Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Albatros, un pub de cine

Javier Fernández mimó aquel fantástico lugar que acogió a bohemios, noctámbulos y artistas de variado pelaje en los años 80 (1)

Albatros, un pub de cine

Albatros nació con el firme propósito de no convertirse en un pub más; debía ser algo diferente al Nelson y al London, sus referencias más directas entre un número considerable de discotecas y clubs. Eso tuvieron muy claro Javier Fernández, Andrés Puga y Tino Domínguez, cuando se embarcaron en semejante aventura a finales de 1978. A su rebufo llegaron más tarde La Cabaña y el Universo, otros dos pubs míticos.

Un sótano ubicado en el número 13 de Andrés Mellado, calle bastante céntrica pero poco comercial, cobijó al nuevo pub. El local pertenecía al escultor José Luís Penado, quien alentó aquella iniciativa juvenil desde el primer momento. Con anterioridad, allí estuvo El Bodegón, un mesón sin mucha fortuna que pasó sin pena ni gloria.

Armando Guerra, que había cambiado la música por la publicidad, se encargó de plasmar el logotipo de Albatros, una imagen muy lograda que permaneció siempre como santo y seña del pub en sus dos vidas. Guerra también colaboró en su decoración interior, de inspiración irlandesa y aire marinero, junto a Julio Otero, más conocido por Mince, que luego se convirtió en un experto marchante. Los amigos más cercanos a los promotores se volcaron en el proyecto para conseguir que llegara a buen puerto.

Un año después de la apertura, Javier Fernández compró su parte a los otros dos socios de mutuo acuerdo y asumió la gestión en solitario de Albatros, a su imagen y semejanza. Entonces comenzó a escribir su leyenda.

"Cerré el pub durante una semana -recuerda ahora el momento clave- y realicé algunos cambios en la decoración general para dejarlo plenamente a mi gusto: mantuve los sofás por un parte, pero puse en la otra sillas de director de cine, que dieron muy buen juego. Forré el piso con una especie de skay negro. Y reservé una esquina al fondo como escenario para actuaciones musicales."

Noctámbulos inexorables, artistas en ciernes y bohemios empedernidos, convirtieron Albatros en su lugar de referencia durante toda la década de los años 80. De Juan Vidal Fraga a Jorge Cuña Cassavellas; de Carlos Osorio a Manolo Moldes, pasando por José Mª González. Imposible citar a todos los componentes de su nómina habitual.

El pub se benefició de una clientela dispar y variopinta que convivió en razonable harmonía. También fue lugar de tertulia al estilo de los viejos cafés de antaño. Allí se habló y se discutió de lo divino y de lo humano en interminables madrugadas, pero nunca hubo un incidente serio.

El arte estuvo presente desde su apertura en Albatros. Sus paredes acogieron un sinfín de exposiciones individuales o colectivas, tanto de artistas debutantes como renombrados. Pintura, dibujo, fotografía, escultura, cerámica, esmalte, grabado, etc. Una relación exhaustiva de cuantos allí presentaron sus propuestas llenaría esta página. Para muestra un botón:

Manolo Moldes, Antón Sobral, Menchu Lamas, Carlos G. Mourón, Remigio Nieto, Guillermo Moroy, Mercedes Cifuentes, José Mª Osorio, Ángel Orcajo, Fernando M. Vilanova, Saúl Otero, Alberto Cuartero?.

La exposición de Manolo Moldes constituyó un acontecimiento artístico de primer orden y mereció el reconocimiento general. Remigio Nieto exhibió los dibujos originales de una Guía Monumental de esta ciudad, experiencia singular que promovieron los comerciantes de la calle Manuel Quiroga. Y Carlos García Mourón presentó unos dibujos acuarelados en los que empleó el vino tinto como ingrediente cromático. Algunos de ellos repitieron experiencia a lo largo de aquella década.

Especialmente numeroso fue el colectivo de fotógrafos locales y foráneos que mostró allí sus inquietudes: de Carlos Osorio a Antonio Babío, pasando por Roberto del Río, Javier Hernández, Javier Carrete &Indio, José Mª Castaño, etc. Muy interesante por su calidad y su contraste resultó una colectiva donde destacaron las fotografías de Cabada, Acuña, Nelson, Osorio y Babío. El propio Javier Fernández también realizó varias muestras de acrílicos urbanos, una de ellas compartida con magníficas esculturas de José Luís Penado; o sea inquilino y arrendador del local, mano a mano.

Igualmente unos cuantos artistas en ciernes presentaron sus primeras exposiciones como Roberto Taboada, Adolfo Mosquera, Yolanda Agulla y Clotilde Estévez, entre otros muchos.

Esa apuesta firme obtuvo un merecido reconocimiento del Concello que en 1981 otorgó a Albatros el premio Ciudad de Pontevedra dentro de la categoría de Valores Artísticos. Un galardón concedido por unanimidad del jurado, que ponderó su "apoyo desinteresado a los artistas pontevedreses."

A partir de entonces, el pub conoció su mejor época, situada por su mentor entre los años 1982 y 1986.

El chocolate con nata para las chicas, el dry Martini seco para los chicos y, sobre todo, el café irlandés para todos indistintamente, constituyeron las principales especialidades de Albatros. Javier Fernández subraya ahora con indisimulado orgullo que su preparación se cuidaba al máximo, siempre cara al público y con marcas reputadas. En especial, recuerda el whisky de malta Glenfiddich, con su toque característico entre amielado y afrutado, que compraba en el cash de Sergio Martínez, su proveedor exclusivo.

Albatros también resultó una escuela de hostelería para tres hermanos, Carlos, Fredy y Tito, que dejaron un grato recuerdo entre su heterogénea clientela. Tratándose de camareros, el apellido no cuenta; basta con el nombre de pila o el apodo. Los tres aprendieron mucho y se curtieron bien, tal y como demostraron en sus empleo posteriores; sobre todo Carlos en el Borona.

Cuando la zona vieja de esta ciudad empezó a ser una fiesta constante cada fin de semana, donde no se abría un pub o un bar en cada esquina sino en cada bajo, llegó la hora del adiós a Albatros. Su ubicación en un lugar tan equidistante de aquella movida imparable, unida a un cierto hastío de su propietario ya metido en otros menesteres, y a la falta de un relevo generacional que insuflara nueva vida al pub; todo combinado precipitó su cierre irremediable en 1990.

Javier Fernández se fue con la música a otra parte y luego tardó quince años en volver. Pero en 2004 abrió de nuevo Albatros en su mismo lugar y llenó el pub de música, que adquirió una relevancia igual o mayor a su vertiente pictórica. De ambas cosas irá la crónica del próximo domingo, porque sin ellas este cariñoso homenaje a un pub de cine quedaría incompleto.

Un ave majestuosa

"Por distraerse, a veces, suelen los marineros / dar caza a los albatros, grandes aves del mar / que siguen, indolentes compañeros de viaje / al navío surcando los amargos abismos€."

Así comienza el famoso poema de Charles Baudelaire, del cual tomaron prestado su título los promotores del pub. El poeta maldito por antonomasia escribió dichos versos durante un viaje bastante forzado por los Mares del Sur. Entonces conoció de cerca las peripecias de los albatros, a quienes llamó "reyes celestes, torpes y avergonzados". Es decir, una de cal y otra de arena.

Javier Fernández cuenta que cuando llegó la hora de elegir un nombre para el local entre los tres promotores, fue Andrés Puga quien propuso Albatros frente a otras opciones "Aún recuerdo, por ejemplo, alcatraz. Pero albatros nos gustó a todos, porque nos atrajeron todas sus connotaciones, desde su simbología marina, hasta su origen maldito."

Los albatros están consideradas como una de las aves más majestuosas del planeta por sus largas alas de plumaje blanco y los marineros ven en ellas un símbolo de buena suerte. Desde luego, el nombre del pub hizo fortuna.

Celso Bugallo en acción

Celso Bugallo eligió Albatros para su presentación en Pontevedra a principios de 1980, cuando iba para el gran actor que es hoy. Formado en Logroño, había pasado por varias compañías hasta fundar su propio grupo, el JUBY, que ganó el Premio Nacional de Comedias con "El retablo del flautista".

Bugallo ofreció "Postrimerías", un juguete dramático a su imagen y semejanza. Además de autor, era actor, coreógrafo y director. Él solo en escena a pecho descubierto durante media hora. Con la canción "Atom Heart Mother", de Pink Floyd, al fondo, escenificaba el deambular de una persona por un lugar no definido de la tierra, sumido en la desolación total a causa de un fenómeno indeterminado. La representación tuvo tanto éxito, que repitió la noche siguiente, y luego Celso Bugallo actuó en otras ciudades gallegas para darse a conocer, mientras barruntaba la formación de un grupo teatral.

En la misma línea experimental, Albatros acogió las actuaciones del mejicano Abiud Aparicio, mimo, actor y músico, de gira por España con "La última barrera", una pantomima social; y de Lupox, otro mimo transgresor con su show "El pájaro transformista". O sea, de pájaro a pájaro.

Estreno del Brumario

La Fundación Cuña Casasbellas seleccionó tres emplazamientos especiales para efectuar su presentación en Pontevedra y desarrollar su programa inicial a finales de 2005: el Teatro Principal, el Instituto Valle-Inclán y el pub Albatros. Los tres lugares estuvieron muy presentes en las vidas de Manuel Cuña Novas y su hijo Jorge Cuña Casasbellas.

Constituida oficialmente desde el 4 de noviembre de aquel año, la fundación se estableció provisionalmente en un pequeño local de la calle Marquesa, hasta que encontró un buen acomodo en la calle Xerardo Álvarez Limeses y abrió precisamente en Albatros la primera edición de su Brumario Poético. Una exposición titulada Sérpigo, formada por piezas cerámicas de Suso Dobao y Verónica P. Torres, e inspirada en poemas o versos de Jorge Cuña, enmarcó aquel acto inaugural. Y el pub también acogió el cierre de aquella programación con Mosáico, espectáculo combinado de danza, música, cerámica y poesía, donde participaron La Rafi, Aziz Khodari y Marcos Teira.

Jorge Cuña murió prematuramente un año antes de la reapertura de Albatros, donde compartió tantas y tantas tertulias con su gente más cercana.

Compartir el artículo

stats