"Me falla mucho el oído", confiesa, pero es apenas un achaque para sus cien años de vida. Fernando Molina Rodríguez, director durante décadas del Centro Forestal de Lourizán hasta su jubilación en 1985, es desde ayer centenario y muestra una mente muy lúcida y una salud envidiable. Lo demostró ayer en la recepción con la que fue homenajeado por el Concello. Suele ser habitual que el alcalde, Miguel Fernández Lores, acuda a visitar a cada pontevedrés que llega a los cien años, pero es muy poco frecuente que sea al homenajeado el que acuda a las oficinas municipales.

Y Fernando Molina lo hizo por su propio pie, solo ayudado por un bastón, y acompañado de su esposa y su hijo. Fue obsequiado con un ramo de flores y una insignia municipal y conversó animadamente con Lores y saludó a muchos de los presentes.

Aunque nacido en Pravia (Asturias) lleva setenta años en Pontevedra, una ciudad en la que disfruta sobre todo "del clima", hasta el punto de que podría convertirse en un punto de encuentro "para gente mayor de todas partes".

Su desembarco a orillas del Lérez fue en 1947, cuando tenía 29 años. Tal como explicaba en FARO en una entrevista en junio de 2013, lo hizo como funcionario del Instituto de Investigaciones Forestales y por propia voluntad, al solicitar el destino en el centro de Lourizán, creado apenas unos años antes. Poco después, en 1953, fue elegido como director de esa entidad, cargo que ocupó durante más de treinta años, hasta 1985. En su etapa se creó la Escuela de Capataces, un hito en una estrecha vinculación con el monte y el mundo forestal, una pasión que no se apagó todavía. "Se pasa el día metido en su despacho (en su domicilio), haciendo cuentas, leyendo y escribiendo", describe su esposa Margarita para poner de manifiesto que tener cien años no es óbice para mantener una vida activa. Él la corrige en parte: "Me gusta más reflexionar que escribir", pero confiesa que trabaja en la actualidad en un artículo sobre el sector forestal en Galicia. Lo hace "con prudencia, porque es un tema conflictivo", admite, con las divergencias en cuanto a las plantaciones de eucalipto, la actividad de la celulosa, los incendios forestales y otras vertientes del asunto".

Muy hablador y con una notable memoria, Fernando Molina, recordaba ayer sus primeros pasos en el Centro Forestal de Lourizán, a donde llegó "sin ninguna raíz en Pontevedra", pero de donde es su esposa y sus hijos y donde coincidió con compañeros en su misma situación. "Era un equipo flotante, de todas las partes de España, y muy divertido". Se declara "contento" con su vida por "disfrutar durante setenta años" de su pasión, que no ha olvidado ni dejado atrás 33 años después de su jubilación. De hecho, tras abandonar la vida laboral, llegó a fundar y presidir la Asociación Forestal de Galicia.