A su marido, Felipe Otero, le detectaron un tumor en la base de la cavidad bucal en el año 2011. Tras una rápida intervención y su posterior recuperación, volvió a recaer un año y medio después. En esta ocasión, con unas secuelas mucho más graves que tras la primera cirugía.

Felipe fue uno de los pacientes que relató a los asistentes a la jornada de la AECC de Pontevedra cómo es su día a día, cómo sufre las consecuencias y cómo se enfrenta a ellas en su rutina diaria. Tras su intervención, Pilar González explica de qué forma tuvo que adaptarse la familia a las nuevas necesidades fisiológicas de su marido.

-¿Cómo fue el proceso de diagnóstico y la intervención? ¿Fue rápido?

-Sí, la verdad es que en esto no podemos tener queja porque como el tumor se le notaba por la parte externa de la garganta, el diagnóstico fue rápido. De aquella yo trabajaba en Montecelo como enfermera y me pregunté a los especialistas de Otorrino. En cuestión de un mes ya lo habían operado, tras hacerle varias pruebas y la biopsia. Posteriormente, pasado un año y medio, aproximadamente, tuvo una recaída y tuvieron que volver a operarlo. En esa ocasión el tratamiento fue quimioterapia combinada con radioterapia y ahí tuvo un bajón importante, porque la quimio fue muy agresiva y tenía que ponerla todas las semanas, con lo cual el organismo no tenía tiempo a reponerse. Fue entonces cuando dejó de comer prácticamente por completo.

-¿Cómo llegaron hasta la AECC de Pontevedra?

-Hablé con la logopeda del CHOP, Araceli, pero ella está sola para todo Montecelo, por lo que se puso en contacto con AECC de Pontevedra y nos derivó hasta la entidad. Fue así como Felipe empezó a hacer la rehabilitación para la disfagia. Después empezó a comer un poco mejor y ahora ya come de todo, aunque siempre con una textura determinada.

-¿Cómo deben ser entonces las comidas de Felipe?

-Pues no pueden ser ni muy líquidas, porque si no la comida le sale por la nariz, ni pueden ser muy espesa, porque si no no es capaz de hacer el bolo para tragar.

-El cambio de vida para él y para su familia tuvo que ser radical...

-Sí, total. Te cambia la vida por completo. Supone un impacto familiar muy grande, porque de aquella nuestro nieto era pequeño y como veía que su abuelo hablaba mal y, a veces se enfadaba, él le decía que no lo quería que no era capaz de hablar. Es una pequeña anécdota, pero deja marca, y por otra parta, está el cambio en la vida social. Como al hablar, Felipe se bababa y es una persona muy extrovertida, le daba reparo quedar con sus amigos y que lo vieran así. Con los de toda la vida no había problema, pero con gente conocida ya no quería. Yo me jubilé al poco tiempo de que su recaída, porque en casa para la comida quería estar en con él, además estaba muy delgado, llegó a pesar 40 kilos y la recuperación fue muy lenta. Y bueno, lo de ir a comer solos por ahí, se acabó, claro, ya no puedes hacerlo.

-¿No existe ningún restaurante o bar en Pontevedra al que puedan ir a comer o a cenar?

-Hay muy pocos sitios en los que él pueda comer sin problemas y habitualmente no se sale del clásico puré. Normalmente tenemos que avisar para que le preparen algo especial. Nosotros viajamos y avisamos de que tenemos este problema, pero luego la realidad es que no nos hacen caso.

-Por lo que comenta, está claro que existe un desconocimiento de esta realidad por parte de la hostelería, o falta de sensibilización, pero ¿diría que también por parte del conjunto de la sociedad?

-Reconozco que la primera en desconocer las consecuencias de este tipo de cáncer era yo misma. Es que realmente no eres consciente de esta realidad hasta que te toca vivirlo de cerca. La ilusión de Felipe sería poder comer un huevo frito con patatas, pero es una utopía, porque aunque recupere algo más, la disfagia no se lo permite. El año pasado, la asociación hizo un taller para concienciar a los cocineros sobre este tema, porque pienso que al igual que hoy en día existen menús para personas celíacas o intolerantes a la lactosa, porque cuando vamos a comer o a cenar fuera, por ejemplo, siempre le tengo que llevar su táper.