El pequeño puñado de almejas que unos bañistas se llevan para su casa como trofeo de una tarde de playa o para adornar un plato de arroz, multiplicado por cientos de bañistas, puede convertirse al cabo de un año en miles de kilos de marisco extraídos ilegalmente de los arenales, con el consecuente daño económico que padecen los mariscadores. El llamado "furtivismo de bañador" no es anecdótico, y de hecho los Gardacostas de la Xunta intervienen de media cada verano en torno a una tonelada de bivalvos arrancados de la arena por bañistas. Sanxenxo y Poio son dos de los municipios de la campaña "Non sexas pirata" de la Consellería do Mar para explicar que a las playas hay que ir a relajarse y a disfrutar, no a coger marisco.

-¿Cuál es la evolución de la incidencia del "furtivismo de bañador" con respecto a los últimos años? ¿Están surtiendo efecto las campañas informativas?

-El problema se mantiene estable. Aún no ha empezado el periodo fuerte, que es agosto, pero hasta ahora vemos que la incidencia del problema es más o menos la misma que los últimos años.

-¿Cómo suelen reaccionar los bañistas cuándo se ven sorprendidos cogiendo marisco?

-Generalmente, se hacen los locos. Los que no saben que están haciendo mal tienen el marisco a la vista y no dejan de buscar cuando las vigilantes se acercan a ellos. Pero el que va con la idea de coger marisco a sabiendas de que no puede actúa de otra forma. Lo esconde en algún lugar próximo, espera toda la tarde tomando el sol o bañándose, y al terminar recoge y se marcha con él.

-¿Los infractores asumen que están actuando mal y que deben devolver el marisco a la playa?

-La mayoría dicen que lo estaban haciendo por curiosidad y sí que lo devuelven al mar. Pero un 40 por ciento de las personas a las que vamos a llamar la atención reacciona mal. Las mariscadoras ya están avisadas de que tienen que ir siempre con buenas formas y que no deben perder los nervios. Intentamos explicar a los bañistas que ese marisco no está en la playa por casualidad, y que tampoco nació solo, que pasamos mucho trabajo sembrándolo y cuidándolo, y que hemos invertido dinero nuestro en él. Pero aún así hay mucha gente que reacciona diciendo que les dejemos en paz y diciéndonos que no sabemos con quién estamos hablando. Cuando una persona se pone agresiva, hay que retirarse y se llama al vigilante.

-¿Hay más infractores gallegos o de fuera de la comunidad?

-Hay de todo, pero sí que hay muchos gallegos. Eso es lo que más me duele, que haya bañistas que se ponen a mariscar sabiendo perfectamente que no se puede. Cuando ves a una persona mirando continuamente para el terreno y levantando la vista para mirar a su alrededor cada poco tiempo, es que sabe perfectamente que lo que está haciendo está mal.

-¿Es más desagradable enfrentarse a un bañista o a un furtivo convencional?

-Para nosotros es muy violento. En esta época, a todo el mundo le gusta ir a la playa y descansar un rato, relajarse. Pero para nosotras es imposible pasar una tarde tranquila en la playa, incluso cuando no estamos vigilando, porque si vemos a alguien cerca nuestra que está mariscando ya no nos queda más remedio que ir allí o llamar al vigilante. También nos resulta más violento porque se repite con mayor frecuencia. Para mí, el furtivismo de bañador es mucho más grave que el furtivismo tradicional, porque al final de año la cantidad de marisco que nos quitan los bañistas es mucho mayor que la que perdemos por culpa de los furtivos.

-¿Se sienten comprendidas por la sociedad o tienen la impresión de que la gente considera que exageran?

-Diría que al cincuenta por ciento. El año pasado recibimos críticas impresionantes en las redes sociales, diciendo que la playa es de todos, que teníamos que demostrar que esa almeja la habíamos sembrado nosotras. Pero también hay muchísima gente que conoce todo el trabajo que hay por detrás de ese marisco, las siembras, las limpiezas, las vigilancias, y que es un trabajo no remunerado.