La elección del sustituto/a de Carlos Valle en la dirección del Museo es cuestión del BNG y de Cesáreo Mosquera, su principal responsable en la Diputación Provincial. Eso han querido dejar muy claro desde el inicio del procedimiento, para desaire del PSOE y Carmela Silva, sus socios de gobierno, que no tienen vela en este entierro, nunca mejor dicho.

El proceso de selección de los futuros responsables del Marco de Vigo y del Museo de Pontevedra, respectivamente, contrasta de manera significativa en cuanto al jurado calificador: un grupo vario de reconocidos expertos en representación de distintos organismos, en el primer caso y en el segundo, solo tres altos funcionarios de la propia institución convocante. Ninguna ley fija o condiciona la composición de ese tribunal juzgador, en contra del argumento barajado por Mosquera para justificar su discutible elección.

Inadecuado y discrecional. Estas son las dos características más perversas, aunque no las únicas, del concurso para ocupar la plaza de director/a del Museo.

Total inadecuación, porque los tres componentes del tribunal (secretario general, jefe de Recursos Humanos y jefe de Cultura y Lengua) son profesionales competentes y capaces en sus ámbitos administrativos. Sin embargo, no son las personas más apropiadas para valorar las exigencias artísticas y museísticas que engloba el concurso en cuestión.

Y absoluta discrecionalidad, porque la referida convocatoria no fija baremo objetivo alguno para puntuar el currículum profesional, los méritos aportados y el proyecto de dirección. Todo queda a su libre criterio.

A estas horas, Daniel de la Sota, Sánchez Cantón y, sobre todo, Alfonso Castelao -tan mentado por el BNG para unas cosas y tan olvidado para otras-, quienes defendieron a capa y espada la independencia de actuación y gestión del Museo con respecto de la Diputación, tienen que estar removiéndose en sus tumbas, ¡ay!, ante semejante dislate.

El Meollo de la cuestión está en saber si después de la supresión del Patronato rector a manos de Rafael Louzán, que marcó el principio del fin, perpetrará Cesáreo Mosquera la liquidación del espíritu fundacional del Museo de Pontevedra con la elección a la carta de un/a director/a, atado de pies y manos, bajo la absoluta dependencia del poder político de la Diputación Provincial, y ante la pasividad generalizada del mundillo cultural gallego.