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Levantarse del sofá puede salvar vidas

Una investigación de la UVigo concluye que la práctica de ejercicio físico moderado reduce la probabilidad de muerte en personas con obesidad aunque no se baje de peso

Miguel Adriano Sánchez Lastra, uno de los principales autores del estudio. | // FDV

No hay dudas de la mala relación que existe entre la obesidad y la esperanza de vida, pero la publicación de un estudio pionero elaborado entre la Facultad de Ciencias de la Educación y del Deporte de la UVigo junto a su homóloga de Sidney y la Norwegian School of Sport Sciences añade un nuevo elemento a la ecuación: la actividad física moderada. A pesar de que padecer sobrepeso está relacionado con dolencias crónicas como la diabetes, enfermedades cardiovasculares e incluso algunos tipos de cáncer, la investigación concluye que el riesgo de sufrir una muerte prematura disminuye si se practica un mínimo de ejercicio a la semana, con independencia de que se consiga o no bajar de peso. Así lo resume uno de los principales autores del estudio, Miguel Adriano Sánchez Lastra, que representa al campus pontevedrés: diferentes niveles de deporte influye directamente a la relación que existe entre la obesidad y una menor esperanza de vida.

“Hasta ahora los estudios utilizaban esa relación midiendo factores de la obesidad como el peso o la talla, pero lo que descubrimos al usar por primera vez el porcentaje de grasa fue que, a pesar de que este sea muy elevado, si se realiza suficiente actividad física se ven atenuados los efectos negativos de la obesidad en las personas que la padecen”, explica Sánchez Lastra. Es decir, una persona con sobrepeso y una enfermedad cardiovasculas tiene menos probabilidades de morir que una en su mismo peso que no realice ejercicio alguno. Y lo mismo con el cáncer, ilustra el investigador.

Según los resultados obtenidos en el estudio, los porcentajes de riesgo de muerte prematura se redujeron en el caso de aquellas personas que superaban los 150 minutos de actividad física moderada a la semana. “Con independencia del peso, se redujo en torno a un 20 o 30%, por encima incluso si personas con obesidad grave superaban esos 150 minutos”, señala Sánchez.

La clave, y también la buena noticia, está en lo que supone “actividad física moderada”: todo lo que no sea estar quietos en el sofá. “El estudio permite a la gente con obesidad reflexionar porque aunque no se baje de peso, el hecho de estar activo ya tiene beneficios. No hay que pensar en moverse para perder peso y entonces estar sano, solo moverse ya tiene beneficios para la salud”. Con el cambio de perspectiva, añade Sánchez, perder tejido adiposo sería algo adicional.

La filosofía que se esconde detrás de su investigación es la de mostrar la cara opuesta a la vida sedentaria. “No solo moverse es beneficioso, dejar de estar quieto también: cualquier cuestión que sea levantarse del sillón ya va a sumar en contraposición a estar sentado, ya tiene impacto”. Si además se añade algo de intensidad al ejercicio, mejor, aunque este no tiene por qué significar ni salir a correr ni ir al gimnasio. “Salir a caminar 150 minutos de forma ligera a la semana ya es una actividad física moderada”, explica el investigador.

Estudio pionero

Publicado en la revista Mayo Clinic Proceedingd, este estudio parte de un análisis de los datos reunidos en el UK Biobank tras hacer seguimiento a más de 300.000 personas a lo largo de una década en Inglaterra, Gales y Escocia. Durante el periodo analizado, fallecieron más de 6.600 integrantes de la muestra. La obesidad se asoció a un mayor riesgo de muerte prematura, pero esta se eliminaba virtualmente en los que era activos.

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