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“Esta escuela es un privilegio"

Las unitarias del rural se reivindican como centros de excepción: en la naturaleza, innovadoras, diversas y con tiempo para cada alumno | Son 7 en la comarca

En la escuela infantil de Romai hay tiempo para jugar con las hojas o merendar bajo los árboles. | // GUSTAVO SANTOS Susana Regueira

Todos quieren ser mayores. Ni sus padres ni los profesores les cuentan que dentro de unos años extrañarán su pequeña escuela. Lo sabe Maica Rodríguez, profesora desde hace una década de la unitaria de Curro, que vive en Pontevedra y se encuentra con frecuencia a ex alumnos que “recuerdan su paso por aquí, lo que hacían a diario; porque en general es una relación muchísimo más cercana con ellos y con sus familias”.

Maica Rodríguez, profesora de la unitaria de Curro: "Hay una relación muchísimo más cercana con ellos y con sus familias"

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Apunta a una de las claves que han convertido las escuelas unitarias de la comarca en la primera opción para los padres que buscan una educación infantil especial para sus hijos. Es el caso de Camille Jung, madre de mellizos que este mes cumplen 4 años y que acuden a la de Lantaño. “Vivo en Caldas”, explica esta estadounidense afincada en Galicia, “no falta oferta para matricular a los niños, pero los mandamos allí, sin bus escolar, porque sin duda es la mejor escuela”.

Camille Jung, madre de mellizos: "Los mandamos a la escuela de Lantaño, sin bus escolar, porque sin duda es la mejor"

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Como en el caso de Camille, una parte significativa de los padres se desplaza desde otras parroquias o localidades para llevar a sus hijos a las unitarias. “Algunos conducen hasta 15 minutos”, señala Lidia Gómez, al frente de la escuela de Lantaño, “eso también te hace sentir a ti presión por no fallarles”. Es por eso que si se le pide una anécdota, recuerda que hace unos días un pequeño se preguntaba “si estoy mejor aquí (en la escuela) o en casa”.

Juegos en la unitaria de Lantaño, en Portas/ Gustavo Santos

De hecho, los hijos de Camille “ni saben que esto es una escuela, piensan que van a la casa de Lidia”. Lleva cada día a sus mellizos para que puedan vivir la experiencia única de “esas clases en medio del monte, los llevo por la maestra y también por el entorno; todo es muy diferente de los colegios urbanos, tienen espacio para jugar y nada está masificado”.

Llegando a clase en la escuela de Curro, en Barro

Este bajo número de alumnos les permite incorporar metodologías diferentes: desde familiarizar a los más pequeños con la filosofía a que experimenten con el baile o que se tomen su tiempo para resolver conflictos con otro niño.

En estos centros los tiempos son flexibles: salen si hace sol, caminan para tomar la merienda bajo unos árboles...

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Cultivar una huerta, aprender a vendimiar o merendar todos los días bajo los carballos son otros de los lujos, pero si algo valoran las profesoras es que “se nos permite dedicarles tiempo en el día a día”.

En estos centros, explican las docentes, los tiempos son muy flexibles: salen si hace sol (y con botas y chubasquero si no arrecia), caminan para tomar la merienda bajo unos árboles cercanos... y también hay tiempo “para la escucha”, reflexiona Maica Rodríguez, “todas tuvimos experiencias de estar en un centro grande y sabemos que con tantos niños no hay tiempo para algo tan importante como la escucha”.

¿Y qué les cuentan? A Lidia Gómez, con más de 20 años de experiencia en la escuela pública, le sigue conmoviendo que los niños del rural “tienen algo especial, hablan de cosas sencillas, aunque ahora ya están un poco más maleados por las tablets y eso, pero siguen teniendo esa esencia de lo natural, hablan mucho de sus abuelos, de sus perros, lo que hacen las gallinas...”.

La profesora Lidia Gómez con sus diez alumnos/ Gustavo Santos

Las fotografías de los alumnos transmiten la cada vez mayor diversidad del rural gallego. “Solo hay que ver que son niños de diferentes razas y orígenes culturales”, destaca esta estadounidense afincada en la provincia, “para percibir la diversidad, que representa también cómo está cambiando el rural gallego”.

En el entorno de Pontevedra funcionan 7 escuelas unitarias a las que acuden alrededor de 60 niños. La mayoría aplica el método Montessori, que se centra en las necesidades evolutivas y características de cada fase del pequeño; y la diversidad no solo se refleja la procedencia familiar, sino también en que comparten espacios diferentes edades.

Los mayores introducen y enseñan a los más pequeños, de modo que éstos asumen con más facilidad un aprendizaje secuencial. Un buen ejemplo son las mascarillas: las profesoras cuentan que “a veces a algún pequeño se le olvida, pero a los mayores nunca, están muy atentos y ni un día se quejaron”.

"Esta educación costaría en Nueva York 10.000 dólares al mes"

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¿Sabe lo que costaría esta educación en Nueva York, mi ciudad? Pregunta Camille antes de responderse: “10.000 dólares al mes, es lo que le cobran a mi hermano. Esta escuela es un privilegio. Como padres estamos encantados y en un escenario de Covid centros con tan pocos niños son una garantía máxima”.

La única pega: “No podemos estar todos los años con la ansiedad de que las pueden cerrar si bajan los alumnos. Hay que recortar en otro sitio pero no se puede truncar el futuro y castigar al rural”.

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