Sufren de artrosis, reúma, escoliosis, lumbalgia... la vida de las mariscadoras está llena de "efectos secundarios", los que se derivan de toda una vida dedicadas al mar. La mayoría de ellas entraron en la profesión a través de sus madres e incluso abuelas. Algunas incluso eran niñas. Eran otros tiempos. Ahora se han convertido en las verdaderas defensoras de un trabajo que consideran "artesano, propio de Galicia". Por eso piden relevo generacional, "pero con cabeciña".

Elena Padín, presidenta de las mariscadoras de Raxó, y su hermana Elvira, comparten profesión. A la primera le quedan todavía 12 años de trabajo por delante, si nada se tuerce, y a la segunda solo 5. En la misma cofradía trabajan María Elena González, con madre y tía mariscadoras, y Paz Martínez, hija y hermana de mariscadoras. Les quedan 5 y 3 años, respectivamente, para retirarse.

Lo raro es encontrar a alguna que no tenga alguna referencia profesional en la familia. Todas ellas reconocen que el trabajo del marisqueo ha cambiado mucho, que "sigue siendo muy duro, pero no es la esclavitud que era antes".

Ahora extraen en una marea al día, mientras que antes era en dos. Las cotas máximas son de 10 kilos diarios, pero todavía recuerdan el peso de aquellos 50 que se podían extraer de berberecho.

"Esta profesión es dura. Con ella no te haces millonaria. Aunque es una ayuda muy grande, de esto solo no se puede vivir", recuerdan.

Al cotizar solo por cuatro horas, pueden dedicar las otras cuatro a otro trabajo, siempre y cuando no esté relacionado con el mar. "Lo bueno que tiene es que te da flexibilidad para poder hacer otra cosa", destacan.

De las 41 mariscadoras que componen la cofradía de Raxó, 10 son hombres. "Entraron muchos en los últimos años", reconocen.

Lo cierto es que en el sector hay muchos matrimonios formados por marineros y mariscadoras, lo que también favorece ese relevo generacional en la profesión.

Desde la infancia

Hijas de mariscadoras también son las presidentas de las cofradías de Lourizán y San Telmo, Carmen Vázquez y Ángela García, respectivamente.

"Llevo toda mi vida en esto. Comencé cuando tenía 8, de aquella todas ayudábamos y aprendíamos así. Al salir de la escuela íbamos acompañando a mi madre. Toda la familia nos dedicamos a esto. Mis hermanos son marineros", confiesa la mariscadora de San Telmo, de 55 años.

Hace más de 20 también se inició en la profesión Carmen Vázquez. "De aquella nadie quería entrar, porque era muy duro. Ahora es distinto, porque estamos aseguradas como autónomas. Fue un trabajo muy duro el conseguir oficializar la profesión", señala.

"Antes no había lonja y veníamos cargadas con los sacos. Si había una marea mala ya no sacabas nada", reconoce.

Insiste en que hay que proteger la profesión. "Llegamos a donde llegamos después de mucha lucha. Ahora todo el mundo quiere entrar, pero trabajar en el medio natural lo que provoca es que haya años buenos y otros que no lo son", apunta. "Es un trabajo artesano, lo más propio de Galicia. Hay que mantenerlo", concluye poniendo en su boca las palabras de todas las mariscadoras.