La calidad en muchos de los productos que se ponen a la venta, sumado al buen tiempo, han provocado una recuperación visible en el mercadillo de antigüedades de la calle Sierra. Ayer domingo gozó de una importante afluencia de público, que se acercó tanto a curiosear como a tiro fijo, puesto que algunos de los vendedores son asiduos y los propios clientes terminan haciéndoles encargos de ciertos artículos de una semana para otra.

Ya queda un poco más lejos aquel mercadillo de los últimos años de la Praza da Verdura, en el que se llegó incluso a vender ropa usada, perdiéndose el espíritu de lo que debe de ser una feria de antigüedades.

Ahora, aunque todavía hay puestos en los que se ofrecen artículos de actualidad, muchos de ellos visiblemente inservibles, lo cierto es que la mayoría son antigüedades que encajan a la perfección con la idea de la feria.

Teléfonos de varias décadas, monedas y billetes del mundo, cuadros, libros, discos de música (e incluso gramófono), joyería, cerámica, loza, objetos de decoración... se exponen en los puestos de la calle Sierra, emplazamiento del mercadillo desde hace más de tres años.

La comodidad para recorrer cada mesa respecto a la Praza da Verdura, antigua ubicación, es obvia. La clientela, tal y como aseguran los vendedores, "aquí se para mucho más". En la céntrica plaza el movimiento era más incómodo por las terrazas de los bares, lo que provocaba que el recorrido se acortase en tiempo.

Valentín Bernárdez asegura que lo malo de la calle Sierra es que es más fría, "la plaza era más acogedora". Lleva muchos años vendiendo en mercadillos de antigüedades, por lo que ahora ya se dedica a ofrecer los artículos que tiene en "stock" y ha dejado de comprar. Ayer domingo vendía, entre otras joyitas, serigrafías de Barreiro y Mercedes Ruibal.

Reconoce que el público que se acerca por este tipo de ferias es "de todo tipo". "Es gente curiosa que busca algo que se salga de lo normal. Hoy, por ejemplo, se han acercado unos jóvenes que buscaban sifones para decorar un local de hostelería", explica.

Chema Varela tiene uno de los puestos más interesantes en cuanto a música y libros. Es raro el cliente que no se para a ojear alguno de ellos. "Todo lo que tengo es de buena calidad. Hace poco me trajeron una librería completa con 6.000 libros, los voy trayendo cada 15 días", asegura.

En su mesa se puede encontrar desde la trilogía de DVD de "El padrino" hasta una colección conmemorativa del bicentenario de Mozart, pasando por las tres novelas de "Los gozos y las sombras", de Torrente Ballester.

Uno de sus clientes habituales es Ramiro Vahamonde. "Esto es un vicio. Vengo todos los domingos y al final siempre compras algo", reconoce.

El mercadillo de antigüedades se abre al público en pleno corazón del casco histórico todos los domingos del mes en horario de mañana.