Mascarilla, gel hidroalcohólico y también disfraz. Así acudieron ayer a sus centros de enseñanza los escolares pontevedreses que, a pesar de las dificultades, no tuvieron que renunciar a los carnavales. O, al menos, no del todo. En un Entroido marcado por la pandemia del coronavirus, sin los tradicionales desfiles y comparsas, a los más pequeños no les quedó otra opción que disfrutar dentro de las posibilidades de una de las fiestas marcadas en el calendario pontevedrés, convirtiéndose las aulas en un refugio para la ilusión en tiempos de pandemia.

Un ejemplo de carnaval a prueba de COVID-19 lo tuvieron en el CEIP Magaláns, ubicado en la parroquia de Dorrón, en Sanxenxo. Sus alumnos fueron “escalando” en el Entroido acudiendo cada día de la semana a clase con una prenda más de su disfraz de peregrino. El centro, que trabaja con el alumnado en el Camino de Santiago del Padre Sarmiento, mandó el lunes llevar capa y zurrón, el martes añadir el tradicional sombrero, el jueves el bastón y el viernes la calabaza.

En el CEIP Magaláns (Sanxenxo) se vistieron de peregrinos.

Con mucha ilusión, pero guardando las distancias de seguridad, los escolares disfrutaron de una mañana de carnaval llevando, junto al disfraz, meriendas típicas como las orejas o las filloas, aunque este año sin poder compartir los dulces. La hora del recreo fue también aprovechada al máximo en otros colegios, como el CEIP de Barcelos. Al aire libre, en la plaza de igual nombre, sus estudiantes jugaron a ser superhéroes y princesas, como cada año. Las mascarillas y los geles no faltaron en una la única oportunidad que tendrán los pequeños de vivir juntos el carnaval en la calle, como en la vieja normalidad; en cambio en otros, como el IES de Poio, también los disfraces estuvieron marcados por el coronavirus, recordando la crisis sanitaria que vivimos.

Los alumnos del colegio de Barcelos celebrando el carnaval. | // GUSTAVO SANTOS