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Pedro Feijoo Escritor

“Me interesa el anciano adorable que sin embargo es un monstruo, nada de glamur”

Un encuentro sobre la novela negra despide la Festa dos Libros

El escritor Pedro Feijoo. | // ELI REGUEIRA

Intensidad, claustrofobia, violencia, soledad y este día a día que a veces no nos deja respirar. Los personajes e historias que han convertido a Pedro Feijoo en un superventas están llenos de verdad, como su mismo autor, que ayer compartió conversación con Diego Ameixeiras, Arantza Portabales y Manel Loureiro en la despedida de la Festa dos Libros. Venía a hablar de novela negra, aunque asegura serial persona menos indicada” para hacerlo.

–Se ha rendido en eso de que no le llamen autor de novela negra

–Ahora ya llevo un tiempo en que he tirado la toalla, ya ni pataleo ni protesto ni nada (sonríe) pero no me considero un autor de novela negra, ni creo que mis novelas sean negras, en todo caso lo mío es el thriller y el suspense. Pero más allá de eso no me veo con ninguna autoridad, ni mucho menos, para hablar de novela negra.

No te queda más remedio que documentarte bien, conocer el medio del que vas a hablar y, claro, cuando te expones a toda esa miseria es imposible que algo de ella no se venga contigo. Vale para contar algo que valga la pena, pero se viene contigo

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–¿Cómo son sus personajes?

–Lo más cercanos que sea posible, la verdad. Es algo que tengo claro desde el principio, no me interesan para nada los artefactos, superhéroes o supervillanos, prefiero hablar siempre sobre alguien que podrías encontrar por la calle, ya sea el protagonista, el antagonista, el héroe de la novela o el malo malísimo. Eso me da un poco igual, lo que me preocupa es que sea gente de carne y hueso, con la que podrías estar cruzándote cada momento, o incluso conviviendo.

–Porque al mal lo recubrimos de glamur pero no tiene pinta de tenerlo

–Exacto, eso es lo que me preocupaba. Todas las novelas anteriores a “Un fuego azul” siempre utilizaba localizaciones muy reconocibles, la Puerta del Sol, la Alameda, todas muy reconocibles. Pero en “Un fuego azul” me di cuenta de que todo eso ponía demasiado el enfoque sobre el lugar y muy poco sobre los personajes. Para describir al responsable de haber abusado de muchos críos pensé este tío tiene que vivir en un lugar por el que pases a diario y ni te fijes. Luego la gente preguntaba qué significado tenía el edificio, y yo decía que ninguno, tiene que ser un lugar totalmente anónimo, y el otro que sea tu vecino normal, alguien de quien no sospecharías en absoluto, un ancianito adorable que, sin embargo, es un monstruo. Eso es lo que me interesa, nada de glamour.

Ya sea el protagonista, el antagonista, el héroe de la novela o el malo malísimo, eso me da un poco igual, lo que me preocupa es que sea gente de carne y hueso, con la que podrías estar cruzándote cada momento, o incluso conviviendo

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–También suena glamuroso escribir. Pero ¿Cuánta cuota queda de angustia para el autor de una novela así?

–Una barbaridad. De glamour garantizo que mi vida no tiene absolutamente nada, en todo caso si tuviera que mencionar algo positivo sería la parte de artesanía que tiene. Escribir este tipo de historias es un trabajo muy lento, de picar mucha piedra, buscar la mayor precisión posible, trabajar para que la historia camine y sea muy creíble, que funcione, que no le veas las costuras en ningún momento. Ahora, emocionalmente, y hablo solo de mi caso que no es que sea ejemplo para nada, es muy duro. Lo es porque para mí es importantísima la documentación, que la historia que voy a contar tenga verdad, que sea creíble, y para eso no te queda más remedio que documentarte bien, conocer el medio del que vas a hablar y, claro, cuando te expones a toda esa miseria es imposible que algo de ella no se venga contigo. Vale para contar algo que valga la pena, pero se viene contigo.

No me considero un autor de novela negra, ni creo que mis novelas sean negras, en todo caso lo mío es el thriller y el suspense

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–Como lectora da la impresión de que trabaja durante años en una misma novela…

–Es así. A mi me gustaría ser como esos que dicen “uf, la novela me llevó mucho tiempo, me llevó nueve meses” o “la escribí durante el verano”, pero yo no puedo. Para mi una novela es un compromiso brutal. Le doy muchas vueltas hasta tener claro qué es lo que voy a contar, cómo etc. Pero una vez que tomo la decisión, lo que estoy haciendo es comprometer, como mínimo, tres años de mi vida a ese trabajo. Nunca me siento a escribir nada, ni una sola línea que se pueda parecer a lo que luego saldrá publicado, si antes no tengo muy claro qué es lo que quiero contar, cómo lo quiero contar, si no he hecho un trabajo de documentación, si no he entrevistado, visto, viajado… Escribir es lo último que hago y creo que es lo que menos tiempo lleva.

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