Las padres que se acogieron a la posibilidad de reducir su jornada para conciliar la vida laboral con la profesional pierden esta opción cuando sus hijo cumplen los 12 años. En una ciudad con alto porcentaje de funcionarios, esta realidad sitúa a muchos niños de esta edad comiendo solos en sus hogares o esperando hasta las 16.00 horas la llegada de sus progenitores. "Esto ocurre cuando vives en el centro, pero ni todo el mundo reside en la ciudad. Muchas familias tiran de abuelos, pero no todos disponen de esos apoyos", explica la madre de un alumno del IES Valle-Inclán.

La principal dificultad que encuentra la FANPA para dar respuesta a esta demanda es que la Xunta entiende que los comedores de Secundaria "no son competencia suya".