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Un paseo para superar los 10.000 pasos del móvil

La Vía Verde se ha convertido en uno de esos espacios para disfrutar de la paz de la naturaleza

Uno de los apeaderos recuperados. | // IÑAKI ABELLA

La Vía Verde de O Salnés se construyó sobre la prolongación del tramo ferroviario entre Vilagarcía y Pontevedra, que quedó en desuso y fue concebido por Jhon Trulock, a la sazón abuelo del Nobel y autor de “La Colmena” Camilo José Cela, cuando era gerente de la primera línea gallega que llevó la locomotora “Sarita” de Santiago a Carril.

Unos antecedentes que imprimen un cierto carácter literario a la Vía Verde que conecta en forma de sugerente paseo la capital arousana con la termal Caldas de Reis y la viajera localidad de Portas, donde subsiste la vieja estación que durante años acogió a muchos viajeros con destino a importantes ciudades españolas.

Comienza el trayecto en Rubiáns, en plena naturaleza. Quedan todavía algunas traviesas de hormigón en el nacimiento de la senda pues el proyecto está incompleto en tanto que debería llegar a la ciudad de Vilagarcía y aún no lo hizo a pesar de que el tramo se abrió oficialmente en el mes de noviembre de 2020.

Salvada esta pega, la senda invita a caminar, a correr, a subir en una bicicleta o simplemente a pasear con la familia o con el perro, pues el trazado es sencillo, muy cómodo para todo aquel que se atreva a recorrer los 9,5 kilómetros, de un punto a otro en un tiempo estimado de algo más de dos horas, con calma.

La pasarela sobre el río Umia cuenta con todas las medidas de seguridad. | // IÑAKI ABELLA

Esa es la invitación que ya engancha al llegar a cualquiera de los dos extremos de la ruta que trazó el inglés Trulock por los mejores parajes del valle del Umia, cuando diseñó la vía que estrenó la locomotora Arosa el 24 de julio de 1899, en vísperas del día del Apóstol, patrón del entonces ayuntamiento de Carril.

Unos trazos históricos que pronto enlazan con otros puntos de interés, sin duda, el primero el pazo de Rubianes, una casa de gran abolengo que fue cuna del fundador de la llamada Vilagarcía y que cuenta con un jardín de excelencia y unos viñedos que producen uno de los vinos más laureados de Rías Baixas (imprescindible su visita para quien no los conozca).

Y a partir de ahí comenzar un recorrido que va a parecer más cómodo de lo que podría pensar un profano en esto del deporte, a quienes se aconseja hacer el trayecto en dirección a Portas y no a la inversa, mucho más descansado al ser descendente, con suave pendiente.

Se dan los primeros pasos y también llega el primer saludo cuando una mujer de unos 30 años ya alcanza su primera meta en Rubiáns y da la vuelta sobre sus pies.

La senda concluye todavía a las afueras de la ciudad de Vilagarcía; urge completarla. | // IÑAKI ABELLA

Es mediodía de un día cualquiera de la semana. No llueve, ni hace frío ni calor, pero dos o tres pasos más adelante se presenta un matrimonio que sujeta un cochecito de bebé para evitar que se embale. Y así hasta llegar al primer apeadero, recientemente recuperado y a la que fue casa del guardaagujas que vivió en una modestísima casa al pie de la vía hasta mitad del pasado siglo.

Se entra así en Godos, municipio de Caldas, en un recorrido por en medio de un bosque típico de un valle bañado por un gran río, como es el Umia que baja igual de reposado que el caminante desde más allá del Deza. Una calma que también copia una lagartija de enorme cola que se esconde en una rendija y parece vigilar los pasos reposados del caminante.

Para llegar pronto a la estructura más llamativa, a mitad de camino: el puente de hierro sobre el río. Van cinco kilómetros y medio, casi seis, y un deportista llega francamente cansado. “Doy la vuelta ahí porque son casi las dos y tengo que trabajar por la tarde en Vilagarcía”, se dispone a explicar después de una breve conversación junto a la barandilla que protege de la altura sobre el río.

Quedan apenas tres kilómetros y medio más para llegar a la Azucareira de Portas, que también merece una paradita.

Es quizás el mejor consejo para esta Semana Santa que ya está a la vuelta de la esquina. Una senda que ayudará a recomponer también el espíritu, siempre, claro, si la meteorología respeta a los visitantes. La recompensa serán esos más de 10.000 pasos superados.

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