De ser encarcelado cinco años de forma injusta a estar protegido por el Estado

Hai Jie Zhang, absuelto por el conocido “crimen de las chinas”, obtiene el asilo en España

Hai Jie, en 2014, cuando se celebró el juicio en su contra por el doble crimen de Pontevedra.   | // G. SANTOS

Hai Jie, en 2014, cuando se celebró el juicio en su contra por el doble crimen de Pontevedra. | // G. SANTOS / Carlos garcía

Pontevedra

El 30 de abril de 2009 se descubrió un macabro hallazgo en un piso de la calle Amado Carballo de Pontevedra. Los cadáveres de dos mujeres de nacionalidad china, Kung Yong y Guang Qu, aparecían en la vivienda que ocupaban en la ciudad del Lérez con evidentes signos de violencia.

La investigación llevó a detener casi seis meses después en Murcia a un ciudadano de esa misma nacionalidad que entonces comenzó a vivir lo que él mismo denominó como un auténtico calvario. Hai Jie Zhang fue condenado inicialmente a 14 años de prisión por la muerte de una sola de las mujeres, en un crimen que dejaba muchas incógnitas abiertas, un claro sospechoso huido en China y demasiados cabos sueltos. Desde su detención, Zhang permaneció en prisión, cinco años en total, insistiendo en su inocencia hasta que el TSXG revisó su caso y concluyó que no había pruebas suficientes para declararlo culpable y lo absolvió.

Con aquella sentencia, Zhang y sus abogados pensaban que al fin se había hecho justicia y que, tras cinco años encarcelado de manera injusta por fin podría recuperar su libertad. No fue así. Sobre Hai Jie Zhang pesaba una orden de expulsión a su país por un delito de falsedad cometido cuando entró en España con documentación falsa. Sin poner un pie en la calle, fue trasladado desde la prisión a un Centro de Internamiento de Extranjeros, un CIE desde el que relató a FARO que las condiciones allí eran incluso peores que las de la propia prisión.

Después de pasar cinco años encarcelado sin motivo, su defensa, liderada por la abogada Patricia Martín Bedate, consideraba que la pena impuesta entonces estaba ya extinguida. A contrarreloj se prepararon los recursos para intentar impedir la extradición a un país, China, en el que se alertaba de que Hai Jie no solo podría sufrir represalias de carácter político, sino también podría verse en peligro por la reacción de los familiares de las dos víctimas con cuya muerte se le relacionó o incluso por el segundo acusado por este crimen, al que señaló en el juicio, y que había logrado huir a su país de origen.

En el último minuto, se logró frenar esa deportación y Zhang recuperó la libertad. Pero la espada de Damocles de una posible expulsión seguía pesando sobre su cabeza. Hace cinco años comenzó el proceso para pedir asilo político en España. Una vez admitida a trámite, logró la llamada tarjeta roja que le permitía residir y trabajar en España de manera temporal hasta que finalice la tramitación de su petición de asilo. Durante este tiempo recompuso su vida y se integró en la sociedad española. Recientemente, acaba de recibir la noticia que tanto aguardaba, se le ha concedido el asilo político en España. Una década en la que Hai Jie Zhang ha pasado de ser un perseguido por la Justicia y recluido injustamente a recibir la protección de la propia administración.

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Desde que sus abogados lograron frenar su repatriación a China y su liberación del centro de internamiento en el que se encontraba retenido, Hai Jie Zhang ha rehecho su vida. Escogió para ello una ciudad catalana, en donde trabaja desde hace ya cinco años de manera estable, de forma regulada y cotizando como cualquier otro ciudadano. La tarjeta roja provisional por la solicitud de asilo autoriza a trabajar legalmente. En cualquier caso, son procesos que hay que ir renovando constantemente y siempre con la incógnita del resultado final. Ahora la resolución es, al fin, definitiva. Este hombre, que insistió en su inocencia incluso cuando fue condenado por la muerte de estas dos compatriotas en Pontevedra, siempre mostró agradecimiento a sus abogados y a los “pocos” que creyeron en él. Y explicaba a FARO que en la cárcel aprendió español y algún que otro refrán. Uno de sus favoritos era: “Dios aprieta pero no ahoga”.

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