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Las personas sin hogar, confinadas en las calles

El toque de queda cae sobre Pontevedra con el doble de personas sin techo y llena de incertidumbre a los albergues

Una persona sin hogar se refugia del frío en las mantas mientras duerme en unas galerías del centro. | // RAFA VÁZQUEZ

Cada noche a las once Pontevedra se encierra en casa pero, pese a que el decreto del estado de alarma se aplica a todos por igual, hay cerca de una treintena de personas que se enfrentan al confinamiento nocturno sin un hogar. Mientras que el toque de queda vacía las calles de la ciudad, la pandemia agrava la situación de vulnerabilidad de las personas con menos recursos, que viven con mayor incertidumbre el anuncio de las medidas destinadas a frenar el avance del virus.

Desde el inicio de la crisis sanitaria del Covid-19 en Pontevedra se duplicaron las personas que duermen a la intemperie, según contabilizan en la Cruz Roja. “Notamos un aumento, están los de siempre y algunos más. Antes de la pandemia teníamos un grupo más estable de siete u ocho personas, ahora estamos encontrando alrededor de quince. Hay más necesidad”, señala María Durán, coordinadora del programa de Asistencia a Personas Sin Hogar que dos veces a la semana mantiene una ruta nocturna para atender sus necesidades.

En la última salida, realizada en la noche del martes, además del habitual reparto de bebidas calientes, aguas y bocatas, los voluntarios de Cruz Roja informaron a trece personas del horario del toque de queda, un anuncio que recibieron con reticencia. “Siempre incidimos en que dormir en la calle debería ser la última opción, les informamos de la situación actual y del horario, pero aún son reticentes. Tenemos que esperar a ver qué pasa y cómo reaccionan las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, pero sí se han quejado porque no se pueden mover y están en una situación más precaria”, destaca Durán, que ve una ventaja comparativa con el anterior estado de alarma. “Es menos problema que estén en la calle porque solo es pernoctar. En el anterior no podían estar de ninguna forma. Entonces, aunque siempre hay gente muy reticente a acudir a un albergue, había más control y eso les hizo entrar”.

Por el momento, tanto desde las entidades sociales como desde la Policía Local se les indica que no deambulen a partir de las 23:00 horas y se les permite dormir en sus lugares habituales sin forzarlos a acudir a un albergue. “Nos mantenemos a la expectativa, para coordinarnos (con los albergues y el Concello) y ver cómo va evolucionando. Las cosas son cambiantes, pero si de momento hay plazas libres es que todavía no está colapsado el sistema”, concluye Durán.

Usuarios en albergues

A la quincena de personas que pasan el toque de queda en las calles, en Pontevedra hay otras tantas personas sin hogar que sí hacen uso de los dos albergues de los que dispone la ciudad y que elevan el número de personas sin techo hasta la treintena. En concreto, en el centro que tiene Cáritas la afluencia de usuarios estos días ronda los siete para las diez plazas que mantiene disponibles. Es un número que se repite también en el albergue San Vicente de Paul, Calor y Café, que contabiliza entre siete y nueve usuarios para un total de doce camas, cifras en todo caso que pueden cambiar en cualquier momento.

“La demanda va variando, pero de momento se llega a cubrir. Tenemos un poco reducido el aforo, hasta nueve personas para mantener las distancias frente al coronavirus, pero normalmente no llegan a ocuparse”, explica Víctor Rey, director de Calor y Café. Allí la noticia del toque de queda se acogió entre los usuarios con incertidumbre, pero sin cambios en su situación. “No les afecta porque el horario del albergue se cumple, pero en cualquier momento se puede complicar la situación”, explica Rey. Tanto desde el albergue que dirige como desde Cáritas aseguran que la situación “está controlada” aunque todavía es pronto para evaluar los efectos que tendrá el nuevo estado de alarma en la red de apoyo a las personas sin hogar.

Plan de emergencia

Desde el Concello, por el momento no contemplan un plan de emergencia para la red de albergues similar al del anterior estado de alarma, cuando se habilitaron dos espacios en el centro de Raíña da Paz y en el pabellón municipal. “Todos los días estamos viendo la evolución, pero ahora no hay necesidad de abrir un tercer albergue. Llevamos pocos días con el estado de alarma y estamos estudiando. Estamos a la expectativa para activar esa vía, pero no se contempla por el momento”; asegura el concejal de Benestar Social, Marcos Rey.

El 63% lleva más de tres años viviendo en la calle

El confinamiento total que vino de la mano del anterior estado de alarma permitió realizar una fotografía más real del las personas sin hogar en Pontevedra. Entonces, cuando se habilitaron los dos albergues provisionales en el espacio de Cáritas en Raíña da Paz y en el propio pabellón municipal, los servicios sociales pudieron llegar a gente que normalmente no accede a los recursos que tienen disponibles para paliar su situación de pobreza. En total, por ambos albergues pasaron 58 personas que se quedaron una media de 33 días cada una. Desde el Concello informan, además, de que el máximo de usuarios atendidos por día fue de 45 personas, una cifra superior a la demanda actual entre los dos centros existentes. En cuanto al perfil de las personas sin techo en Pontevedra, la gran mayoría de los acogidos fueron hombres. En los 76 días que ambos centros estuvieron habilitados para las personas sin hogar se acogió a 52 varones frente a seis mujeres, con una media total de edad de 46 años. Además, según recogen desde la Concellería de Benestar Social, solo un 28% de los usuarios provenía de alguno de los albergues habituales de la ciudad. Es decir, gran parte de los acogidos acudió por primera vez a un albergue durante el anterior estado de alarma. Según el estudio realizado entonces, un 63% de los acogidos llevaba más de tres años viviendo en la calle y un 19% entre uno y tres. Precisamente, la técnico encargada de la coordinación de ambos albergues provisionales, Patricia González, destaca la dificultad para que las personas sin hogar que duermen a la intemperie durante el toque de queda hagan uso de las instalaciones que tienen disponibles. “Aunque abramos un nuevo albergue, no podemos cogerlos y meterlos allí. Es una situación difícil de medir y cambiante”, explica la funcionaria y trabajadora social del Concello.

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