La Unión inauguró a bombo y platillo el 21 de septiembre de 1955 una estación de autobuses en la calle General Mola para su línea de viajeros entre Pontevedra y O Grove. La bendición del local corrió a cargo del coadjutor de San Bartolomé, José Luís Daviña: El alcalde, Juan Argenti Navajas, y el consejero nacional del Movimiento, Antonio Puig Gaite, encabezaron el nutrido grupo de autoridades e invitados. El concesionario, Miguel Sueiro Barreiro, cabeza visible del grupo empresarial, no cabía en sí de gozo y obsequió a todos los asistentes con un vino español.

La destacada representación oficial puso de relieve la total ceguera del Ayuntamiento a la hora de permitir dicha instalación. Nadie se percató -o no quiso verlo- que aquel lugar no resultaba adecuado para la función autorizada.

Además de la flotilla de La Unión, que poco tiempo después pasó a manos de Miguel Otero, un mes más tarde se trasladó Transportes Raúl García, con su línea a Mondariz y Ponteareas.

Los autobuses no tardaron en convertir General Mola en un lugar intransitable, tanto para vehículos como para peatones. Su doble dirección chocaba con el sentido único de las calles adyacentes, Michelena de salida y Riestra de entrada a la ciudad. Los pontevedreses que peinen canas y tengan memoria, todavía recordarán bien aquel desbarajuste de cestas, paquetes, baúles y escaleras, manga por hombro entre usuarios y empleados, todos pululando alrededor de los ómnibus aparcados en sentido oblicuo.

Aquel fue un tremendo disparate que pagó caro toda la ciudad en las dos décadas siguientes hasta la apertura de la Estación de Autobuses en 1980.