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Ropa de calidad y diferente y objetos con personalidad

Las tiendas vintage ganan terrero como opción para clientes que buscan piezas “con alma” y apuestan por reutilizar y reciclar

Las camisetas deportivas figuran entre los productos más demandados en Vintage Village. RAFA VAZQUEZ

Ropa diferente, con buenos cortes y materiales de calidad. U objetos con personalidad, como aquel teléfono de rueda o las cajas de gallegas de los desayunos de los 70. Cada vez más los clientes se fijan en las especiales características de los productos vintage, estrellas de varias de las tiendas de la Boa Vila.

María Jácome cumple este mes 9 años al frente de Vintage Village. El balance de esta andadura es “muy positivo”, explica, “una amiga me decía que una vez que cumples los 5 años has pasado la barrera, como que ya no tienes tantos miedos”, de modo que hoy cuenta con una clientela consolidada que busca especialmente las chaquetas de chandal, camisetas de fútbol, camisas estampadas y vaqueros Levi´s, los productos con más tirón.

El 70% de su clientela son adolescentes y jóvenes entre 16 años y la treintena, que busca mayoritariamente ropa deportiva y camisas de la década de los 80 y 90. En el restante 80% hay “un poco de todo, personas de distintas edades” que han pasado de ser reticentes a incondicionales de las prendas vintage.

“El negocio va en escalada hacia arriba, pero lentamente, a pequeños pasitos”, resume María Jácome. Lo que más le ha costado vender son los vestidos “porque a la gente le cuesta, los ve tan antiguos que piensa que tendrá una imagen disfrazada y no, les digo que lo pongan con unos tenis, unas botas o una cazadora de cuero para darle un cambio total. Entonces sí que veo que las mujeres casi el 80% acaban repitiendo vestidos, ven que están superbién cortados, que cada vez que lo ponen les dicen que van diferentes, que son distintas, que la calidad es increíble... Es lo que noto que la gente aprecia más”.

“El negocio va en escalada hacia arriba, pero lentamente, a pequeños pasitos”, resume María Jácome, al frente de Vintage Village. Lo que más le ha costado vender son los vestidos pero casi el 80% de las clientas acaba repitiendo

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Con los vestidos, son los abrigos los que más elogios despiertan, porque la gente se dice “llevo un abrigo de cachemira 100% por 50 o 60 euros que me ha salido, es una maravilla, está super bien cortado y voy diferente”, señala la responsable de esta tienda ubicada en el número 3 de la calle Santa Clara donde también aconsejan como reconvertir las prendas, por ejemplo con cambios de cuellos, para actualizarlas. Como resultado, María Jácome tiene hoy “una clientela muy regular, tengo una señora que viene 3 veces al mes y me dice que ya solo viste de aquí, porque va tan divina…”.

Los modelos de teléfono de rueda triunfan en Arte Decor. | // RAFA VÁZQUEZ

En el número 9 de una arteria del centro histórico, la calle Sarmiento, ha abierto hace solo un mes Arte Decor. Carlos Alberto Veiga explica que “ya mi padre tuvo negocios en Pontevedra, por ejemplo uno en Lérez. Yo había hecho otros estudios pero decidí continuar con el negocio porque he estado desde pequeñito ayudándole”.

El joven profesional es otro de los que constata que “cada vez hay más interés” por las piezas vintage. “La gente se suele interesar bastante por estas cosas, y además mi padre tiene clientes de hace bastantes años que ahora también vienen aquí a comprar”, señala el joven profesional.

“Cada vez hay más interés” por las piezas vintage, constata Carlos Alberto Veiga, que hace un mes abrió en la calle Sarmiento Arte Decor

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En su tienda hay estrellas como los modelos Heraldo de teléfonos fijos, pero s myores “hay un poco de todo”, explica, “en general todas las piezas se suelen vender bien”. Tras estudiar un ciclo de Hostelería, “decidí que me apetecía continuar con el negocio de mi padre”, explica antes de reconocer su satisfacción por la acogida en estas primeras semanas. “A la gente le gusta bastante” su oferta, señala y “la tienda está en buena zona, con lo que siempre entra la gente preguntando cosas. Estoy contento aquí, se vende bastante bien” y a los clientes “le gusta lo que tenemos”.

Las piezas a la venta proceden en la mayor parte de los casos de casas que se cierran o reforman. “La gente nos llama y nosotros acudimos a recoger lo que nos digan”, precisa Carlos Alberto Veiga. En estos vaciados de pisos no faltan las sorpresas: “Siempre se encuentran cosas interesantes. Y lo que no nos sirve lo reciclamos y si tiene algún defecto lo solemos arreglar para reaprovecharlo”.

Es otro aspecto que también valoran los clientes, el alargar el ciclo de uso de los objetos, reutilizando y reciclando, disminuyendo los altos índices de contaminación que enfrentamos. Por ejemplo, se ahorran 25 kg de CO2 por cada kilo de ropa vintage a la que se le da otra oportunidad.

Mercedes Escauriaza en Lagaca, que fue pionera en el vintage de lujo y hoy se ha reorientado a las artesanía y colecciones de autor. RAFA VAZQUEZ

Las prendas vintage de lujo fueron el primer proyecto de Lagasca, impulsado por dos Mercedes, Mercedes Escauriaza y Mercedes García-Nieto, madre e hija, que en sus redes sociales (los clientes pueden conocer su historia haciendo uso del código QR del escaparate) explican que desde siempre han sido “amantes de lo bello y de contar historias a través de los objetos y las vivencias de las personas”.

Antes de su actual local, ocuparon otro coqueto bajo en la calle Sarmiento. Destacan que en aquel momento “el vintage era un concepto muy europeo y, quizás entonces, muy poco pontevedrés, por lo que a lo largo de los años fuimos puliéndolo mucho para que Lagasca pudiera seguir navegando”.

Lagasca fue pionera hace 9 años en el vintage de lujo. Sus responsables destacan que en aquel momento “el vintage era un concepto muy europeo y, quizás entonces, muy poco pontevedrés". Hoy han reconvertido su actividad a la artesanía y colecciones de autor

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Del vintage exclusivo con el que arrancaron (con marcas de referencia como Chanel o Dior) han pasado en los últimos años a una apuesta por el diseño y la tradición artesanal. Colaboran con artesanas gallegas y hacen colecciones con tiradas muy limitadas y prêt-à-portet.

“Nos fuimos cambiando por la demanda de nuestros clientes”, explica Mercedes Escauriaza, “seguimos creyendo en el vintage pero en Pontevedra resulta muy difícil de mantener”.

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