La época de exámenes suele ser un periodo de bastante estrés entre los estudiantes universitarios de Pontevedra, con muchas horas empleadas en la biblioteca, preparando ejercicios y posibles preguntas y memorizando temas sin parangón, con el objetivo de sacar adelante todo lo aprendido durante el primer tramo del curso y continuar con su periplo en la educación superior.

Sin embargo, un factor capital en el desarrollo de este colectivo ha sido la aparición del coronavirus, que ha influido y todavía lo hace en sus vidas académicas, tanto al acudir a las aulas para la impartición de las asignaturas como en la forma en la que los alumnos se preparan para unos exámenes que aun no han dejado de ser atípicos.

“Al final te adaptas, pero no dejas de ser consciente de que en toda tu etapa universitaria has tenido estas restricciones, con mascarillas, ventanas abiertas y mamparas día tras día”, afirma un estudiante del grado en Inglés, reconociendo el choque que le supuso pasar de las clases normales a las virtuales, primero, y a las presenciales, después.

“Por suerte, al ser pocos alumnos, no nos vimos obligados a espaciarnos muchísimo en las aulas”, señala, “aunque siempre tuvimos que mantener cierta distancia, por seguridad”.

Este alumno, especializado en estudios lingüísticos en el mundo anglosajón, no dudó en poner en valor “la comodidad” de los exámenes presenciales frente a los telemáticos, siempre dependientes de una buena conexión de internet. “Al final, aunque en casa se está más cómodo, nunca sabes cuando te puede fallar la red”, dice.

Por otro lado, el COVID ha supuesto también una alteración notable a la afluencia a un espacio de estudio tradicionalmente tan concurrido en época de exámenes como es la Biblioteca Central de Pontevedra, ubicada en la Facultade de Ciencias Sociais e da Comunicación.

“Antes, como llegaras una hora después de que cerraran, ya no había ni un sitio disponible. Hoy, incluso con restricciones de espacio, no importa la hora en la que vengas, que siempre hay asientos libres”, indica un graduado que prepara oposiciones, sobre las medidas anti-COVID que imperan en la actualidad.

“Cuando empezó esto, además de mantener los espacios, teníamos que esperar por ciertos sitios a que fueran desinfectados y acondicionados. Ahora, entre las mascarillas y la ventilación de las ventanas, ya hay grupos que se sientan juntos sin problemas”, cuentan desde un grupo de varios estudiantes del ámbito de la enfermería y la educación infantil.

“El hecho de venir a la biblioteca lo considero seguro”, afirma una estudiante de enfermería, ya en su tercer curso. “Ahora que nos permiten que varios nos sentemos juntos en una misma mesa, igual sí que estaría mejor que, con la subida de casos, limitasen un poco más eso, pero entre la desinfección de manos, la mascarilla y las ventanas abiertas no veo ningún problema”, señala.

En su opinión, la posibilidad de que haya un problema se traslada a otros ámbitos de la biblioteca. “El único problema que yo veo quizá surge a la hora de la salida, si hay mucha gente fuera o estás merendando con la mascarilla bajada”, recalca esta estudiante.

Vivir la evolución del virus en primera línea es algo que todavía marca a los enfermeros que hicieron prácticas en los hospitales en aquellos momentos.

“Al vivirlo un poco más de cerca por hacer prácticas en el hospital y hablar con personal sanitario, lo sientes de otra forma”, admite este grupo de sanitarios, que inciden en la dureza de aquellos momentos, con la incertidumbre instalada en el ambiente.

El recuerdo de una pandemia global es algo indeleble en su experiencia. “Realmente nunca tuvimos la sensación de estar en un hospital sin COVID. Todos los pacientes con los que hemos estado nunca han visto nuestras caras. Lo piensas fríamente y es un poco duro”, afirman.