María Tallón García, oncóloga pediátrica en el hospital Álvaro Cunqueiro y miembro de la directiva de Sociedad Española de Hemato-Oncología pediátrica, asegura que la última década ha sido decisiva para que el Sergas mejorase cualitativamente su atención a los pacientes.

-¿Hay medios suficientes en este servicio?

-Hace 10 años hubiese contestado que no. Ahora hemos avanzado mucho y tratamos de dar cobertura a todo aquello que necesita una familia cuando un niño recibe este diagnóstico. También es cierto que no podemos hacerlo sin la colaboración de las familias, que son las que nos transmiten cuáles son sus necesidades, en el aspecto más humano.

-¿Cuáles son los principales retos a los que se enfrentan en oncología pediátrica?

-Principalmente el control de efectos secundarios a largo plazo, para disminuir el número de secuelas en los supervivientes y la atención a los pacientes en situación de final de vida, tanto desde el punto de vista médico, como social y psicológico. En nuestra Unidad esto viene de la mano del personal del equipo de EAPS-Obra Social la Caixa, que trabajan con la AECC, y de la Unidad de HADO que nos apoyan en determinadas circunstancias en los domicilios.

-¿Cómo reacciona una familia cuando recibe este diagnóstico?

-La vida de las familias cambia por completo, se requieren una serie de cambios en el ámbito familiar y personal bruscos. Los padres se adaptan con el tiempo, no sin problemas. En un primer momento el dolor y la tristeza se apoderan de la situación para dar paso a la adaptación y concentración en el tratamiento, para formar equipo con nosotros y luchar contra la enfermedad. Los niños hacen este recorrido mucho más rápidamente que los padres, tienen una capacidad de adaptación mucho mayor, colaboran y llegan a considerarlo como parte de su vida normal.

-¿La enfermedad paraliza la vida de los niños?

-La misión de los padres y del entorno debe ser garantizar que continúen con parte de sus actividades anteriores, mantener la relación con sus amigos del colegio, mantener unas pautas de estudio y de juego. Esto suele ser lo más conflictivo en las familias, que tienden a sobreproteger a los niños.

-¿Durante cuánto tiempo se prolonga un tratamiento?

-Depende del tipo de cáncer. Puede variar entre los 6 meses y los dos años de tratamiento. Tras la hospitalización, los niños vienen a recibir su tratamiento y pasan en el centro una media de 5 horas cuando vienen a una sesión. En el centro hospitalario cuentan con pedagogos, psicólogos y hasta animadores que se encargar de organizar actividades temáticas en momento puntuales para conseguir un ambiente lo más distendido posible dentro de la dureza de la situación que están viviendo.