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El artista que fue alcalde por accidente

La familia de José Otero Baena homenajea al exregidor de Bueu, de 90 años de edad

José Otero, ante uno de sus cuadros en su casa de Bueu. // S. Álvarez

Lúcido y activo como pocos a sus 90 años, el rostro de José Otero Baena se ilumina cuando habla de pintura, la que ha sido la gran pasión de toda su vida. "Ya había algo royéndome desde que era un embrión. Lo llevaba dentro. Iba a ver exposiciones desde muy joven. Yo quería pintar", señala. A los 12 años se fue a Vigo para comprar sus primeras pinturas con unos ahorros que tenía, "y tanta ansia tenía que ya no esperé a llegar a casa. Las abrí en el barco y ya las probé en una cartulina".

Su talento fue reconocido por la Diputación, que lo becó en 1952 para que estudiase en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando, pero su aventura no llegó a fructificar. Y es que por entonces había empezado a trabajar en la caja de ahorros y había dejado en su puesto a un familiar, pero la dirección de la caja no lo admitió y le exigió volver si no quería perder la plaza. A los pocos días estaba de regreso en Bueu, pero con idéntica determinación artística. Siguió formándose de modo autodidacta, acudiendo a todo tipo de exposiciones y devorando libros de pintura, todo para forjar un estilo y una técnica propios, en el que los pinceles no existen, ya que pinta con espátula. "Si yo hubiera estudiado en Madrid a lo mejor ahora pintaría como todos. Para mí fue muy bueno volverme", señala. Así lo expresan sus cuadros, con la luminosidad y peculiar textura que le confiere su técnica. "Yo buscaba la luz, un efecto de colores fuertes. Empecé a usar la espátula, me he ido perfeccionando y la domino", subraya.

Pero Otero Baena también es conocido en Bueu por su etapa en el concello, en donde estuvo cuatro años como concejal y otros ocho de alcalde, en la última etapa del franquismo. Su aterrizaje en la política no fue, ni mucho menos, vocacional. "Entré como concejal por un amigo con el que hacía pesca submarina. Llamó a José María Massó el [el alcalde entonces] y me propuso. Allí teníamos entre tres y cinco reuniones al mes, pero sin cobrar un pataco", relata. Pero lo mejor estaba por llegar. "Un día me llamaron del Gobierno civil para decirme que tenía que ser alcalde. Yo les decía que de ninguna manera y ellos que tenía que ser así", afirma. La discusión se zanjó al día siguiente de la forma más inesperada. Los periódicos de la época recogían cambios en varias alcaldías, y una de ellas era la de Bueu, dando el nombre de José Otero Baena. "El teléfono empezó a sonar y toda la gente a felicitarme, porque yo no sabía que ya había salido en el periódico", dice.

El pintor buenense en una imagen de archivo en la década de los 90. FDV

Lo primero que hizo fue hablar con José María Massó para explicarle que él no había tenido nada que ver con el nombramiento. "Él me dijo que no me preocupara. Me comentó que le habían dado una patada en el culo", señala. "Yo ya tenía entonces 10 hijos y no quería tener 13.000", manifiesta con sorna. Eran otros tiempos. Otero Baena combinaba su trabajo con la dedicación política. Acababa en la caja de ahorros a las tres de la tarde "pero al llegar a casa siempre tenía a gente esperando abajo para hablar con él", recuerda su hija Marta. A la memoria del exregidor le vienen actuaciones como la de la carretera a la zona alta de Cela lograda gracias a las cesiones de los vecinos. "Queríamos tener un vial decente para que pudiese subir hasta allí una ambulancia si era necesario. Nos reunimos con los vecinos y todos cedieron. El Ayuntamiento no tenía dinero para pavimentar, pero lo gestionamos con la Diputación y ellos nos la hicieron al momento", afirma.

Eso sí, no le duelen prendas en reconocer que "estaba deseando dejarlo. Yo quería tener una vida tranquila como tenía antes, y a mí no me gustaba la política". Le preguntaron si se iba a presentar y lo rechazó de plano. Tanta prisa tenía por salir del cargo que ni siquiera asistió al pleno de investidura del siguiente regidor. "De aquella el gobierno dio orden de que el alcalde saliente no tenía que estar presente en la toma de posesión, así que yo esperé a darle el libro de caja a la nueva corporación y me fui", afirma. Su época poco tenía que ver con ésta. "Ahora se hacen obras bastante buenas, pero entonces no había presupuesto", recalca.

Son solo recuerdos, porque su vida sigue siendo la de los lienzos y su pasión la de pintar, aunque lo haga bastante menos de lo que a él le gustaría. "Mi ansia es la de estar delante del caballete pero no tengo ese tiempo de tranquilidad que necesito", señala.

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