La parroquia de San José de Campolongo necesita benefactores para cubrir los 172.000 euros que le restan para completar el presupuesto necesario para las obras de la cubierta del templo, que ascienden a 315.000 euros. Por el momento, ha logrado reunir 143.000 euros, entre donativos de los feligreses, fondos parroquiales, la venta de una plaza de garaje y una aportación de 30.000 euros del Arzobispado de Santiago.
Los trabajos comenzaron ayer lunes y no afectarán al culto ni los actos religiosos en el templo, tal y como confirma el párroco, Casimiro Fernández. “Se acotará una zona de seguridad en el interior del edificio y se mantendrán todos los horarios habituales”, afirma a FARO.
Se muestra muy agradecido con los donativos recibidos hasta el momento, pero indica que todavía les falta más de la mitad del presupuesto total, que sufrió un importante incremento “por la subida de los precios de los materiales”.
La subida de precios de los materiales también afecta a esta obra
La obra se inicia con el desmontaje de la actual cubierta de uralita y teja, con todos los accesorios y remates para realizar una nueva cobertura con paneles sándwich de chapas de acero y aislamiento térmico en su interior.
Se renovarán los dos canalones que recorren el techo de la iglesia desde el altar hasta los torreones rematados con sendos campanarios, de tal modo que, con el nuevo diseño se garantice una mayor capacidad de recogida, almacenamiento y evacuación de agua de lluvia.
Y es que con la actual cubierta hay numerosas infiltraciones que generan desperfectos también en el interior del edificio y afectan al normal funcionamiento de la iglesias. Por ello dentro se completará la obra con un falso techo de panel acústico autoportante de lana de roca instalada con perfilería vista, colgada de la estructura existente. El acabado será similar al anterior falso techo y con alta absorción acústica.
“Las entradas de agua de lluvia en el interior de la iglesia son una pesada carga que es necesario eliminar”, afirma el párroco
“Es de todos sabido que cada vez que llueve se causan molestias a los feligreses, se impide el uso de algunos bancos, con el pavimento mojado aumenta el riesgo de caídas, se proyecta una imagen poco cuidada del templo, requiere del esfuerzo y trabajo de muchas personas para paliar estos efectos y, además, provoca el envejecimiento prematuro del inmueble”, resume Casimiro Fernández, que concluye afirmando que “las entradas de agua de lluvia en el interior de la iglesia son una pesada carga que es necesario eliminar”.
