“Solo compro en el pequeño comercio”, explica Fernando mientras muestra sus bolsas de la frutería y la tienda de congelados de la esquina. Vive en el centro histórico, donde continúa residiendo tras su reciente jubilación este profesor que siempre ha comprado “por aquí, antes era sobre todo por una cuestión de comodidad y de cercanía con los propietarios, más que porque pensase conscientemente que hay que apoyar la economía local”.
Es una perspectiva, la de respaldar activamente a un sector estratégico como es el comercio de proximidad, que repiten cada vez más clientes como Andrea, madre joven a la que acompañan sus dos hijos pequeños a la salida de la librería Metáfora, y que señala que “comprar a nuestros vecinos es ayudar a que todo siga funcionando; en estos momentos lo necesitamos mucho”.
Por su parte, las pequeñas tiendas de barrio pueden felicitarse cada vez más por contar con una clientela fiel. Es el caso de Alimentación Jamarti, desde 1955 en la calle Virgen del Camino, y al frente de cuyo mostrador continúa desde hace un cuarto de siglo María Luisa Martínez Franco.
Siempre fue un ultramarinos, “una pequeña tienda con de todo un poquito, desde bebidas a frutas y hortalizas del país, salados y panes”, explica la comerciante.
Es la suya una apuesta por productos “siempre de la tierra” con los que ha consolidado una cartera de clientes estable. “Hay de todo”, explica, “personas mayores, vecinos de toda la vida que siempre han venido aquí, chicos jóvenes que se han trasladado a este barrio y ahora que puede haber desplazamientos vienen de parroquias como Marcón y Tomeza”, interesados en los panes de distintos puntos de Galicia y de los chorizos de A Cañiza que vende Alimentación Jamarti.
También la diversidad caracteriza a la clientela de Sonia Miñán, al frente de Frutería Sonia, el mismo negocio que “ha habido en este bajo en los últimos 50 años”. A mediodía de ayer atiende pedidos de frutas, mieles, carnes, patatas... “sobre todo, de vecinos del barrio”, señala, muchos de ellos jóvenes que apuestan a diario por el comercio de proximidad.
Otra característica es que buena parte de la clientela (“cada día más”, señalan las vendedoras) hace uso de envases y bolsas renovables.
La mayoría de estos pequeños comercios de alimentación, que pudieron mantener su actividad durante el confinamiento, registraron picos de demanda coincidiendo con las restricciones de movilidad. “Después, cuando ya no se hacía cola en el supermercado”, recuerda María Luisa Martínez, la demanda bajó y en la actualidad está “más o menos al nivel de antes de la pandemia”.
Temen que los efectos de la crisis sanitaria continúen sintiéndose, especialmente en verano. “Se vende mucho a clientela de fuera que veranea aquí todos los años, se va a notar si esta vez no vienen”, indica la comerciante.
La falta de turistas se hace sentir especialmente en los negocios vinculados al Camino de Santiago, como Mímate Delicatessen, en plena Calle Real desde hace 14 años. Su propietaria, Montse Calle, señala que “la Navidad fue extraordinaria, con más demanda que la anterior, pero ahora se nota la falta de turismo, con el Camino y Portugal cerrados”.
Mantiene, eso sí, la clientela fiel que busca productos especiales como las galletas artesanales hechas en el barrio de A Moureira, vecinos, mayores y jóvenes encantados con su querida tienda de barrio.