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Una empresa promueve un proyecto para cultivar algas en la costa de Moaña y Vilaboa

Lo impulsa HQ Seaweed, con base en San Adrián de Cobres, y está en fase de evaluación ambiental | El cultivo sería a través de ocho cuerdas de 72 metros de longitud

El proyecto de cultivo se quiere desarrollar en la Ría de Vigo, en Domaio y en San Simón. | // MARTA G.BREA

Una empresa de Vilaboa promueve un proyecto para el cultivo de algas en la ría de Vigo. La especie que se quiere cultivar es kombu dulce o de azúcar (Saccharinna latissima en su nombre científico), que es el equivalente europeo del kelp japonés. El cultivo se realizaría a través de ocho líneas de 72 metros de longitud, distribuidas en cuatro hileras dobles que se ubicarían en el ámbito del polígono Redondela B y Cangas D [situado en aguas de Moaña]. La iniciativa se encuentra en estos momentos en fase de evaluación de impacto ambiental simplificado, en la Consellería de Medio Ambiente, puesto que una de las zonas –la Redondela B– está ubicada en la ensenada de San Simón, incluida en la Red Natura 2000.

El objetivo del proyecto que impulsa la empresa HQ Seaweed, con base en el puerto de San Adrián de Cobres, es cultivar este alga para consumo humano a través de “long-lines” o cuerdas suspendidas por flotadores. En cada una de las zonas elegidas se colocarán cuatro líneas de 72 metros de longitud, en dos hileras dobles. Cada una de las filas estará constituida por una cuerda o cabo madre longitudinal, cuyos extremos estarán unidos a una boya bicónica. Esta cuerda recibe el sobrenombre de “cabo madre” porque es el soporte para los cabos de cultivo sobre el que crecerán las algas. Debido al sistema de contrapesos de 1,5 kilos de hormigón que se emplea para mantenerlas suspendidas este tipo de cultivo se denomina “V” o de “guirnalda”.

¿Por qué la empresa quiere cultivar esta especie? Es un alga que cuenta con un gran valor comercial y los redactores del proyecto la equiparan con el kelp japonés (Saccharina japonica), que es la especie más cultivada en el mundo, con una producción estimada de 11 millones de toneladas al año. El problema del kombu dulce en Galicia es que, debido a una combinación entre su valor ecológico y rareza, no se puede explotar de manera natural. “No se permite su recolección en el medio natural por ser en cierta medida una especie estructural y por ser el noroeste de la Península Ibérica su límite sur de distribución [...] Además, sus poblaciones se encuentran relativamente dispersas y son de reducida extensión, lo que convierte su explotación en poco rentable y podría poner en riesgo su conservación”, explican en el proyecto.

Gráfico con el sistema de cultivo propuesto para cada uno de los “cabos madre”.

Así, la mejor alternativa pasa por su cultivo industrial y las expectativas en este sentido son muy favorables debido a estudios y experiencias previas. Las rías gallegas cuentan con una alta tasa de crecimiento. En una prueba realizada en la ría de Ares y Betanzos se obtuvo una producción de 20,7 kilos por metro de cuerda en un periodo de 140 días, mientras que en Canadá se necesitó el doble de tiempo para alcanzar valores similares.

Los flotadores bicónicos que se quieren usar cuentan con dos vértices, por lo que cada uno de ellos permitirá mantener a flote dos líneas de cultivo al mismo tiempo. En cada uno de los ámbitos escogidos en la ría de Vigo habrá dos líneas dobles, separadas por cuatro metros entre sí. A su vez, para evitar que se enreden, las cuerdas individuales tendrán una separación entre sí de 1,5 metros.

Las boyas bicónicas de los extremos serán de 500 litros y cada una de ellas estarán fondeada a un muerto principal y a otro secundario, ambos de hormigón y con un peso de dos toneladas, lo que a su vez impedirá que se pierdan tensión. A su vez, los cabos madre se mantendrán en la superficie de agua gracias a otras boyas de 200 litros dispuestas cada seis metros y a cada 1,5 metros habrá otros flotadores de 3 litros.

Las dimensiones de todo este sistema –125x100 metros en el Cangas D y 102x90 metros en el Redondela B– obligan a la empresa a solicitar la concesión sobre las dos cuadrículas contiguas al lugar solicitado. Explican que con una sola los fondeos quedarían fuera del límite del área solicitada, lo que va en contra de la normativa de viveros flotantes de Galicia.

El proyecto presentado a evaluación en la Consellería de Medio Ambiente subraya que estas instalaciones “no requieren una supervisión diaria”, por lo que “no causará un aumento significativo” en el tráfico marítimo en la zona y se prevén menos de una treintena de visitas al año. Según los estudios realizados hasta la fecha, el momento adecuado para el cultivo del kombu dulce en Galicia se sitúa entre los meses de noviembre y diciembre, mientras que la recolección debería ser en plena primavera, entre abril y mayo.

Desde HQ Seaweed apuntan que una vez finalizada la cosecha se desmantelarían las líneas de cultivo por lo que en el medio marino solo quedarían los muertos y las boyas de balizamiento. Esto a su vez permitiría limpiar los restos de algas y otros organismos que se fijasen a las cuerdas y flotadores, una limpieza que se realizará con rasquetas y agua de mar, sin emplear productos químicos. Para el montaje de las líneas de cultivo –que se estima que se puede realizar en dos días– y su posterior retirada se contará con un barco mejillonero de 15 metros de eslora.

Una especie con gran interés comercial y que ayudaría a reducir el impacto ambiental de la producción de mejillón

El kombu dulce es una de las especies de macroalgas con un mayor interés comercial en el norte de la Península Ibérica, debido a su demanda y valor económico. Según se expone en el proyecto presentado por HQ Seaweed ante la Xunta de Galicia los precios minoristas para esta especie oscilan entre los 40 y los 49 euros el kilo de alga seca. Los redactores del proyecto señalan otro posible beneficio vinculado a la sostenibilidad ambiental y a la producción de mejillón. A pesar de este molusco cuenta con la gran ventaja de que no requiere que se le aporte alimento –se nutre del fitoplacton que entra en las rías a través de las corrientes marinas– sí que tiene un “gran impacto” sobre otras partes del ecosistema marino.

Los redactores explican que la gran cantidad de fango rico en materia orgánica excretado por el mejillón y depositado bajo los polígonos de bateas cambiará las características del sedimento y de la fauna asociada. Bajo las bateas se crea un microambiente dominado por detritos orgánicos, en el que abundan especies detritívoras –como poliquetos–, que junto con los restos de mejillón supone una fuente de comida para multitud de peces y otros organismos. Esto no impide que haya que reducir su impacto ambiental para “alcanzar la sostenibilidad” de esta industria. La iniciativa que se somete ahora a estudio puede ser una buena opción porque las sustancias de desecho liberadas por el mejillón como el amonio, fósforo y otros compuestos solubles excretados pueden ser empleados por las algas como nutrientes. Dicho de otro modo, “fertilizarán de manera natural” las aguas en las que se cultivará el kombu dulce, lo que a su vez favorecerá su crecimiento y una mayor producción.

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