Un estudio realizado tras la pandemia a nivel mundial situó a los científicos y agricultores como las profesiones que consideramos más importantes. Es una impresión que comparten las decenas de vecinos de Pontevedra que pasan buena parte de este fin de semana arrancando hierbas, sulfatando y regando en las huertas urbanas.
En 2019 entró en vigor la nueva regulación de estos espacios de cultivo y la Concellería de Medio Ambiente abrió el plazo para solicitar huertas en dos de los espacios urbanos habilitados para ello, en Conde de Bugallal, en A Parda, y el entorno del Mirador, en Monte Porreiro. Dos años después empezaron a funcionar los bancales de Ernesto Caballero; y en los tres casos la demanda superó holgadamente a las parcelas disponibles.
Estas peticiones “continúan siendo crecientes” y “hay lista de espera” en todas las huertas “porque es un servicio que permite cultivar hortalizas frescas sin salir de la ciudad”, reconoce el Concello, una impresión en la que coincide Jesús Santos, uno de los más recientes cultivadores en sumarse a la iniciativa. Esperó durante años para poder disponer de un bancal, que en unas semanas le dará su primera cosecha.
“Empecé con la huerta hace un mes”, explica, “porque me gustan las plantas y ver como crecen los frutos”. Antes de jubilarse fabricaba invernaderos “y veía como los agricultores plantaban. Me maravillaba cuando salían las plantas, es un milagro”.
Utilizan exclusivamente abono elaborado en los composteros y también para hacer frente a los hongos e insectos recurren a medios naturales. Por ejemplo sulfatando con preparados a base de ortiga que ayudan a ahuyentar las plagas.
Tras la larga espera, en cuanto quedó libre un bancal “la gestión fue muy rápida” y después de acondicionar la tierra ha plantado pimiento común, de Padrón, tomates, cebollas, calabacín, hierbas aromáticas y lechugas. Éstas serán previsiblemente las primeras en salir, luego de varias semanas en las que se multiplican los trabajos.
“Es trabajosa”, reconoce el cultivador, “pero como para mi es medio deporte cuando tengo una hora vengo”. Sus compañeros de otras huertas coinciden en que “se necesitan más o menos tres o cuatro horas por semana” para mantener los cultivos en buen estado. Una vez que se han puesto en marcha, el mantenimiento resulta a la larga más sencillo, pero en todo caso siempre regular.
Todos los adjudicatarios de huertos urbanos apuestan por los cultivos naturales. Especialmente, no ocultan su satisfacción con el trabajo de los maestros composteros de la Diputación. Su papel es clave, ya que ayudan a elaborar el abono que utilizan los cultivadores y que es decisivo para la producción de los bancales.
“Los maestros composteros son unos cracks”, explican a FARO los usuarios de los huertos, “nosotros abonamos exclusivamente con compost y, si hace falta, incorporamos otros nutrientes como estiércol de conejo o de caballo”.
También para hacer frente a los hongos e insectos recurren a medios totalmente naturales. Por ejemplo sulfatando en estas fechas con preparados a base de ortiga o cola de caballo que ayudan a ahuyentar las plagas.
¿Cuánto producen los huertos urbanos? Pues muchísimo en comparación con los cultivos ecológicos comerciales. Un grupo de investigadores australianos midió los resultados y comprobó que en los pequeños huertos las cosechas se sitúan en 6 kilogramos por metro cuadrado, exactamente el doble que en las otras producciones biológicas. Lo atribuyen a que estos bancales tienen una mayor densidad y diversidad de plantas por metros de superficie, y a que el policultivo favorece la salud y el rendimiento de las plantas.
Las huertas son espacios de cultivo y además un lugar de socialización y recreo, en los que numerosos vecinos mantienen una vida activa
El compost orgánico es otro de los factores, sumado al clima, al suelo y las horas de trabajo, que están detrás de esta alta producción de los huertos urbanos. La nota negativa: el tratamiento totalmente orgánico y el policultivo multiplican las horas de esfuerzo invertidas.
No obstante, a los cultivadores no parece preocuparles. Y es que las huertas son además un lugar de socialización y recreo, en el que vecinos como Jesús Santos mantienen una vida activa. “Como gimnasia me viene muy bien, antes me costaba poner los calcetines y ahora alcanzo bien los pies”, resume. Y qué decir de cuando llega la cosecha: lo único que impide que griten a los cuatro vientos las (merecidísimas) alabanzas a los tomates es que la agricultura es la profesión del sabio; enseña a los hombres la virtud modesta de la tierra.