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Galería de Cristal

Luto en el Puerto

Por muchas veces que se repita el drama nunca será menor el impacto emocional y, el viernes, almorzamos con el corazón en un puño porque la noticia del accidente marítimo en plena Ría nos llenó de congoja y más, a quienes conocíamos de cerca a Sebito, Eusebio Aldao Rodríguez, un profesional de lo suyo como no hay muchos, o acaso muy muy pocos, porque pertenecía a la plantilla de la empresa de remolcadores “AmareMarín” desde hace muchos años hasta el punto de que era uno de esas personas que se identifican a primera vista con su labor como si fuese una pieza más de la flota de barcos que auxilian en este puerto en las faenas de remolque, salvamentos y accidentes de todo tipo.

Sólo Dios sabe las veces que Eusebio puso su propia integridad en peligro para auxiliar con su “Gaviota” cualquier contingencia. AmareMarín, ha protagonizado muchas más de las meritorias faenas que se conocen, por la calidad y eficiencia de sus remolcadores, y por la valentía y capacidad de su personal. Y, quién podría pensar que, en un servicio sin peligro aparente, con la mar en calma absoluta y después de varias horas de faena tras la popa de un gigante de la pesca, se iba a producir semejante drama.

Las decenas de personas que a la fatídica hora paseaban aquella preciosa mañana en el incomparable marco del paseo de Portocelo, se sintieron compungidas al oir los gritos que desde el pequeño remolcador lanzaban sus tripulantes al ver la mole del pesquero que se les venía encima traicioneramente. No sé donde leí ayer que desde la Autoridad Portuaria habían dicho que el remolcador hiciera una mala maniobra y quiero suponer que no se entendería bien la explicación porque, decenas de testigos hay que se sobrecogieron con la dramática escena tras ver al barco enfilar, marcha atrás e inesperadamente, y engullir al remolcador cuyos tripulantes no tuvieron apenas tiempo para reaccionar, y la vida de Sebito pagó la tragedia. A no ser que haya quien quiera cargar el muerto al propio muerto en un razonamiento sin sentido fácilmente desmontable.

La esposa de Eusebio y sus hijas y demás familiares y amigos no tienen consuelo como tampoco Antonio Alonso, propietario de la empresa de remolcadores, y toda su plantilla, compañeros del finado, en puro shock, con los que tantos avatares a lo largo de décadas habrá compartido Eusebio codo con codo y desafiando situaciones mucho más peligrosas que las del pasado viernes. Eusebio atesoraba además un enorme contingente de amigos porque era una persona afable, atenta y colaboradora en todo lo que pudiera, siempre con buena cara y animosa moral.

El puerto y Marín entero está de luto y siente en lo más profundo la inesperada desaparición de este ejemplar trabajador y vecino y serán muchas las personas que compartan su dolor en los actos por su alma. Descansa en paz, Eusebio. No te olvidaremos fácilmente y uno no se muere mientras haya quien le dedique un recuerdo.

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