El meollo de la cuestión está en valorar si Cesáreo Mosquera confunde el culo con las témporas, con perdón, cuando dice que detrás de la sentencia judicial contra las señales de tráfico en gallego que están por toda la ciudad existe un contubernio judeo-masónico de carácter ideológico. No parece que Mosquera haya tenido su mejor día cuando valoró de forma airada ese revés judicial contra el Ayuntamiento; pero quizá sí haya dejado ver su cara más auténtica. Que un cargo público tan experimentado mantenga que las leyes están para saltárselas cuando no le convengan a sus intereses partidistas, produce cuando menos sonrojo y perplejidad, por no decir otra cosa mucho peor. Ni Mosquera ni el gobierno municipal pueden sacar pecho cuando una sentencia le da la razón y rasgarse las vestiduras cuando otra sentencia se la quita.