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El voraz picudo rojo gana la guerra por salvar las palmeras

Los concellos se afanan por salvar las más emblemáticas pero ya se calcula que el insecto devoró el 90% de los ejemplares de la provincia

Tratamiento contra el picudo en el parque de las Palmeras en Pontevedra. GUSTAVO SANTOS

¿Verán las futuras generaciones lugares emblemáticos como el Parque de las Palmeras de Pontevedra y Caldas de la misma manera que los vemos actualmente? ¿O echarán en falta precisamente a estas plantas que les dan nombre? La directora de la Estación Fitopatolóxica de Areeiro, Carmen Salinero no descarta que algunos de estos parques puedan salvarse, pero reconoce que ve “muy difícil” que se pueda conseguir mantener con vida las escasas poblaciones de palmera canaria (phoenix canariensis) ante el inexorable avance del voraz picudo rojo.

Las últimas palmeras emblemáticas en caer, a pesar del tratamiento aplicado por el Concello, son las que estaban ubicadas en el paseo de la playa Panadeira de Sanxenxo. Salinero teme que, pese al esfuerzo económico de los concellos, no sean las últimas: “Hay tratamientos bastante eficaces pero lo cierto es que, a pesar de ello, estos no son efectivos al 100%” y muchas veces el insecto acaba de igual forma por devorar la palmera".

En términos bélicos, tan de moda por desgracia últimamente, hace tiempo que la guerra contra el picudo rojo está perdida en Pontevedra y en toda Galicia. Desde que se detectó el primer caso a principios de 2013 en Gondomar, el avance del insecto fue imparable. El acta de rendición ante el picudo rojo se firmó en Bruselas ya hace cuatro años, en octubre de 2018, cuando la Unión Europea dejó de aplicar las medidas de cuarentena hacia el insecto al entender que se había desbordado y había que considerarlo ya una plaga endémica.

“Hay tratamientos bastante eficaces pero lo cierto es que, a pesar de ello, estos no son efectivos al 100%” y muchas veces el insecto acaba de igual forma por devorar la palmera"

Carmen Salinero - Directora de la Estación Fitopatolóxica de Areeiro

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“Desde entonces ya no existe obligación de cortar y retirar los restos de la palmera y enterrarlos a una profundidad de cinco metros”, explica Salinero, por lo que lo que se suele es retirar las ramas o, mejor dicho, estirpes, de la planta, quedando solo el tronco a la vista. Es ya una imagen habitual en toda la provincia ver los troncos las palmeras devoradas por el picudo.

El problema, explica Salinero, es que dentro de ese tronco “sigue habiendo vida”. Los insectos continúan alimentándose y criando “de tal forma que pueden llegar a criar hasta cuatro generaciones al año que siguen extendiéndose” y buscando comida. A lo largo de los últimos 9 años la playa está ya completamente extendida por todo el sur de Galicia y afectando ya de manera importante la norte de la comunidad. La directora de Areeiro calcula que probablemente en torno al 90% de la población de palmera “phoenix canariensis” haya desaparecido en la provincia de Pontevedra. Las que quedan son gracias a los enormes esfuerzos financieros de los Concellos para salvaguardar algunos de sus poblaciones más emblemáticas. En Vilagarcía ya han devorado las que adornaban la entrada el consistorio o el paseo marítimo del parque de O Centenario y en Caldas se ha detectado su presencia en el emblemático parque de Las Palmeras.

El gasto estimado de tratamiento por palmera es de unos 400 euros

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Otra de las problemáticas es la seguridad en los parques. Las estirpes (ramas) de las palmeras son muy pesadas y se deben podar para evitar que su caída cause daños a la población. Estas podas atraen al insecto que encuentra una vía para colonizar la planta.

A pesar de que se han utilizado incluso drones para vigilar estos ejemplares en la villa termal y a que se están gastando una auténtica fortuna en tratamientos para ahuyentar al insecto, Salinero cree que es probable que el bicho acabe por eliminar estas palmeras. Lo que sí tiene claro es que erradicar el picudo es casi imposible. Al menos mientras tenga comida. Y también se mantiene la incógnita sobre qué pasará una vez que estos coleópteros acaben con su menú favorito, la palmera canaria, dado que podrían atacar otras especies similares compuestas también por fibra y no madera que por ahora parece que permanecen a salvo. Los Concellos siguen batallando para salvar estos reductos tan emblemáticos, pero la labor va a ser ardua y costosa y sin que el éxito esté garantizado.

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