Desde primera hora de la mañana, cortesanos, mesoneras, damas, nobles y guerreros entraban en la ciudad desde diferentes puntos para acercarse al centro históricos y entrar de lleno en la Edad Media.

La sensación general era de calor. Las altas temperaturas marcaron una jornada que discurrió sin incidentes pero que despejó las principales plazas sin sombra durante las horas centrales.

Eso sí, las altas temperaturas no impidieron que cientos de miles de personas volviesen a vivir con fervor una fiesta histórica que ha logrado, como ninguna otra, un enraizamiento social sin discusión. Cada año la Feira Franca se convierte en una romería humana que se emplea a fondo para dar un salto al medievo y conmemorar el privilegio que en el año 1467 otorgó el rey Enrique IV a la villa de Pontevedra, para celebrar un mercado libre de impuestos, que entonces tenía un mes de duración.

Entre los miles de personajes de la representación medieval empiezan a cobrar protagonismo los campesinos, mesoneras, artesanos y gentes del pueblo llano, aunque tampoco faltan los reyes, nobles y arzobispos que predominaban en las primeras ediciones de esta fiesta. Todos ellos comparten espacio con dragones, bufones, reos de la Santa Inquisición y algún esclavo encadenado.

Todos se congregaron en las inmediaciones de la Ferrería para disfrutar de la recreación del transporte del vino, que en esta XIX edición estuvo cargado de simbolismo, espectacularidad y colorido.

Ni el intenso calor que se registraba a mediodía pudo con el interés por disfrutar de un desfile en el que apenas participaron profesionales, dejando que el peso recaiga en los integrantes de las numerosas asociaciones que cada año completan el programa de esta fiesta.

Durante toda la jornada las calles del centro histórico y alrededores fueron un hervidero de gente, que hizo colgar el cartel de completo en todos los espectáculos, actividades, comidas y cenas que se organizaron por toda la ciudad.

También renovó su habitual éxito de público el torneo medieval que se celebra en la plaza de toros y para el que, un año más, se formaron largas colas antes del inicio de los dos pases que realizaron los especialistas de Hípica Celta.

En la plaza de España y la Alameda, carruseles medievales para los niños, trenes de madera, calesas, dragones e incluso una barca vikinga entretuvieron a los más pequeños, así como las exhibiciones de tiro con arco, cetrería, danza medieval y otras artes, que como todo en la Feira Franca tuvieron un "lleno" de público. Al igual que los innumerables puestos de comida que coronaron calles y plazas hasta convertir la fachada de cualquier comercio en una improvisada taberna en la que apagar la sed. Y es que la venta de bebidas, y sobre todo de helados, tuvieron ayer un importante aliado en las altas temperaturas, que forzaron una hidratación obligada para poder continuar el largo periplo, de plaza en plaza, para descubrir cada rincón de una ciudad que cada año se traslada al medievo durante solo 24 horas.