiro señaló que están “encantadas de poder abrir y trabajar sin la mascarilla, después de tres años estábamos esperando este momento”. Se hacía un poco engorroso trabajar con ella puesta, y a los clientes también les resultaba molesto en muchos casos: “Teníamos que pasar todo el día con la mascarilla puesta y era difícil al final de la jornada, sobe todo porque tenemos algunos equipos que dan mucho calor”. Además, el verano incomodaba más la situación y la utilización de esta medida ya se hacía redundante: “Creemos que hasta ahora hacía falta, pero era el momento de liberarnos”, concluye la jefa de este centro.