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Música tradicional “en familia”

El Aula de Música del campus reúne a cerca de 40 instrumentistas de todas las edades y profesiones, con un denominador común: el entusiasmo por tocar

Ensayo del grupo de gaitas del Aula de Música Tradicional Galega del campus, dirigido por el músico Suso Vaamonde. | // RAFA VÁZQUEZ

Determinación, dedicación, autodisciplina y esfuerzo. Decía el atleta Jesse Owens que por esas paradas discurre el camino para perseguir los sueños, una senda a la que Suso Vaamonde, director del Aula de Música Tradicional Galega del campus, añade una quinta estación, el entusiasmo. Éste es, asegura, el principal secreto para que la agrupación que encabeza haya ganado año a año instrumentistas y superado con éxito la gran prueba que supuso la pandemia.

“Es lo primero que destaco de los alumnos, el compromiso, su esfuerzo”, explica el director del Aula y músico, “los últimos tres años hemos tenido que impartir las clases en línea, de modo no presencial, pero ellos siguieron trabajando sin parar e incrementando conocimientos”.

La vuelta al modo presencial tras la crisis sanitaria no fue menos dura. “Ensayábamos con 10 y 11 grados en la Facultade de Ciencias Sociais”, recuerda el director, “para cumplir el protocolo COVID”, pero todos los grupos hicieron un gran esfuerzo “por aguantar y mantener la actividad”.

El estudiante Pablo Ces es el benjamín del Aula y acude a los ensayos con su madre, pandereteira RAFA VAZQUEZ

Es el mismo impulso que el Aula ha venido manteniendo desde sus inicios. Arrancó hace 5 años con actividades durante todo el curso en las que tomaron parte 15 instrumentistas. La propuesta inicial, explica Vaamonde, era generar un lugar de encuentro “para gente que venía a Pontevedra a estudiar, que ya estaba iniciada en la música tradicional y popular y que perdía contacto durante la semana con las agrupaciones o los grupos a los que pertenecía, pudiese seguir practicando”.

“Es lo primero que destaco de los alumnos, el compromiso, su esfuerzo”, explica el director del Aula, “los últimos tres años hemos tenido que impartir las clases en línea, de modo no presencial, pero ellos siguieron trabajando sin parar"

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Fue el punto de partida, pero el proyecto cambió después de que “muchísima gente de la propia ciudad de Pontevedra, y no solo estudiantes, viésemos que tenían el mismo interés por participar”.

Así que el Aula rápidamente pasó de una veintena de personas a los 38 de la actualidad, “muchos de ellos parte de la Universidad, pero no exclusivamente alumnos sino también profesores; y también nos abrimos a la ciudadanía en general”, no relacionada con el campus, indica el director.

La propuesta inicial era generar un lugar de encuentro durante la semana para los estudiantes que venían a Pontevedra, pero rápidamente suscitó el interés de profesionales de la Universidad y aficionados a la música en general

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Como resultado, la agrupación cuenta hoy con un amplio abanico de alumnos, desde adolescentes (el más joven, Pablo, de 14 años) a jubilados. “Las clases son de lo más variopintas en cuanto a edades”, destaca Suso Vaamonde, “y también en profesiones, intereses y actividades”.

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Ensayan todos los lunes durante 5 horas en el auditorio de la Escola de Enxeñaría Forestal, hasta donde acudió puntual ayer a primera hora de la tarde una veintena de integrantes del grupo de gaitas. Les seguirán los de percusión, acordeón, requintas y zanfonas, para ejercitar los programas que interpretarán en las numerosas actuaciones programadas para los próximos meses. Han recibido “cantidad de solicitudes, en junio por ejemplo parece la gira de un grupo”.

La agrupación cuenta hoy con un amplio abanico de alumnos, desde adolescentes a jubilados. “Las clases son de lo más variopintas en cuanto a edades y también en profesiones, intereses y actividades". Ensayan todos los lunes durante 5 horas

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“Muchos de nosotros duplicamos”, explican. Entre los que combina instrumentos, el benjamín, que acude a clases con su madre, María Jesús, también pandereteira del Aula. “Llevaba tocando la gaita varios años”, detalla Pablo Ces a FARO, “pero como la escuela en la que estaba cerró me vine aquí por recomendación de unos amigos. Vine para la gaita pero al llegar aquí sumé el acordeón también”.

Lo que más le gusta es “el buen rollo entre la gente, es todo muy familiar. Nos llevamos todos muy bien entre nosotros y las clases son muy amenas. Sobre todo, me gusta mucho el ambiente”.

Marisa Seara forma parte del Aula desde que empezó y resume la experiencia como “una maravilla, un gran profesor, tuvimos otro muy bueno pero Suso nos está dando impulso. Nos enseña que es una maravilla y tiene un carácter especial, especial en el sentido bueno, porque siempre sonríe y nos está enseñando muchísimo, tanto en partituras, técnicas de tocar y conocer la gaita”.

Manuel Lavía, policía nacional jubilado, llegó al Aula tras haber formado parte de otras agrupaciones de música tradicional. RAFA VAZQUEZ

Muchos de ellos habían tenido contacto anteriormente con los instrumentos tradicionales. Es el caso de Manuel Lavía, que se animó inscribirse en el Aula “por contactos de amigos del mundo de la gaita, me enteré de que había este taller, me apunté y aquí llevo 5 años”.

Es otro de los que destaca la camaradería entre los estudiantes y también con el profesor. “Nos llevamos de maravilla, muy bien”, señala.

El ingeniero técnico industrial Manuel Riveiro ejerció durante años en la Subdelegación del Gobierno y hoy es uno de los veteranos del Aula. RAFA VAZQUEZ

Coincide Manuel Riveiro, otro veterano que participa en los ensayos del Aula “desde que empezó. Yo aquí soy socio fundador”, bromea. A propósito de por qué decidió apuntarse, refiere uno de los argumentos que más repiten los alumnos: la socialización con personas con las que comparten intereses, en este caso el gusto por la música tradicional.

“Vengo porque es una forma de romper la monotonía”, señala, “y juntarme con otra gente. Tenemos un gran profesor: enseñarle al que sabe es fácil, pero al que no sabe no. Y quizás no seamos grandes gaiteiros, porque ya empezamos mayores, pero tenemos ilusión y hacemos lo que podemos”. El entusiasmo del que habla Suso Vaamonde: qué necesaria y rejuvenecedora virtud.

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