Tres testigos vieron al acusado del accidente mortal de Salceda ebrio: “Estaba alcoholizado”

La Guardia Civil reconstruye el accidente en el que perdió la vida una madre y sus dos hijos y responsabiliza al procesado: iba a 128 kilómetros por hora por el carril contrario

Alfredo L. R. en la mañana de ayer en la Audiencia Provincial de Pontevedra. |   // GUSTAVO SANTOS

Alfredo L. R. en la mañana de ayer en la Audiencia Provincial de Pontevedra. | // GUSTAVO SANTOS / Carlos García

“Estaba alcoholizado, entró en el local y, nada más sentarse en una silla, se cayó de ella”. “Estaba ebrio. Se tambaleaba, se cayó al suelo cuando estaba apoyado en una barandilla y le costó un poco levantarse, pero al final lo hizo”. “Hablaba solo, se tropezó con el futbolín y le dio un manotazo, como de rabia”. “Andaba para los lados, no iba inconsciente, iba borracho, se fue a hablar con mi hermana y le dije que la dejara en paz, que era menor, y que si no sabía comportarse que por favor se fuera y se marchó, sin más”.

Estos son los testimonios del dueño de un bar, de un cliente y de la camarera de algunos de los locales de hostelería de la zona de Salceda de Caselas sobre el estado que presentaba Alfredo L. R. en la tarde del 19 de marzo de 2021, horas antes de que, sobre las 22 horas, su coche invadiese el carril contrario de circulación y se empotrase a gran velocidad (128 kilómetros por hora) contra el Citroën C-4 en el que viajaban María Luisa Gondell Soliño y sus dos hijos, Daniela y Beltrán, de 13 y 6 años de edad respectivamente. La madre y los dos menores murieron.

Alfredo L. R. resultó herido grave y permaneció en coma una semana. La prueba de la alcoholemia que se le realizó en una analítica de sangre dio positivo, 2,49 gramos de alcohol, muy por encima de la permitida. Una prueba que se realizó, como se constató ayer en el juicio, garantizando toda la cadena de custodia.

El personal médico del Álvaro Cunqueiro garantizó la cadena de custodia de la prueba de sangre realizada al acusado que dio positivo por alcohol

Alfredo se sentó ayer en el banquillo de los acusados de la Audiencia de Pontevedra acusado de tres homicidios por imprudencia. La Fiscalía ratificó su petición de cinco años de prisión, una pena que para la familia de las tres víctimas es a todas luces insuficiente y que eleva a 9 años de cárcel. La defensa pide la libre absolución o, alternativa, que se le condene a penas mínimas aplicando diversas eximentes o atenuantes, entre ellas la de embriaguez.

Ayer, en el juicio, el testimonio de Alfredo tampoco sirvió para arrojar luz sobre cómo se produjo el trágico accidente. Se limitó a contestar reiteradamente que no lo recuerda. Tampoco asume que se encontrase bajo los efectos del alcohol. Él insiste que apenas tomó una copa, a lo sumo, dos. “No me acuerdo de nada, prácticamente”. Afirma que salió del primer bar en el que estuvo casi toda aquella tarde, el Charangos, en Salceda. “Me tomé un gin tonic y solo sé que salía del bar con un colega para ir a otro local y a partir de ahí ya no recuerdo nada”. “No sabría decir qué pasó, si me hizo mal, si me dio un bajón, no lo sé, puede usted seguir preguntando pero le voy a decir lo mismo, no lo recuerdo”, explicó a la fiscal. Ni tan siquiera dice acordarse de coger el coche antes del accidente: “Nunca bebo y si lo hago no lo llevo”, dijo al tribunal.

Con los tres ocupantes del vehículo contrario fallecidos, esa laguna de memoria la cubrieron los agentes de la Guardia Civil de Tráfico y los especialistas el Equipo de Reconstrucción de Accidentes (ERAT) que investigaron el siniestro. Para ellos no hay dudas. El causante del accidente fue el Renault Megane que conducía Alfredo L. R., a velocidad excesiva y bajo los efectos del alcohol, y que colisionó contra el C-4 en el que iba María Luisa y sus dos hijos que circulaba por su carril correctamente, a una velocidad adecuada y con los cinturones de seguridad y el sistema de retención infantil en uso por parte de las tres víctimas mortales.

De hecho, los expertos del ERAT concluyeron que la mujer, en el último momento, intentó realizar una “maniobra evasiva” al encontrarse al Renault Megane circulando por el carril contrario. Trató de esquivarlo girando a la izquierda, es decir, desviándose hacia el carril contrario, pero fue imposible, dado que calcularon que apenas tuvo un segundo de reacción antes del impacto.

Las defensas trataron de introducir la posibilidad de que el C-4 estuviese pisando la línea continua momentos antes del siniestro. Los agentes lo rechazaron, explicaron esta situación del coche en el último momento del impacto se debió a esta maniobra evasiva que intentó sin éxito la mujer. Señalaron, además, que era la vía de escape con más espacio dado que el coche que conducía el acusado venía tan desviado por el carril contrario que impactó frontolateralmente contra el C-4 por el lado del acompañante, de ahí que la conductora hubiera intentado desviar su coche hacia la izquierda y no al arcén.

Consideran que desde el punto de vista reglamentario y de tráfico, nada hay que reprochar a la conductora fallecida, ni se le podría exigir más para evitar el accidente.

La Guardia Civil también realizó su propia reconstrucción de las horas previas del acusado la tarde del accidente. Los testimonios recogidos hablan de Alfredo “bastante influenciado” por la ingesta de alcohol. Tan solo el dueño del primer bar al que acudió y el amigo que lo acompañaba en este primer local y en un segundo aseguran que lo vieron normal tras consumir dos gin tonics y unacerveza. El juicio finalizará hoy con la lectura de los informes de las partes.

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La acusación particular citó a declarar como testigos a los familiares directos de los tres fallecidos en el accidente. El objetivo, mostrar al tribunal el daño irraparable causado como consecuencia de aquel siniestro que segó las vidas de María Luisa, de 39 años, y de sus dos hijos de 13 y 6 años. El marido y padre de los fallecidos, Jesús Francos, fue el primero en comparecer. Explicó los notables perjuicios morales y económicos que sufrió a raíz del accidente. El estado depresivo que sufrió le obligó a marcharse de España por el “miedo” a tener que hablar de lo sucedido con algún conocido. No se permitió ni leer los medios, ni hablar nunca del siniestro: “No soy capaz”. “Lo he perdido todo, he perdido mi vida, a mi mujer, a mis hijos”, explicó al tribunal, “he perdido mi ilusión por vivir”, aseguró. Su mujer era el sostén de las tres empresas ligadas al negocio de la panadería de la que él representaban ya el cuarto escalón generacional en su familia. Los dos habían logrado forjar un negocio de éxito, especialmente gracias al empuje de María Luisa. El estado de depresión en el que entró Jesús Francos tras lo sucedido le llevó a “malvender” estos negocios, tal y como explicó un asesor fiscal en el juicio. La intención era “vender rápido”, antes de que la situación que atravesaba Jesús tras la pérdida de su mujer e hijos en este accidente le hiciese llevar la “empresa a pique”. “Faltábamos mi mujer y yo, lo más importante”, indicó. En el momento del accidente, ambos estaban construyendo también una gran casa para mudarse del piso en el que residían y poder recibir allí a toda la familia. Esa casa ahora permanece vacía. Es como un “mausoleo” en el que cada estancia le recuerda a la familia a los tres fallecidos. Una vivienda que era un proyecto “muy personal” de María Luisa y que estaba casi acabada cuando falleció, pero que ni ella ni sus dos hijos pudieron llegar a estrenar.

“Esta persona aún no ha dicho un lo siento, solo se quiere librar”

El padre y hermanos de María Luisa también explicaron las devastadoras consecuencias para una familia de un suceso como este. Su hermano, Ricardo Gondell, al terminar la primera sesión del juicio reiteró su opinión de que la petición de cinco años que realiza la Fiscalía le sigue pareciendo escasa: “Llevamos un año temiendo una condena pequeña que aún encima aumente nuestra situación de rabia e impotencia”. “Sabíamos que la Fiscalía pedía cinco años de prisión, lo que nos parece de risa con tres fallecidos. Tres fallecidos son muchos en una causa por alcohol, con 2, 49 en sangre”, reprochó. Ricardo Gondell aseguró que hay casos similares en España con sentencias del Supremo con un único fallecido en los que las penas se elevaron a 10 años o más incluso. Tampoco perciben arrepentimiento en el acusado: “No hemos escuchado en ningún momento ni un lo siento de este señor y eso nos destruye, no asume nada y tan solo se quiere librar”.

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