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Lourizán conserva y mejora genéticamente cientos de especies esenciales frente al cambio climático

El Centro de Investigación Forestal es una de las mayores muestras de biodiversidad a nivel nacional y desarrolla un programa para mejorar la resistencia de especies determinantes en Galicia, como el pino, el castaño, el cerezo y el carballo

El director del CIF de Lourizán en uno de los bancos de germoplasma con clones de abeto de Douglas. Rafa Vázquez

Mejorar las especies hasta llegar a individuos más resistentes a enfermedades y con mayor capacidad de adaptación a contextos como el cambio climático y las épocas de sequía es el objetivo principal del departamento de mejora genética y selvícola del Centro de Investigación Forestal de Lourizán. El pazo y su entorno es una de las mayores muestras de biodiversidad de Galicia y España, con más de 900 especies diferentes (sobre todo de árboles y arbustos) reunidas en su arboreto y jardín botánico, creado en 1949, y desde principios del año 2000 con los bancos clonales y de semillas, en los que se trabaja con alrededor de medio millar de especies.

“Tenemos una serie de programas de mejora genética dedicados a las especies que se consideran más importantes para Galicia”, explica el director del CIF de Lourizán, Enrique Martínez. Se refiere al pino del país (pino pinaster), al pino radiata, al castaño, al cerezo y al carballo. Con respecto a este último, las investigaciones empezaron hace poco. Pero a esto hay que añadir los bancos clonales de coníferas, con 171 clones de secuoya sempervirens y 61 de giganteum, 81 clones de cryptomeria japónica y 194 clones del abeto de Douglas; el arboreto Reinfforce, en el que están representadas 38 especies de hasta siete procedencias diferentes para estudiar su adaptación al cambio climático; un banco de semillas con casi 300 especies y un herbario con más de 45.000 pliegos.

“Se busca elegir poco a poco los mejores individuos. Se van buscando en el territorio sobre todo por características físicas, que sea de gran tamaño, volumen, con ciertos caracteres de crecimiento, poca rama, rectitud del árbol… La misión es dar de alta material genético superior, no solo en cuanto a sus características físicas y de crecimiento, sino también en el sentido de resistir enfermedades, y también se trata de garantizar que sus progenies guarden esos genes mejorados”, apunta.

Martínez relata que estos programas “se iniciaron en torno a la década de los 50 y se desarrollaron a partir de los 80” . Arrancaron con la selección de unas poblaciones iniciales (con más de un centenar de árboles cada una), “bien en semillas o en diferentes parcelas, y gracias a ello podemos jugar con ellas para ver cuáles son resistentes a enfermedades y cuales se adaptan mejor a cambios de clima, etcétera”.

El director de Lourizán aporta ejemplos como la avispilla, procedente de Asia, que afecta al castaño y, especialmente, el nematodo que afecta al pino y que, entre otras cosas, ha llevado a Portugal a una cuarentena, “no puede exportar madera de pino que no sea tratada contra este gusano”. En este sentido, apunta que especies como la cryptomeria japónica o la secuoya sempervirens son resistentes al nematodo. “Hace poco nos dieron de alta unas familias de árboles cuyos descendientes eran más resistentes al nematodo que otros. Nos permite ver que en una población que ya era de por sí una base genética importante, unos árboles que, a lo mejor no son los que más crecen, sí son los que resisten una enfermedad. La idea es buscar individuos superiores”, explica.

En este sentido, Enrique Martínez señala que “los mejoradores genéticos forestales trabajan cada vez más en introducir caracteres de resistencia a la sequía, a las heladas… y gracias a que tenemos conservadas esas poblaciones, bien en bancos de semillas o bien en colecciones al aire libre o en invernadero, podemos hacerlo”.

Así, explica que “cuando das con algo que ya se considera suficientemente interesante, se da de alta ese material a nivel nacional y europeo. Nosotros llegamos a dar clones de castaño o de cerezo. Esto lo examinan y es el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (Miteco) el que lo da de alta como material forestal de reproducción. A partir de ahí se conserva y se pone en el mercado y quien quiera lo puede recoger y reproducirlo para plantaciones. Nosotros nos quedamos con ese clon y con todos los que parece que ahora no sirven, pero que en cualquier momento pueden ser útiles, nunca se sabe cuál es la piedra angular”.

Algunas de las semillas que se conservan en frigoríficos en Lourizán. | // R. V.

Un banco de semillas con especies de todo el mundo

El Centro de Investigación Forestal de Lourizán conserva en varias cámaras frigoríficas casi 300 semillas de especies de todo el mundo. Tal y como explica su director, se trata de semillas “ortodoxas, cuya congelación no les hace perder su capacidad de germinar, si se hace a la temperatura y humedad requerida”.

Es el caso de las 127 semillas de pino del país, de procedencia extranjera (Portugal, Francia, Marruecos…) y nacional (Pontevedra, Valencia, Murcia, Soria, Ciudad Real, Cuenca, Segovia, Ávila…), y de otras 89 de pino radiata, así como de otros tipos de pino, eucalipto, abeto y otras coníferas.

“Tal y como está el cambio climático, no me cabe duda de que la conservación de semillas forestales a nivel mundial, como se hace con las agroalimentarias en las bóvedas de Svalbard (Noruega), se va a tener que hacer. Y también para evitar plagas por enfermedades”, apunta Enrique Martínez.

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