En la Asociación Juan XXIII prefieren llamar "clientes" a sus usuarios. "Porque deben contar sus necesidades y deseos y tienen derecho a que se les tenga en cuenta", explica Nuria Luque, gerente y directora de los centros ocupacionales y de día de Pontevedra.

Y es precisamente esta filosofía la que fomenta también que uno de los objetivos de los centros de formación ocupacional sea el del trabajo como una forma de terapia. Así, en los talleres, en los que participan unas 80 personas, se ofrecen productos y servicios de calidad en manipulación, jardinería, carpintería, automoción, encuadernación y artesanía. También en la fabricación de fregonas, una de las opciones que más visibilidad tiene en el mercado.

Martín tiene 31 años y muchas ganas de contar lo que hace en el taller de fabricación de fregonas de la Asociación Juan XXIII. El equipo produce cada 15 días unas 800 fregonas realizadas con algodón cien por cien. El proceso es sencillo, pero una forma de demostrar a la sociedad que las personas con algún tipo de capacidad diferente son constantes en su trabajo y están dispuestas a darlo todo cuando de responsabilidades laborales se trata. En esta iniciativa cuentan con la colaboración de los supermercados Froiz, los únicos en los que estas fregonas están a la venta.

"Este, igual que otros trabajos, les reporta un dinero, del cual una parte va destinada a una gratificación simbólica de los usuarios", asegura la gerente de los centros ocupacionales de Pontevedra. "Ellos mismos quieren que trabajemos para fuera porque así sienten que su trabajo es reconocido", añade.

Provisión de piezas

A poco metros se encuentra el espacio conocido como "Taller de manipulados". En su interior un grupo numeroso de personas trabajan en colaboración con las empresas Bandalux-Celtic Estores, la conservera Antonio Pérez Lafuente y la empresa proveedora de piezas de automoción MGI Coutier.

Andrés explica que "es un trabajo en equipo" consistente, en el caso de Bandalux, en la organización de pequeñas cajas de cartón en las que se distribuyen bolsitas de plástico con cuatro clavos, cuatro tornillos y otros tantos tacos, necesarios para el montaje de estores.

En el caso de la conservera, los usuarios de la asociación montan cajas con cuatro tarros de patés del mar, mientras que en el de MGI Coutier comprueban la correcta fabricación de la carcasa interna de la apertura de la puerta de los coches, "que tiene que encajar" en un dispositivo de metal.

"Les preguntamos sus preferencias, pero como muchas veces coinciden, les decimos que prueben varios talleres para ver sus habilidades", cuenta Cayetana Cobián, psicóloga del centro de adultos.

Es el caso de Mari Carmen, de 56 años, que se afana arreglando un diccionario y que confiesa que le encanta la restauración.

El trabajo de los usuarios de la Asociación Juan XXIII, además de salir al mercado laboral, es conocido por estudiantes de centros educativos ordinarios de la comarca que realizan visitas concertadas a las instalaciones de la calle Eduardo Blanco Amor.

"El objetivo es la ocupación y el desarrollo personal y social", recalca Nuria Luque.