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El convento de Santa Clara desvela sus secretos

El cenobio de clausura, cerrado al público desde su fundación, recibe sus primeras visitas, asombradas por la huerta o el viñedo

El convento de Santa Clara desvela sus secretos

Deslumbrados especialmente en la zona gótica y la huerta, conmovidos al hacerse el silencio y comprobar que en pleno centro de la ciudad solo se oyen os pájaros, y conscientes del privilegio de acceder por primera vez a un recinto cerrado al público durante siglos. Los participantes en las visitas guiadas de la Semana do Patrimonio Invisible pudieron disfrutar ayer de un recorrido único por Santa Clara, convento de clausura que abrió sus puertas a un grupo de ciudadanos por primera vez en la historia.

En solo 1 minuto se agotaron las 150 reservas de entradas y para cuando se cerró la lista de espera, 20 minutos después, más de 400 personas se habían inscrito para estas visitas exclusivas, lo que da idea de la expectación que generaron. Se levaron a cabo en turnos con limitación de aforo (un máximo de 15 participantes) y fueron recorridos de aproximadamente una hora en los que se impartieron numerosas explicaciones sobre la historia, la arquitectura y la forma de vida de las ocupantes del convento.

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El convento de Santa Clara muestra sus tesoros a los pontevedreses

Oculto a la vista de todos, se conoce poco de su fundación si bien se sabe que en 1362 arranca la construcción de la cabecera. Las clarisas, la rama femenina de los franciscanos, fundaron la comunidad de Pontevedra a finales del siglo XII, y como otras órdenes mendicantes situaron su monasterio en lo que entonces era uno de los arrabales de la ciudad medieval, con A Moureira y O Burgo Pequeno. Eligieron un espacio en el Camiño de Castela, cercano a la puerta de la muralla por la que entraban las mercancías al interior de la ciudad, especialmente el vino de O Ribeiro, y con ello promovieron la urbanización de esta zona perimetral al burgo.

Obediencia, sin propio y en castidad. Han de definir la forma de vida de las monjas, según la Regla de Santa Clara, de modo que las partes más primitivas del convento son sobrias y sin apenas ornamentación. La visita arrancó en la portería, de los pocos sitios "públicos" del convento, caso de la iglesia, y donde está el torno.

Éste se construía "de modo que no pudiese pasar una persona, es decir que nadie puede entrar o salir por él", explicó Leo González, guía de la Semana do Patrimonio Invisible. El convento dispone de un segundo torno, situado en el interior de la iglesia, para hacer llegar la comunión a las monjas. Se completa a su vez con un cajón inferior para que éstas entregasen al sacerdote los ropajes que utilizaría durante la misa.

A mayores de la portería y el torno, el otro punto de contacto de las monjas con sus familias era el locutorio, que también se incluyó en la visita. Los asistentes pudieron comprobar el efecto de intentar hablar a través de dos rejas, entre las que además se situaba una tela negra para impedir la visión.

Con todo, la sensación de haber dejado atrás la vida cotidiana se multiplica a partir del claustro. Las partes más primitivas son del XIV, caso de las tumbas de las primeras abadesas, y el resto del XVIII. Solo esta cerrado por dos lados, y próxima a uno de los extremos está situada la fuente. En estos momentos no tiene agua (lo que provocó las protestas de las monjas, que no podían regar la huerta) y es casi una réplica de la de A Ferrería, ya que de hecho data de la misma época, con el característico chafarís y, en este caso, la imagen de Santa Clara.

A unos metros, la huerta es una de las mayores sorpresas. Está situada a una cota inferior a la calle (la muralla mide 6 metros por la plaza de Barcelos y 8 por el interior) y arbolada. En la finca tampoco faltan los viñedos emparrados y de hecho algunos años las monjas cosechaban más de 1.000 litros.

Por su parte, los frutales posibilitaban la elaboración de postres, especialmente el dulce de manzana.

La visita permitió conocer numerosos detalles y curiosidades, como los dos tipos de monjas que habitaron el convento: las llamadas monjas del coro, que cantaban y rezaban salmos y procedían de familias nobles que podían pagar dotes, y legas, que realmente trabajaban como sirvientas. Vestían hábitos de colores diferentes, si bien posteriormente todas pasaron a utilizar los mismos ropajes negros.

FARO se adentra en el huerto de Santa Clara

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La sillería del coro, la puerta de carro por la que entraban mercancías, una sala que funcionó como escuela desde finales del XVIII o la reja desde la que las monjas asistían a misa también se incluyeron en la visita. Ésta dejó fuera zonas como el reflectorio, la enfermería o las cocinas, que los visitantes no echaron de menos tras un intenso recorrido que concluye en la iglesia. Se trata de la parte más conocida pero también la más antigua, un inmejorable colofón gótico en una jornada histórica.

El alcalde, Miguel Fernández Lores, fue uno de los participantes en la primera visita, al igual que el concelleiro de Patrimonio Histórico, Xaquín Moreda, que confirmó que dado el éxito de la Semana do Patrimonio Invisible se programará una segunda edición, si bien será el próximo año, dadas las numerosas autorizaciones precisas para entrar en un convento de clausura.

Por su parte, al regidor se dirigieron la mayor parte de las peticiones. "Alcalde, tienes que conseguir esto para la ciudad", solicitó una vecina al ver la gran huerta, haciendo suya la solicitud de la práctica totalidad de los asistentes. El propio regidor, tras una hora conociendo el interior del convento,reconocía que este espacio de 12.000 metros cuadrados en el centro de la ciudad es "muy apetecible para conocer y gozar".

El Concello,recordó, estaría dispuesto a una futura colaboración transitoria de mantenimiento mínimo del convento y la finca para evitar la pérdida del patrimonio a cambio del uso de la huerta, en tanto no exista un acuerdo de venta por parte de la congregación.

Los contactos para esta posible compra se iniciaron hace dos años. Fue el propio regidor quien los inició y desde entonces se sucedieron distintas reuniones, las más recientes a través del edil de Patrimonio Histórico, si bien "la cosa va lenta", indicó el regidor.

"Es propiedad de las Clarisas y la decisión final es de ellas", añadió, "a nosotros nos gustaría que este patrimonio no se perdiese, y se puede tener uso público o ser permeable a los ciudadanos, muchísio mejor. Estamos en las fases iniciales ( de la negociación para el posible traspaso al patrimonio público) y no sabemos en qué va a quedar".

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