Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Antonio Felpeto | Periodista

Tres cuartos de siglo velando por la educación inclusiva

Antonio Felpeto, usuario del Colegio Santiago Apóstol de la Once, analiza en un trabajo periodístico el legado que dejó el centro

Centro de Recursos Educativos (CRE) de Galicia, en Pontevedra. | // GUSTAVO SANTOS

La curiosidad y la búsqueda de conocimientos llevaron a Antonio Felpeto, estudiante de Periodismo con falta de visión, a relatar en su trabajo de final de grado, La crónica vivida, la historia de un lugar que conoce muy bien: el Colegio Santiago Apóstol de la Once en Pontevedra.

Una institución que, en el momento de su investigación, cumplía 75 años desde su inauguración. La efeméride sirvió para que Felpeto elaborase un trabajo en el que no solo recordase sus estancias ocasionales allí como estudiante, sino también los motivos de su apertura y su cierre como tal en 2001, con ayuda de testimonios expertos con décadas a sus espaldas trabajando en el centro.

Todo ello le sirvió para hacer un análisis de cómo se ha producido una evolución de la educación en el ámbito de las personas ciegas durante el siglo XX.

“La idea surgió de un reportaje que hice en 2017 sobre el centro, titulado La vejez de un colegio”, comenta Felpeto, que llegó a ese concepto animado por su tutor, Fermín Galindo.

“Inicialmente iba a ser un trabajo sobre el tratamiento de la dependencia en medios de comunicación, pero acabó siendo un reportaje sobre los porqués de la apertura y cierre del colegio”, señala.

“La idea surgió de un reportaje que hice en 2017 sobre el centro, titulado La vejez de un colegio”

decoration

Y es que el Colegio Santiago Apóstol llegó a ser una institución de la que dependían hasta 400 alumnos en régimen interno, en el que fue el segundo de los cinco primeros inmuebles de este tipo que la Once dedicó en todo el territorio nacional a la formación de personas con discapacidades visuales.

La clausura del colegio, que estuvo operativo entre 1943 y 2001 para dar paso únicamente a la función de CRE (Centro de Recursos Educativos), tuvo, según Felpeto, dos cuestiones principales.

La primera de ellas fue la igualdad de posibilidades para personas ciegas y el aumento en el número de profesores de educación integrada, el cual vivió un boom entre los años 80 y 90.

A ello, el investigador concluye que se le sumó el “cambio de paradigma” producido por la aparición de las nuevas tecnologías, que facilitaron elementos como la enseñanza a distancia.

Sin embargo, el cese de esa actividad como tal también generó ciertas problemáticas, transmitidas a este investigador por trabajadores del propio centro.

“Con el cierre del colegio, las personas sordociegas se tuvieron que ir a instituciones especializadas en Madrid o recurrir a centros no tan preparados”, detalla.

“Viví buenas experiencias y muchas anécdotas allí”

Tres cuartos de siglo velando por la educación inclusiva

Inicios difíciles

Su trabajo académico también rememora las vicisitudes que el Colegio Santiago Apóstol vivió en sus inicios a mediados de siglo, con el testimonio del actual director del Centro de Recursos Educativos, José Ángel Abraldes.

“Inicialmente era sólo formación básica, ya que la Once era una entidad muy pobre, por lo que los servicios eran muy deficientes. Se comenzó dando servicios educativos muy básicos. Se funda en un entorno de posguerra, con una alteración importantísima de las oportunidades en España”, recuerda Abraldes en una entrevista realizada en el marco de esta investigación.

En ese aspecto, Felpeto recuerda cómo los materiales educativos que se empleaban en esa primera etapa del centro educativo eran poco más que primitivos, y muchos de los alimentos que se utilizaban provenían de la huerta y el corral del propio colegio.

“Los recursos didácticos eran escasos: en muchos casos los textos eran manuscritos por los propios profesores, y el resto de las necesidades se cubrían de forma artesanal. Era común encontrar pautas (instrumento de escritura Braille) y punzones diferentes o mapas realizados con palillos”, relata.

Sin embargo, el autor ubica en los años 70 –cuando el colegio Santiago Apóstol roza las tres décadas de historia– el momento en el que se produce un giro radical en la educación que allí se imparte.

“Los recursos didácticos eran escasos: en muchos casos los textos eran manuscritos por los propios profesores, y el resto de las necesidades se cubrían de forma artesana”

decoration

Las Hermanas de la Caridad, presentes desde su fundación, abandonan el colegio y la Ley General de Educación de 1970 posibilita la creación de unidades de educación especial en los centros docentes de régimen ordinario “cuando sea posible”.

Esta medida, en su opinión, “remueve los cimientos del colegio” y es un cambio total “en la forma de pensar, donde el ciego tiene que ser educado por la Once y en la Once”.

En su caso, nunca fue interno a tiempo completo del centro, pero sí que guarda buenos recuerdos de su etapa en el colegio.

“Yo no fui interno, fui usuario del servicio de atención especializada transitoria, una especie de refuerzo académico que ahora se llama escolarización combinada compartida. Viví buenos momentos en aquel colegio. Anécdotas, muchas”, recuerda entre risas.

Entre sus objetivos tras la presentación del trabajo está el de seguir indagando en asuntos relacionados con su experiencia, como el uso de sistemas alternativos al Braille para la lectura o los modelos de educación actuales y su inclusión.

Compartir el artículo

stats