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Las secuelas de la tercera ola en el área sanitaria de Pontevedra se viven en la planta de Medicina Interna

Médicos internistas afrontan un año de la pandemia esperanzados por la vacunación tras el fracaso en los tratamientos: “Aunque no se ha logrado uno 100% eficaz ahora sabemos cómo manejar a los pacientes”

Miguel Ángel Viejo Rodríguez, médico internista. | // FDV

Al aniversario del primer estado de alarma el área sanitaria de Pontevedra y O Salnés llega con la lección aprendida y mucha menos incertidumbre de la que hace un año sacudía a los hospitales, indefensos ante un desconocido COVID-19. Ahora, con la pandemia perdiendo terreno, los centros sanitarios del área recuperan el aliento tras tres intensas oleadas aunque todavía sin poder relajarse. Las secuelas de la tercera ola, especialmente voraz para Pontevedra y O Salnés, persisten en servicios como el de Medicina Interna en donde los facultativos siguen apañándoselas para revertir los efectos en los pacientes de un virus que ya tiene vacuna pero todavía no tratamiento.

“Ahora que se conoce la enfermedad se ha comprobado que los tratamientos que se usaban hace un año no aportaban beneficio clínico: ni el paciente evolucionaba mejor ni disminuía el tiempo de hospitalización o de mortalidad”, recuerda el médico internista Miguel Ángel Viejo. Junto a sus compañeros, en los últimos 12 meses se ha sacado un máster en primera línea de batalla frente al coronavirus. Miembro de la Sociedad Gallega de Medicina Interna (Sogami), el facultativo trabajó hasta la segunda oleada en Montecelo y ahora vela por la recuperación de los que sufrieron la enfermedad en el Hospital do Salnés.

“De esta ola todavía existen pacientes que se están recuperando de su estancia en la UCI”, indica de una unidad que se vacía tras haber superado la treintena de pacientes mientras la planta de Medicina Interna se va llenando con los mismos. “En muchos casos los pacientes no aparecen registrados porque ya no están aislados, llegan con PCR negativa y en los número no figuran como hospitalizados pero continúan en el hospital, no en planta COVID pero sí en la nuestra”.

De las lecciones que deja el COVID-19, Miguel Ángel Viejo destaca la larga y difícil recuperación de los que pasan el virus, que “puede ser de un mes tranquilamente” después de salir de la UCI. “A planta llegan con secuelas de la terapia, el tratamiento es muy agresivo, estar dormido conectado a un respirador. En Medicina Interna se inicia una rehabilitación precoz, se van retirando dispositivos como sondas o catéteres y se mejora su soporte nutricional. La UCI genera tanto estrés que vienen con déficit nutricional y atrofia muscular”, explica sobre estas semanas de trabajo.

Por ello, desde Sogami celebran dispositivos para la vacunación masiva como el que se vivió el sábado en el recinto ferial pontevedrés. Con poco margen de maniobra para evitar que las secuelas en los enfermos por coronavirus, insisten en que “lo más importante es centrarse en la vacunación porque lo que podemos hacer en el hospital es dar tratamiento de soporte”.

Las lecciones de una pandemia activa

Hace un año, recuerda Miguel Ángel Viejo, poco se conocía del coronavirus. Según han ido contagiándose la población, médicos y ciudadanos “van conociendo en qué consiste”. “Ya hemos aprendido qué es la enfermedad, sus síntomas más típicos y las medidas necesarias de prevención”, enumera. Del “sin mascarillas” al mascarillas para todo, la distancia social y , en general, “saber cómo comportarnos y qué medidas tomar para contener la transmisión”. Más allá de las lecciones para población y administraciones, en las plantas de Medicina Interna han aprendido a “anticiparse” a los casos más graves a falta de tratamientos “100% eficaces”.

Por el medio, han probado primero los antivíricos dirigidos al VIH o los tratamientos a nivel inflamación. “Ahora se ha comprobado que no aportaban beneficio clínico. Aunque no hay un medicamento del todo eficaz, sabemos cómo manejar a los pacientes”, se contenta el internista. “Conocemos qué parámetros pueden asociarse a enfermos más graves y actuar antes. Según los días de síntomas, podemos decir si se van a recuperar antes o no. Eso ha cambiado”. Conforme han ido pasando los meses, los perfiles de enfermos que acaban desarrollando cuadros críticos de la enfermedad también han ido variando. Mientras que en la primera hora, rememora el facultativo, los pacientes críticos eran de edades muy avanzadas, ahora se rebaja hasta los 55. Los casos más típicos: hipertensión, obesidad o diabetes.

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