"Es el centenario del nacimiento de mi padre y me pidieron que escribiese un artículo para este monográfico", explica José de la Sota a propósito de su intervención, ayer, en la presentación del nuevo número de la revista Galegos, "y lo que he hecho es una semblanza de mi padre vista desde la cotidianidad de su vida, porque en el caso de mi padre vida y obra fueron parejas, no fue como otras personas que tienen su trabajo y después su vida, en el caso de mi padre todo estaba mezclado, por eso he querido dar la visión desde la familia".

-¿Cómo era Daniel de la Sota en su vida cotidiana?

-Cada uno de los que lo conocimos tiene su visión, yo lo que intento transmitir en el artículo es que su vida cotidiana, familiar, y su vida profesional estaban todas entremezcladas, el se tomó la vida con una absoluta libertad, haciendo solo aquello en lo que creía y que quería hacerlo. Y eso, que en el mundo de las artes es normal, mi padre tuvo la inteligencia de traspasarlo también a la vida familiar y además de hacerlo con una enorme normalidad, lo que supuso generar un ambiente familiar muy distinto al que uno podía ver en compañeros de colegio y en otros amigos.

-Fue libre en todos los campos de su vida

-Exactamente, mi padre fue libre en su vida, en la arquitectura y en su familia. Y además muy normal, es un matiz importante (risas) en el sentido de que hizo su vida con muchísima naturalidad, sin grandes bohemias ni grandes aventuras con nada, sino que efectivamente fue profundamente libre y generando un ambiente de felicidad y de bienestar alrededor, esa fue la gran inteligencia que tuvo: hacer lo que realmente quería hacer y que todos participásemos de ese querer hacer.

-¿Se sentía ligado a Pontevedra?

-Aunque de joven vivió en Madrid fue siempre muy pontevedrés, además en muchos sentidos, en primer lugar porque el mundo cultural de Pontevedra de comienzos del siglo XX fue excepcional, con figuras como por ejemplo Castelao, y eso marcó en el una estética, pero también una ética y un modo de actuar y de estar en el mundo. Fue un pontevedrés pero sin los arquetipos del regionalismo, pontevedrés de ADN más de que de formas provincianas. Y después está el hecho de que el casco antiguo, con esas formas, esos soportales bajos y esas ventanas pequeñas fue algo que mantuvo toda su vida, al igual que concedía mucha importancia a la piedra, siempre decía que había crecido oyendo el repicar de los canteros haciendo elementos de piedra, eso lo marcó mucho.

-Afirma que también era muy gallego en su modo de relacionarse con el mundo...

-Si, a mayores está eso, que el era muy gallego en las relaciones con el mundo, no solía decir directamente sus intenciones y al final conseguía sus objetivos, eludía si le era posible el enfrentamiento directo pero a la vez no dejaba nunca de perseguir lo que él consideraba correcto, no se si eso es una característica de los gallegos (sonríe) pero en casa así nos lo parecía, al igual que su sentido del humor, extremadamente gallego, sutil y al mismo tiempo demoledor. Creo que si, que mi padre fue muy gallego.