El “botellón” regresa al centro histórico y genera problemas de convivencia en la zona del Museo
Vecinos de calles como Padre Luis, Laranxo o Padre Sobreira denuncian ruidos, suciedad y pequeños altercados ante sus viviendas

La calle Padre Luis es una de las afectadas por el "botellón"
El cierre del “botellódromo” del recinto ferial de Pontevedra ha devuelto las concentraciones de jóvenes al centro histórico de la ciudad. El “botellón” se celebra ahora en el ámbito de las calles Padre Luis, Laranxo, Padre Sobreira e inmediaciones del Museo, donde los vecinos denuncian ruidos, suciedad y pequeños altercados a la puerta de sus casas, como consecuencia de las concentraciones de chavales, principalmente en las noches de los jueves y sábados. Han llegado a hacer “botellón” incluso en el interior del portal de la calle Padre Luis número 4, según denuncian los residentes.
Enrique Castro, vecino de la calle Laranxo, explica que los protagonistas de estas quedadas son principalmente “gente muy joven, de unos 15 o 16 años”. También se reúnen en las cercanas calle Padre Sobreira y travesía da Aduana, donde se refugian para beber –también hacen en ellas sus necesidades– y que huyen del lugar cuando llega la Policía, para al rato volver una vez que los agentes se han ido.
“A veces les llamamos la atención, a veces ni te dejan entrar en el portal porque están sentados delante, y cuando tienen que hacer sus necesidades van a cualquier esquina de estas calles”, explica este vecino.
El “vandalismo” se consuma en la madrugada de los viernes y domingos –dado que las quedadas suelen ser los jueves y sábados por la tarde-noche–, cuando estas vías aparecen atestadas de botellas, botes, bolsas, envases de todo tipo y también orines y vómitos.
El bajo de la antigua bolera de la confluencia entre Laranxo y travesía da Aduana, así como toda esta calle, son los lugares donde los chavales suelen hacer sus necesidades durante el “botellón”.
"El descanso se hace imposible; el ruido se convierte en una auténtica tortura”
“Para quienes tienen que madrugar, o tienen niños pequeños a los que intentan dormir, el descanso se hace imposible; el ruido se convierte en una auténtica tortura”, afirma este vecino, que lamenta la falta de reacción del gobierno local de Pontevedra. “Cuando llega la Policía algunos echan a correr, o esconden las bebidas en algún sitio, y luego vuelven al mismo lugar”, añade Enrique Castro.
Los residentes han presentado varios escritos en el Concello para demandar soluciones a este asunto, pero entienden que el ejecutivo local está siendo muy permisivo con esta situación e incluso niega que exista el problema. “La concejala Anabel Gulías dice que está todo bajo control; yo la invito a venir a mi casa un fin de semana y así puede ver lo que pasa aquí”, añade Castro.
Padre Sobreira es otra de las calles más afectadas por esta situación. “En esa zona hay muchos garajes y los residentes cuando tratan de acceder a ellos se encuentran con la dificultad de sortear a los chavales que están sentados en la calle, para no hacerles daño, y si les llamas la atención te pueden montar un buen motín”, explica este vecino.
“No hay derecho”
“Llevamos así todo el año y aquí nadie hace nada; se informó muchas veces al Concello y nadie hace mueve un dedo. Yo estoy jubilado y puedo descansar en otro momento, pero mi vecina se tiene que levantar todos los días a las 7 de la mañana para ir a trabajar y no hay derecho que no pueda descansar en su propia casa”, añade José Manuel Fernández, quien asegura que llegó a tirar un cubo de agua sobre un chaval que se encaró con él en la calle.
“Yo soy de Pontevedra y los conozco bien, son todos hijos de papá, que vienen aquí a montar el follón porque en su casa no lo hacen, ni sus padres saben lo que hacen cuando salen, pero se les conoce bien: niños de papá”.
"Son todos hijos de papá, vienen aquí a montar el follón porque en su casa no lo hacen"
Margarita Aboal, que trabaja en el Café Bar Milano, comparte la indignación de los vecinos y añade que los chavales molestan también a los clientes de los locales de hostelería de la zona, que en muchos casos “deciden marcharse”, porque les están incordiando. “Montar la terraza se hace imposible”, explica.
“Comprendo a los vecinos porque esto es insoportable, si yo viviera aquí estaría echando cubos de agua por la ventana toda la noche, porque aquí no se puede descansar”, afirma Margarita Aboal.
La Xunta apela al “civismo” de los jóvenes
El vicepresidente de la Xunta, Alfonso Rueda, ha apelado al “civismo” y a la “prudencia” de los ciudadanos, especialmente de los más jóvenes, para evitar “botellones” o reuniones en las calles para el consumo de alcohol, ante las restricciones impuestas por la epidemia de COVID-19. La pandemia “no ha terminado”, dijo Rueda, quien ha insistido en que “estas cosas no pueden pasar”, independientemente de que se “normalice” la actividad del ocio nocturno debido a la mejoría de la situación epidemiológica. El vicepresidente ha observado que además de ser un factor de propagación de la epidemia, supone molestias para los vecinos. “Espero que conforme se recupere la vida normalizada en el ocio nocturno también se normalicen estas cosas”, añade.
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