"Desconfíe de una tecnología si frente a ella su única libertad es apagarla". Fue uno de los consejos de Santiago Alba Rico en el arranque de la SGF, en el que analizó el papel de las nuevas tecnologías como elementos de opresión.

-Le transmito el título de su último libro: ¿Podemos seguir siendo de izquierdas?

-Debemos, pero la pregunta no es tanto si podemos o debemos como si debemos seguir llamándonos de izquierdas... No es necesario cambiar los significantes, hay que tener en cuenta que la división izquierda-derecha tiene apenas dos siglos, empieza el 11 de septiembre de 1789, cuando en la Asamblea Nacional francesa unos se sientan a la derecha del representante del rey y otros a la izquierda. Lo importante es defender ciertos valores, principios y objetivos. Y esos seguirán siendo de izquierdas aunque los llamemos de otra manera.

-¿Hay que cambiar de discurso?

-De lo que se trata ahora es de acercarse a las mayorías sociales y para ello quizás hay que cambiar de discurso, cambiar el significante del discurso para defender mejor los principios, porque a veces en nombre de la izquierda se han violado los principios de la izquierda o se han hecho políticas completamente contrarias a ella. Creo que la izquierda en estos momentos debe pensar en nuevos mandamientos laicos.

-¿Con qué deben tener que ver esos mandamientos laicos?

-Con el hecho de no robar, no matar, no mentir, buscar la igualdad, la fraternidad, la justicia social, cosas que en su conjunto las podemos llamar como queremos pero las tenemos que defender a sabiendas de que eso nos va a enfrentar con ese 5% de la población que quiere exactamente lo contrario. ¿Podemos seguir siendo de izquierdas? Si es defender la sanidad, educación, laicismo e igualdad de los pueblos, sí.

-Fue guionista de un programa infantil de culto que hoy nos parece imposible, incluso filosófico. ¿Es necesaria, o posible, una filosofía para niños?

-Es una pregunta o muy complicada o muy sencilla, he tenido dos niños y puedo valorar a través de mi experiencia con ellos, que ha sido de alguna manera salvaje, muy expuesta y experimental a partir de tener el privilegio de tener mucho tiempo para tratarles. Y creo, lo primero, que a los niños conviene tratarlos como adultos desde muy pronto en términos intelectuales, en términos físicos conviene tratarlos como niños mucho tiempo: acariciarlos, tocarlos y besarlos.

-¿Nos excedemos con la protección?

-Es difícil a veces no incurrir en la sobreprotección. Otro riesgo es el que determina el ritmo enloquecido del capitalismo y que supone no tener tiempo para dedicarles, creo que lo fundamental es tener tiempo para ellos, y valorizar sus cuerpos a través de los cuidados y el cariño.

-Ha hablado en la SGF de las nuevas tecnologías en un momento en que está sobre la mesa el derecho a desconectar. ¿Qué le parece que ya no se plantee la jornada laboral en términos de horas de trabajo sino de horas de descanso?

-Forma parte de la lógica de un sistema que explota por igual el trabajo y el ocio. Cada vez es más difícil distinguir entre el trabajo y el ocio ya no solo por el nuevo modelo de autoempleo, de trabajos precarios, patrones que vigilan y están constantemente en contacto e impiden que uno se relaje fuera del trabajo, sino también porque los tiempo del ocio han sido completamente fagocitados por intereses comerciales, hasta el punto de que puede hablarse de una proletarización del ocio. Cada vez hay menos diferencia entre el tiempo del ocio y el que dedicamos al trabajo.