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Mujeres “esenciales” todo el año, con o sin pandemia

Seis trabajadoras de sectores clave para la economía y la sociedad ofrecen a FARO sus testimonios con motivo del 8-M

Ana Lorenzo coloca furta en la tienda de alimentación en la que trabaja. // GUSTAVO SANTOS

Al pie del cañón, muchas de las profesiones consideradas “esenciales” en el último año, marcado por la pandemia, son ejercidas por mujeres. Supermercados, farmacias, residencias de mayores, hospitales, empresas de limpieza... no dejaron ni un solo momento de ofrecer sus servicios.

Seis de ellas, una pequeña muestra de miles de trabajadoras en diferentes sectores en la comarca de Pontevedra, ofrecen sus testimonios a FARO. Nada mejor que hoy, 8-M, Día Internacional de la Mujer Trabajadora, para rendirles el merecido homenaje por su incansable esfuerzo diario plantando cara al miedo.

Ana Lorenzo. “Alimentación Isabel”.

La alimentación es una de las necesidades esenciales, por eso esta tienda en la esquina de la Oliva vio incrementadas sus ventas durante meses. Esta empleada recuerda el estado de alarma como “un verdadero caos”. “Había muchas dudas, miedo, gente que se esforzaba mucho, pero también otra que no quería seguir las normas. Vivimos de todo, hasta insultos y empujones”, cuenta emocionada echando la vista atrás. “Pero nosotras teníamos que estar ahí, cumpliendo con nuestro trabajo, que nunca antes la sociedad había valorado tanto”.

Ahora que las cosas se han estabilizado, reconoce que el mejor recuerdo es el apoyo recibido por “toda esa gente buena y los clientes de siempre, fieles, que supieron darnos fuerza en muchos momentos duros”.

La enfermera Lorena Fariña. // G.S.

Lorena Fariña. Enfermera en el CHOP.

Entre los profesionales sanitarios de primera línea destacan las enfermeras, a quienes se han dedicado numerosos reportajes en los medios en el último año. Lorena Fariña, en la UCI COVID en la primera ola y en el Medicina Interna actualmente, confiesa que se vivieron situaciones muy dolorosas, “como la soledad de los pacientes”, que no podían recibir visitas.

“No conocer la situación nos generaba mucho desgaste y ansiedad, pero hubo un compañerismo diez entre nosotros”, manifiesta.

Lo que, por desgracia no ha cambiado, recalca, es la desorganización en la sanidad pública: “Sigue siendo igual, mucha improvisación, sentimos que la responsabilidad cae sobre nosotras y te vuelves para casa con un caos mental terrible”.

Raquel Leirós, en su oficina en la residencia “Saraiva”. // RAFA VÁZQUEZ

Raquel Leirós. Técnica asistencial en la residencia “Saraiva”.

Con el corazón en un puño vivieron los primeros meses de la pandemia las trabajadoras de las residencias de mayores. “Sentimos mucha incertidumbre por no saber. Recuerdo que se decretaba el estado de alarma y cerraba todo y mi cara era de ‘vale, cierra todo, pero esto es una residencia y no podemos parar’. Además, todas las noticias que salían de residencias no eran nada favorables ni generaban calma”, afirma.

“A pesar de todo ello, hubo mucha unión y aunque podría parecer que yo llevaba el peso, la dirección y todo el equipo rápidamente se pusieron manos a la obra”, añade.

Recuerda como lo más duro informar a las familias de que no podrían entrar en el centro y ver a los usuarios. Además, “nuestro mayor miedo era contagiarnos y llevar el virus al centro y que le pasase algo a las personas que viven allí”. La residencia no sufrió ningún brote y ahora, con la vacunación, están más tranquilos.

“Los mayores fueron todo un ejemplo. Lo entendieron mucho mejor que nosotros. Es increíble todo lo que han aguantado”, celebra.

Evangelina Blanco Rey y María del Mar Traseira, en la farmacia de Rosalía de Castro. // GUSTAVO SANTOS

Evangelina Blanco Rey y María del Mar Traseira. Farmacéuticas.

El papel de las farmacias ha sido fundamental durante toda la pandemia, convirtiéndose, casi, en las sustitutas de la Atención Primaria, tan inaccesible para el ciudadano desde hace un año. “Vivimos las primeras semanas con muchos nervios, miedo, inseguridad... fue muy gratificante poder ayudar a la gente con sus dudas”, reconocen desde la Farmacia Blanco Rey, en la calle Rosalía de Castro.

“En la medida de lo posible los tranquilizamos porque, aunque no podemos suplir a sus médicos de cabecera, sí les proporcionamos esa cercanía que necesitaban”, afirman.

Además, las farmacias se convirtieron en lugares claves en la lucha contra la pandemia: “se inició el peregrinaje por las farmacias, buscando productos agotados como guantes, gel, mascarillas...”.

La oficial de Policía Silvia Nogueira. // GUSTAVO SANTOS

Silvia Nogueira. Oficial de la Policía Local de Pontevedra.

Y velando por el cumplimiento de todas las normas, los policías. Cuando se decretó el estado de alarma Silvia Nogueira era agente de la Policía Local, ahora ha ascendido a oficial. “Al ser un servicio esencial, se complicó más el poder compaginarlo con la vida familiar, aunque yo ya contaba con una adaptación de horarios para poder conciliar. Además, en plena pandemia también coincidió el ingreso hospitalario de mi padre”, explica.

“La pandemia fue un cambio para todos. La sociedad se tuvo que adaptar a las nuevas normas, pero nosotros aquí también tuvimos que hacerlo a las nuevas necesidades", indica.

En lo referido a la parte administrativa de las denuncias, se redujeron porque la circulación estuvo más limitada. “Cuando se levantan las restricciones es cuando notamos incrementos”.

“Como Policía Local sí me sentí esencial durante esta pandemia. Pero es algo que tenemos que tener presente, estar ahí en todas las situaciones”, considera.

En la Policía Local de Pontevedra son 11 mujeres, alrededor del 10% de la plantilla, un centenar. “La vida de la calle es muy distinta y la cercanía con el ciudadano es buena. Ahí es cuando puedes notar el trato diferente. Hay gente que te trata con mucho respeto, como a tus compañeros hombres, pero sigue habiendo quien no lo hace. A los hombres les llama la atención verte en la calle, en la moto oficial, por ejemplo”, señala.

“Somos mujeres en un mundo de hombres. Trabajamos por igual y nos asignan las mismas funciones, pero siempre te sientes más observada. Es por ello que las mujeres somos más exigentes con nosotras mismas”, manifiesta.

Es por ello que considera que tal día como hoy, el 8-M, es una fecha importante por su carácter reivindicativo. “Hay esa necesidad de demostrar que somos capaces, iguales y que tenemos que seguir luchando por nuestros derechos. Tenemos que ser las primeras en creer en nuestros derechos. Debemos sentirnos muy potentes”, concluye, dando voz a miles de mujeres en todo el mundo.

Marga Boullosa en su kiosko. // GUSTAVO SANTOS

Marga Boullosa. “La pipa de plata”, kiosko y librería.

Nunca estar bien informado fue tan importante como en los primeros meses de la pandemia. Al frente de un kiosko en la calle Gagos de Mendoza se encuentra Marga Boullosa, que vivió aquellas semanas “con mucho estrés, respeto y miedo”.

“Lo pasabas mal porque veías a la Policía, los militares... y a tus propios clientes les tenías que frenar para que entrasen de uno en uno. Era muy raro todo”, afirma.

El establecimiento vendió más prensa que nunca, pero también libros. “Algo bueno tuvo la pandemia, que se recuperó la lectura y los juegos de mesa”, dice satisfecha.

Sigue siendo muy precavida, “porque hay que tomar conciencia de todo esto para evitar la saturación de los hospitales”.

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