- ¿Esa relación de los niños actuales solo con sus pares, es decir con los que son semejantes y de su edad, actúa con un lastre?

-Es una limitación, no pueden nunca experimentar cómo se conoce a un desconocido, encontrarse en un espacio fuera de casa con otro niño que no se conoce necesita elaborar estrategias de encuentro. Igualmente los niños que se mueven solos encuentran adultos, los que recorren todos los días el mismo camino para ir a la escuela acaban conociendo al del quiosco, al del comercio de allá, todo eso construye ciudadanía, el niño se siente parte de un mundo social y eso tiene un valor enorme.

- ¿El mayor acto de generosidad de los padres es dejarlos ir?

-Dejarlos, sí. Yo estoy repitiendo con mucha fuerza el valor del verbo dejar, lo estoy diciendo para la familia, para la escuela y para la ciudad. La familia significa deja que salga de casa y haz de manera que pueda no tener miedo de salir y tenga ganas de venir a casa para contarlo, sabiendo que no te va a contar todo, porque lo que se vive fuera frecuentemente es algo que la familia no puede saber, porque el juego también tiene que ver con la transgresión, el riesgo. Y la escuela es muy importante que entre en esta lógica de dejar a los niños, no acompañarlos siempre.

- ¿No a los deberes?

-La escuela tiene que dejar tiempo libre para que los niños puedan jugar libremente y mañana llevar cosas interesantes al aula. La cosa menos interesante que puede llevar un niño a la escuela son los deberes, no aportan nada. Y la ciudad igualmente, no es tan importante si ofrece mucho, sino que la ciudad buena es la que permite mucho, que te deja hacer, te deja moverte, vivir tu experiencia, y confía en ti, porque la seguridad urbana no se consigue aumentando la policía sino con la presencia de la gente, son las personas las que garantizan que esa ciudad sea segura.