Un cajón que custodia el tesoro de los Mareantes
En un arcón casi desconocido que se abre con dos llaves están depositadas varias de las piezas litúrgicas adquiridas por el gremio durante siglos

El presidente del Gremio con la llave que abre el arcón (arriba). // C.M.
SUSANA REGUEIRA - PONTEVEDRA
Se recuerda el tesoro, pero no al atesorador; muy otra es la gloria de la virtud de los mortales que la de sus tesoros. En la misma época en la que Leonardo Da Vinci se hacía esta reflexión, un atesorador anónimo reunía los fondos de los Mareantes de Pontevedra para construir un templo que simbolizase la fe (y el poder) de los gremios marineros de la ciudad: entrado el siglo XVI y bajo la dirección del maestro Juan de Cuetos, se inicia la construcción de la actual basílica sobre los cimientos de una iglesia anterior, si bien la fachada o el cierre de las bóvedas tendrían que esperar décadas hasta su conclusión, retrasada por acontecimientos como la crisis en la pesca de la sardina.
En paralelo, el Gremio se ocupaba de lo que los Mareantes continúan llamando "las alhajas": la compra de cálices, candelabros, baldaquinos, incensarios y en general todo tipo de útiles para la liturgia, un tesoro de plata y oro que se conserva actualmente repartido entre el Museo Provincial, la sede de la organización gremial y la basílica de Santa María.
Ésta cuenta con un arcón muy poco conocido y que apenas se ha abierto en las últimas décadas. Es un baúl muy especial (el único que sobrevive de los dos originales en los que se custodiaban las piezas) situado en el dintel que da acceso a la sacristía y concebido para guardar el tesoro de los Mareantes.
José Luis Arellano Guiance, presidente del Gremio de Mareantes, explica que "en muy contadas ocasiones se abre ese baúl, que de hecho es muy poco conocido". A fin de garantizar la seguridad de los tesoros, se estableció que contaría con dos llaves (una en poder del presidente del gremio y la segunda del párroco de Santa María) y para abrirlo es necesario que ambas se introduzcan simultáneamente en los cerrojos.
"Hay que abrirlo a un tiempo con las dos llaves, pero se hace muy pocas veces, de hecho antes determinados cálices se usaban en días especiales, por ejemplo en festividades determinadas, pero en la actualidad ya casi nunca se abre", indica José Luis Arellano.
Durante siglos existió la figura del "fabriquero mayor", un integrante del gremio que se encargaba de la custodia de las alhajas. "En un momento histórico y por razones que desconocemos y que nos gustaría que los investigadores determinasen con exactitud esa figura desapareció y sus funciones pasaron al presidente", señala a este respecto José Luis Arellano.
En el Museo se guarda la insignia principal del gremio, el Teucro de Plata, así como el Santísimo y el cetro de San Miguel. También la Nave de San Telmo, otro de los objetos de culto clave en la historia de los Mareantes.
Por su parte, en la sede del gremio está el escudo de San Miguel, la espada, la balanza y la vela de San Telmo (ya que la imagen gremial porta en una mano una nave y en la otra esta vela). Se trata de cetros e imágenes que los fieles contemplan cada año en la tradicional procesión del Corpus.
Menos conocidos son los cálices, incensarios, coronas, candelabros, lámparas etc que custodia la parroquia de Santa María. "En general", explica el principal responsable de los Mareantes, "son piezas realizadas a partir del año 1400, de 1500 y en adelante, también hay algunas que datan de alrededor de 1800. Algunas pueden contemplarse con solo acudir a la basílica, por ejemplo la lámpara principal que antes estaba frente al altar mayor o la gran Cruz Parroquial que siempre se exhibe en ese altar... Todos estos objetos de culto fueron adquiridos en su día por el Gremio para adornar la basílica y en general para dotarla de medios para la liturgia".
También figura en el tesoro el baldaquino de plata que sale en la procesión del Corpus o la gran custodia del Santísimo. Buena parte de estas piezas no se guardan en el arcón sino que "están repartidas por el interior del templo, por ejemplo en la sacristía, aunque deberían de estar en el baúl", indica el Gremio.
El valor de todo el conjunto de piezas litúrgicas atesorado a lo largo de los siglos por el Gremio de Mareantes es sencillamente incalculable. "Nadie se atrevería a dar una cifra", reconoce José Luis Arellano, "es cierto que tiene un enorme valor material pero para nosotros es sobre todo simbólico, emocional, representa el esfuerzo centenario de los Mareantes".
Solo en una ocasión los integrantes del Gremio tuvieron oportunidad de cuantificar una parte de su tesoro. Fue hace una década coincidiendo con una exposición en la que se exhibió el cetro de San Miguel.
La muestra tuvo lugar en Vigo y la aseguradora tasó en cerca de 200.000 euros (más de 30 millones de las antiguas pesetas) la pieza.
"Fue la única vez en la que pudimos comprobar cuanto costaría en el mercado uno solo de los cetros, pero realmente no es algo que nos preocupe sino que de lo que nos enorgullecemos es de su valor simbólico y también histórico", concluye el presidente del Gremio.
Ni él ni los investigadores conocen los nombres de los atesoradores que durante décadas recaudaron los fondos, adquirieron o encargaron las piezas litúrgicas, prueba, como se temía Leonardo, de que mucha es la gloria de los tesoros y poca la de los mortales que los reunieron.
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