José María Fernández lleva tres años como docente especializado en incendios forestales en la Escuela Universitaria de Ingeniería Técnica Forestal de Pontevedra

-Más que nunca, impartir esta materia se hace muy necesario...

-Más allá de la cuestión académica, la justificación práctica es que vivimos en un área con un clima de tipo atlántico donde los incendios son una de las mayores perturbaciones que puede afectar a un bosque. De lo que se trata es de dar un enfoque amplio.

-¿Están los montes de la comarca preparados para afrontar la temporada de incendios?

-Algo importante para tener en cuenta es que, independientemente, de que estemos preparados o no, el hecho de que tengamos fuego depende de que siempre haya alguien dispuesto a encenderlo. Bastante más del 90 por ciento de los incendios que vemos son responsabilidad de alguien, por un error o negligencia o porque quiere intencionadamente encender eses fuego. Además, los montes gallegos, por sus características ecológicas, tienden a acumular mucha biomasa, mucha vegetación, combustible. Esto hace que, a pesar de que se dediquen muchos esfuerzos a la prevención, no me atrevo a decir si suficientes o no, siempre haya determinadas zonas con una carga de combustible disponible para un incendio. Por último, nos estamos enfrentando a una primavera bastante atípica: muy seca. No es habitual esta falta de lluvia a estas alturas del año. En Galicia, en marzo solemos tener un pequeño repunte de incendios que se hacen aprovechando esos días secos de invierno, pero las primaveras tienen bastante lluvia y la vegetación tienen una humedad alta, algo que no está pasando ahora. Estos días dan la oportunidad a la gente para prender fuego.

-¿Cuáles son las especies que más ponen en riesgo los montes?

-Nosotros no culparíamos directamente a una especie. Yo vi zonas con especies muy distintas. Llegado el momento, todas son muy combustibles. Quizá se trata de hablar más de estructuras de combustible que de especies. Si tú tienes un monte con una continuidad muy alta, una carga de material vegetal también alta, en el que no se hacen actividades de silvicultura para prevención, va a ser más vulnerable. El impacto va a ser más alto. Ahora mismo la combustibilidad no debería ser muy alta, pero va a aumentar a medida que pase el verano. Muchos de los incendios que estamos viendo estos días serán en superficies rasas, de matorral.

-¿Cuánto tarda en recuperarse un área quemada?

-Depende del tipo de formación vegetal y del ecosistema que reciba a ese fuego. Hay dos variables: la intensidad del fuego al pasar y su impacto y la adaptabilidad de ese ecosistema al fuego. Para los que están adaptados, el fuego es un elemento más y la recuperación es rápida. En las fragas, por ejemplo, no acostumbradas a recibir fuego, el impacto puede ser tan grande que es posible que no se lleguen a recuperar. Los ecosistemas tienen hasta cierto punto una capacidad de recibir un fuego. El problema es cuando nosotros quemamos una zona repetidamente un año tras otro. Dar cifras es muy difícil. La vegetación se recupera antes. En un año, los matorrales; en unos 30 o 50 años, una masa arbórea parecida a la que teníamos. El problema es el proceso de regeneración de un suelo, que es de miles de años.

-¿El fuego tiene algún aspecto positivo?

-En cierto modo forma parte de los ecosistemas. Algunas de las características que vemos en los montes están asociadas al monte. Los fuegos de alta intensidad favorecen la aparición de especies que habían desaparecido. El problema es la combinación de esa función "ecológica" con una social y económica.

-¿Están los propietarios concienciados con la prevención?

-Los que tienen una preocupación real y están implicadas son las comunidades de montes, pero por cuestiones económicas no pueden hacer todo lo que les gustaría. El problema es que la vegetación crece muy rápido. La otra cara de la moneda son los propietarios que se desvincularon del monte o zonas abandonadas sin ningún tipo de gestión, sin valor para la gente que está cerca de ellas.