La industria de la celulosa es una bioindustria circular que lidera la descarbonización en nuestro país. En este sector se produce una doble circularidad: la circularidad natural, al fabricar productos procedentes de fuentes naturales renovables; y la circularidad social e industrial del reciclaje, al ser productos que tras su uso se reciclan masivamente. Es, por tanto, un exponente de la economía circular, al tiempo que se consolida en un aliado necesario en la reducción de los gases de efecto invernadero, y la lucha contra el Cambio Climático.

Básicamente, la industria de la celulosa se asienta sobre cuatro pilares. El primero de ellos es una gestión forestal sostenible, ya que la bioindustria circular de la celulosa empieza en las plantaciones forestales locales de las que procede la madera que emplea el sector y que son grandes sumideros de CO2.

El segundo es el proceso productivo eficiente y responsable, con la optimización del uso de las materias primas y el agua, la valorización de los residuos del proceso y la eficiencia energética y la descarbonización.

La generación de riqueza y contribución a la calidad de vida, estaría en tercer lugar. Aparecería como motor de una potente cadena de valor, cuya aportación global a la economía supone el 4,5% del PIB y genera uno de cada cincuenta empleos en nuestro país. Con bioproductos reciclables, capaces de producir el mayor valor añadido a partir de materias primas locales, mejoran la calidad de vida de los ciudadanos.

Por último es de destacar el liderazgo en la recuperación y el reciclaje, con el que se cierra el ciclo de la bioindustria circular del papel.

Es especialmente reseñable que la bioindustria circular de la celulosa utiliza como materia prima madera de especies arbóreas que se cultivan casi en su totalidad en plantaciones locales. Dichas plantaciones ocupan 512.481 hectáreas (el 2,8% de la superficie total de bosques en nuestro país).

Estas plantaciones de madera para papel constituyen grandes sumideros de CO2, al presentar un crecimiento rápido, por lo que su consumo de dióxido de carbono es mayor. Las 512.481 hectáreas de plantaciones donde se cultiva la madera para fabricar papel suponen 48 millones de toneladas de CO2 equivalente fijadas, contribuyendo de este modo a frenar el cambio climático.

Ya en el proceso de transformación, se busca la mayor eficiencia tanto medioambiental como económica a lo largo de todo el proceso de fabricación. Es por ello que la estrategia industrial se asienta en la optimización del uso de las materias primas y el agua, la gestión de los residuos del proceso, y la eficiencia energética y la descarbonización.

El proceso de producción de celulosa es prácticamente autosuficiente. Las plantas generan, gracias al aprovechamiento de los subproductos forestales, energía renovable para su funcionamiento, en forma de energía eléctrica y vapor. Esto evita la emisión a la atmósfera de gases de efecto invernadero asociados a la producción de energía para estas instalaciones, al tiempo que se garantiza un aprovechamiento integral y sostenible del árbol.