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Santa Clara, ávida por desvelar sus secretos

Intacto tras casi ocho siglos de clausura, el recinto se ha revelado en apenas una semana de excavaciones como una joya arqueológica tras descubrir hallazgos que cambiarán la idea inicial de como evolucionó el convento

Un pavimento hallado en el jardín indica la presencia de construcciones antiguas en una zona que se creía de huerta o monte. Podría ser un claustro secundario.

Durante 750 años el convento de Santa Clara se mantuvo mudo. Testigo de todos los cambios que se iban produciendo en el propio recinto, viendo pasar las vidas de las clarisas, observando el desarrollo de una ciudad que crecía en su entorno al mismo tiempo que él recinto se iba transformando sin que la clausura de las monjas dejase escapar apenas algún secreto.

Un muro hallado dentro del edificio del siglo XVIII puede pertenecer a una construcción más antigua y dar información sobre la antigua configuración del convento.

Tras la compra del convento por parte del Concello de Pontevedra, Santa Clara parece ávida, impaciente por contar esa historia que mantuvo callada durante casi ocho siglos. Se le pregunta y el monumento responde con miles de respuestas en forma de muros, marcas o cerámicas que a su vez abren nuevas incógnitas. Y es que el idioma en el que Santa Clara nos cuenta su historia necesita de unos traductores. En este caso, son un equipo multidisciplinar de unas 36 personas formadas por arqueólogos, documentalistas, grafólogos, forenses, antropólogos, restauradores... que están ahora mismo trabajando al unísono para recomponer su historia.

Los investigadores lograron situar un antiguo refectorio del convento con una ornacina que podría ser la que se describe en documentos del Museo y que cobijaba una imagen de San Benito.

Los investigadores lograron situar un antiguo refectorio del convento con una ornacina que podría ser la que se describe en documentos del Museo y que cobijaba una imagen de San Benito. Carlos García

La impaciencia de Santa Clara por revelar su pasado a los pontevedreses se ve reflejado en la enorme cantidad de vestigios que se han encontrado en apenas una semana de excavaciones e investigación. En estos siete días se han catalogado ya más de dos mil piezas de interés, en su mayor parte cerámica, pero también monedas, que permite ya catalogar elementos de entre el siglo XIV y el XX.

El arqueólogo de la Diputación con alguna de las dos mil piezas localizadas ya en las excavaciones, algunas permitirán vincular lazos comerciales de Pontevedra en la Edad Media con países europeos o incluso China.

“Suponíamos que iban a aparecer muchas cosas, lo que no esperábamos es que en cada sitio que abrimos aparezca algo”, indicaba sorprendido ayer el vicepresidente de la Diputación, César Mosquera. Y es que de las 68 catas que está previsto realizar, apenas se han abierto “entre seis o siete” con estos apabullantes resultados.

Una moneda hallada en las excavaciones, en este caso un maravedí de Carlos II.

Elementos, además, en los que Santa Clara nos empieza a descubrir un primer relato que ya parece claro y es que en su origen fue muy distinto a como es ahora. El director del Museo, José Manuel Rey, explicó que las catas demuestran que “Santa Clara no fue un espacio monolítico, sino que las transformaciones en estos ocho siglos fueron grandes y ahora nos permitirán definir en la medida de lo posible las distintas fases constructivas”. Los distintos hallazgos que se van encontrando “nos están ya haciendo cambiar la idea inicial de cómo pudo evolucionar el convento”, explicó Rey.

En la zona del jardín, próxima al actual muro de Barcelos, hay una puerta que se especula que podría ser una antigua entrada al convento.

Uno de los hallazgos que más sorpresa causó a los investigadores, como explica Rafael Rodríguez, arqueólogo de la Diputación, es la localización de un pavimento al lado del cementerio del convento. En un sorprendente estado de conservación, parece formar parte de un patio o de un claustro, algo que todavía está por determinar o datar. Lo que sí deja claro es que se trataba de una zona construida en el pasado (hoy ocupa una zona de bosque en el recinto de Santa Clara) y podría dar mucha información sobre la configuración inicial del convento o de la construcción a la que perteneciese. Y es que su orientación no casa con la actual configuración de los edificios más modernos.

Santa Clara también está empezando a contar historias relacionadas con el agua y la ciudad. Lo hace a través de la aparición de una canalización cuyo uso se va a investigar más en profundidad. Probablemente vinculada a las minas y manantiales de la zona, el objetivo es saber si abastecía solo al convento o también a otros barrios.

José Manuel Rey: “Santa Clara no fue un espacio monolítico, sino que las transformaciones en estos ocho siglos fueron grandes y ahora nos permitirán definir en la medida de lo posible las distintas fases constructivas”

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En el interior del edificio del siglo XVIII las excavaciones también permitieron localizar una construcción (la apariencia es la de un muro) que está separado unos 50 centímetros escasos de la pared de cierre del convento actual y que podría corresponderse con una edificación anterior, todavía por datar.

Santa Clara tiene tantas ganas de contar su historia que a veces ésta se aparece a los investigadores sin tan siquiera excavar. Simplemente con la limpieza en profundidad de algunas estancias. Esto pasó con uno de los recintos que en los últimos tiempos se utilizaron como cuadras y que los expertos identificaron como un antiguo refectorio (lugar destacado del convento para la comida y reuniones de las monjas). Allí se conservan todavía pinturas murales en las que trabajan las restauradoras y que todavía hay que datar, pero que podrían retrotraerse al siglo XV o inicios del XVI.

Este refectorio es otra de las grandes sorpresas para los expertos, pues pensaban que esta zona, más próxima hacia Barcelos, podría ser una ampliación posterior del núcleo principal. Sin embargo, ahora creen que puede ser incluso más antigua. El enlosado es muy parecido al que se encontró también en el exterior del recinto pero, insisten, toda esta información habrá que cotejarla y datarla. Sí que es verdad que esta estancia puede ser la descrita en una documentación que guarda el Museo en el archivo de Casto Sampedro en la que se habla de una estancia con una ornacina que albergaba una imagen de San Benito “al lado de la cocina”, como era este refectorio, y en la que se podían ver restos de pinturas murales. Esta habitación cuenta con estos elementos, una ornacina ahora vacía con restos de pinturas que todavía se aprecian en la habitación reconvertida en cuadra.

En una de las catas ha aparecido una canalización para el agua cuya finalidad será investigada.

Los hallazgos se producen de manera tan rápida que ayer mismo aparecieron las primeras tumbas que se preveía encontrar en el claustro principal. Tanto el análisis forense de los restos como las catas arqueológicas en la huerta permitirán conocer aspectos como los cultivos y la alimentación de las monjas.

En el claustro han aparecido ya las primeras tumbas.

Entre los restos hallados hay cerámicas de origen alemán, inglés e incluso chino que permitirían afianzar la teoría acerca de la gran relevancia que tendría el puerto medieval de Pontevedra como entrada de bienes de estos países hacia Santiago y Galicia en la Edad Media.

¿Un convento que se relacionaba con la ciudad por la zona de Barcelos?

En el imaginario de los pontevedreses de los últimos siglos, Santa Clara aparece como un conjunto cuyas edificaciones y su conexión con la ciudad tiende a realizarse por la iglesia o a través de la calle que lleva su mismo nombre. Sin embargo, estos hallazgos (todavía en un estado inicial y embrionario, como se afanan en matizar los investigadores) parecen señalar la posibilidad de que antiguamente el espacio ocupado hoy por la huerta o el monte no solo estuviera construido, como demuestra el enlosado descubierto, sino que también pudiera ser la zona en la que el convento se relacionaba con la ciudad, antes de que se construyese el gran muro actual que puede datar del siglo XVIII y que amplió el recinto. Dentro del propio jardín o huerta se ha localizado un muro con un recinto de entrada que sugiere la posibilidad de una puerta con sus respectivos tornos para que las monjas de clausura pudieran realizar sus intercambios. Un espacio intermedio de recepción de proveedores o mercaderes que tenían vetada su presencia más allá de esos muros, en la zona de clausura.

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