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Lo que hay detrás del daño cerebral

Pacientes cuentan sus historias para poner esperanza donde ellos no la veían, en un esfuerzo continuo por la máxima recuperación

Mónica y su hermano Carlos. // Gustavo Santos

Tener un daño cerebral significa trabajar día a día por recuperar tus capacidades. Esforzarse continuamente para alcanzar más. Un golpe, un accidente o ictus hacen que la vida cambia de un día para otro y nadie está preparado para ello. Por eso los familiares y pacientes con daño cerebral del Instituto de Neuro-Rehabilitación Quirón Salud, en Poio, admiten que lo más duro del tratamiento es la adaptación a la nueva situación. Hoy, Día del daño cerebral, confiesan junto a los profesionales del sector que, aunque al principio no lo parezca, trabajando diariamente y esforzándose, los resultados van apareciendo y un paseo por la calle o una conversación adquiere un valor incalculable. Ayer familiares y profesionales se reunieron en la clínica para transmitir este mensaje de esperanza.

María estaba en segundo de Bachillerato cuando le dio un ictus en el patio del colegio. Ahora no quieren que hable por ella "fue duro al principio porque yo creía que era una pesadilla, pero ha sido verdad", explica. Junto con ella toda la familia se ha implicado en el tratamiento y aseguran que se puede salir de esa pesadilla. En seis meses María ha salido del coma, ha aprendido a tragar y a hablar, no sin esfuerzo. "Soy cabezona hasta la muerte", confiesa.

Como ella Domingo ha sido bastante cabezón en su terapia desde que sufriera un golpe en la cabeza debido a un síncope. Este jubilado celebra que en una semana recibirá el alta y que goza de una autonomía total. "La terapia fue muy intensiva y de mucho cansancio para él, todas las mañanas acababa felizmente agotado", recuerda su esposa Teresa, a lo que Domingo añade: "Hay que poner el 100%". Además, se vuelca con los profesionales y reivindica el trabajo de la neuropsicología y aplaude a los estudiantes que ayudarán en casos como el suyo. Demuestra en sus palabras un total cariño por los profesionales y cita a Marañón para decir que "el mejor médico es aquel que ama al enfermo".

La terapia no es un camino de rosas y empieza por admitir que la vida te ha cambiado. Esto fue de lo que más le costó a Carlos, de 30 años, que sufrió un accidente de coche cuando iba de copiloto y se negaba a recibir tratamiento. "Lo vivimos con mucho miedo, no sabíamos cómo iba a evolucionar porque no nos daban esperanzas y al principio nosotros tampoco las teníamos", recuerda su hermana Mónica. Carlos tenía miedo de los coches y pasear por la calle para él era todo un reto. También había perdido habilidades sociales y se agobiaba con las aglomeraciones y aunque aún le queda trabajo por hacer, va evolucionando y ya puede estar tranquilamente con un grupo de gente.

En este sentido los profesionales de Quirón ensalzan la importante labor de las familias que, es fundamental para la intervención terapéutica completa. "Que se impliquen en el proceso o cuenten detalles del contexto familiar o que acudan a las sesiones de seguimiento es vital para la recuperación" para el objetivo común, que es siempre dar el máximo de sí para conseguir la recuperación máxima posible.

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