“Nunca tuve con mi mujer relaciones forzadas. Nunca en mi vida”, defendió esta mañana en la Audiencia Provincial el pontevedrés acusado de agredir sexualmente hasta en tres ocasiones a su mujer, así como de maltratarla de modo reiterado, con amenazas y lesiones. La fiscal pide por estos hechos condenas que suman más de 25 años de cárcel y 10.000 euros en concepto de responsabilidad civil.

Por la Sección Cuarta (en la que la víctima declaró a puerta cerrada) desfilaron este jueves psicólogos, policías, vecinos y familiares, entre ellos la hija del matrimonio, que vivió con sus padres hasta 2008 y que relató una infancia con “ellos siempre discutiendo, gritando, insultándose y dando golpes”, un escenario del que huía metiéndose en la habitación sin salir “porque tenía miedo”.

La joven detalló que los malos tratos eran constantes y “él la insultaba, le llamaba hija de puta muchas veces”. También una vecina de su misma edad, que residía en la casa continua, aseguró haber oído amenazas y confirmó que “desde pequeña a ella” al acusado “siempre se lo oía chillar” e insultar a la víctima, por ejemplo, cuando un día abrió la ventana para estudiar “y escuché que decía puta, zorra y que ella le decía no me digas eso. No los veía, los escuché”.

Constantes rupturas

En general, los testigos y peritos describieron una relación conflictiva y disfuncional, con constantes rupturas, reconciliaciones e insultos por parte del imputado. La sobrina de la víctima, que reside en la misma casa de la pareja, explicó que llamó a la Policía cuando a finales de mayo de 2018 vio como el acusado intentaba agredirla. Contó que en distintas ocasiones había oído amenazas “que la iba a matar, o la llamaba hija de puta, lo de siempre… Siempre lo oía, a través de las puertas” hasta ese día en el que, explicó, la vio agarrarla, cogerla del brazo y empujarla.

El acusado confirmó un escenario de 40 años de matrimonio el que la convivencia “empezó a ser dura”, especialmente después de que en 2016 “no había trabajo”. También se refirió al consumo abusivo de alcohol y a los intercambios de insultos: “me pasaba un poco de la marca insultándola pero ella también”, declaró, “había gritos de los dos”.

Con todo, negó que hubiese amenazado a su mujer de muerte. “A lo mejor me pasaba y daba un golpe a la pared”, afirmó, pero “nunca” la empujó ni la tiró del cuello. “Nunca la obligué a trabajar ni nada”, aseveró para defender a renglón seguido que “siempre hubo consentimiento sexual” y negar que la hubiese penetrado vaginalmente.

Final de la convivencia

La pareja dejó de convivir el 18 de mayo de 2018. Cuatro días después su mujer presentó denuncia, después de que la Policía se personase en la vivienda tras ser alertada por la sobrina de la víctima. El acusado asegura que acudió la casa de la víctima para buscar ropa pero negó haber discutido o haberla empujado, mucho menos haberle causado lesiones y en un momento aseguró que su mujer “tiene un hematoma con cualquier cosita”.

Los policías explicaron su llegada a la vivienda y cómo la víctima les explicó “que habían discutido, que se presentó allí borracho y nos contó que días antes habían tenido discusiones más fuertes”. Uno de los agentes detalló, asimismo, que la mujer les explicó que con anterioridad había “intentado quitarle el pantalón” para mantener relaciones.

La médico y la psicóloga forense ratificaron su informe integral del maltrato, en la que observaron “congruencia entre lo relatado por la víctima” y los problemas de ansiedad o miedo que presenta actualmente. En la misma medida, observan que se corresponde el relato de los hechos con el estado psicológico del agresor.

Malos tratos desde el principio

“Ella nos contó lo que vivió, o solo el último hecho sino toda su vida matrimonial”, explicaron al Tribunal las peritos, con “malos tratos casi desde el principio” y que el acusado “achaca a problemas económicos y al abuso del alcohol, al que también hace referencia la hija, hechos agrados en estos últimos 2 años”. La mujer también les contó que “incluso le había obligado a mantener relaciones”.

La víctima fue atendida en el Centro de Información á Muller, cuya psicóloga explicó que “se le hicieron test y cuestionarios” para valorar el maltrato y que evalúan aspectos como las coacciones, amenazas, control, utilización de los mejores etc. “Me preocupó el cuestionario de depresión”, reconoció la profesional, tras comprobar que era “extrema” y llegaba a incluir ideaciones suicidas, por lo que la derivó al psiquiatra.

Por lo que respecta al relato de la víctima, señaló que era congruente, sin contradicciones, y tenía el maltrato “muy interiorizado, no le daba importancia” o minimizaba aspectos como el abuso psicológico. “Para ella lo más importante era la violencia sexual, la remordía; a las otras no le daba tanta importancia”, explicó.

La defensa alegó al inicio de la vista un posible problema de imparcialidad judicial, ya que una de las integrantes del tribunal firmó una orden en junio de 2018 en la que valoran aspectos como que el acusado se había vuelto más agresivo. Tanto la fiscal como la acusación particular se opusieron y el tribunal estimó que no existe causa de perdida de imparcialidad, por lo que decidió celebrar el juicio.

“Lo que pasaba en esa casa era un auténtico calvario”

Por su parte, la defensa insistió en que al acusado se le imputan tres delitos de agresión sexual (dos en grado de consumación y uno de tentativa) que “no han quedado en absoluto acreditados”. La fiscal dibujó una relación marcada por la violencia física, psíquica y sexual. “Lo que pasaba en esa casa era un auténtico calvario”, señaló la acusadora pública al recordar los testimonios de la víctima y de su hija de que insultaba a su mujer llamándola “puta e inútil con una frecuencia a diario”, pero más allá de esa situación que ambas partes consideraron “acreditada” sobre la dura relación de pareja, el abogado del acusado negó que fuesen igualmente verosímiles los asaltos sexuales.

“Entendemos que no estamos ante una imputación que reúna los requisitos necesarios”, señaló el abogado de la defensa, que apuntó a la “falta de concreción del lugar y del tiempo” y la “falta de definición sobre unos hechos que hasta podrían haber prescrito”.