Un silencio sepulcral dejaba entrever la enorme pena que habitaba en el ambiente del entorno del Monasteiro de San Xoán en la tarde de ayer. Cientos de personas quisieron dar el último adiós a los tres marineros de Campelo: Francisco Castiñeira, Jesús Ligero y Florentino Carballa, que perdieron la vida en el naufragio de la madrugada del pasado miércoles a poco menos de un kilómetro de la costa de Combarro.

Eran las 17:30 horas y pese a que muchos se quejaban de que apenas había podido correr la voz sobre los cambios de última hora en los funerales, que pasaron de ser separados a oficiarse conjuntamente, el camino entre el tanatorio y la puerta del monasteiro estaba abarrotado de gente. Destacaban las caras apesadumbradas, los ojos vidriosos y el dolor.

El coche fúnebre del patrón mayor del "Nuevo Marcos", F. Castiñeira fue el primero en llegar. Lo hacía desde el tanatorio Virgen del Camino de Pontevedra, donde descansó su cuerpo ante el aforo completo del de Poio. Justo a las 18 horas arrancaron los tres vehículos fúnebres para recorrer la escasa distancia que los separaba de la iglesia. En los márgenes del camino, los vecinos miraban desolados, todavía sin creérselo. Detrás, siguiéndolos a paso lento, unas familias rotas del dolor después de unas muertes que a día de hoy todavía siguen sin poder asimilar por inesperadas.

Destacaban entre la multitud los dos supervivientes del naufragio. Adrián Ligero y Carlos Carballa, todavía incapaces de entender lo sucedido y la trágica desaparición de sus progenitores. Precisamente fueron ellos los primeros en cargar al hombro los féretros de sus padres camino a la iglesia, mientras Iago Tomé, patrón mayor de Raxó, hacía lo mismo con el de su amigo de la infancia, Paco.

La conselleira do Mar, Rosa Quintana, junto a otras personalidades como el presidente del PP local, Alfonso Rueda, representantes políticos de Poio como el alcalde, Luciano Sobral o los patrones de las cofradías de la ría estuvieron presentes en un templo que se quedó pequeño para acoger a tanta gente.

El arzobispo de Santiago, Julián Barrio, encargado de la oficializar la homilía, comenzó recalcando el "enorme dolor" que sentía y que le hacía preferir mantenerse "callado" como respeto a las víctimas. Barrio apeló a la Virgen del Carmen, patrona de los marineros, alegando por la "dignidad" del trabajo marítimo, mientras que pidió esperanzado que se destinen "más medios" a la seguridad los barcos.

Seres entrañables

Julián Barrio se refirió a las víctimas mortales de este accidente marítimo como "seres entrañables" que formaban parte de la "convivencia" y la "cercanía" de los habitantes de esta localidad, a los que ha tratado de transmitir "consuelo" en estos momentos de "dolor"

Tras una misa de unos 40 minutos en la que algunos familiares no pudieron aguantar el dolor, los allegados recogieron de nuevo los cuerpos de los fallecidos para encaminarse al cementerio. Ellos fueron los encargados de abrir una procesión de centenares de personas que acompañó a las tres familias al camposanto para darles el último adiós a Francisco Castiñeira, Jesús Ligero y Carlos Carballa, tres vecinos de Campelo que serán recordados para siempre en el municipio.