La rúa da Galera o Barral indica el lugar donde se situaba la vieja cárcel arzobispal. Se trataría de una torre, que en su parte baja servía de puerta a la muralla. Esta denominación era frecuente en otras poblaciones como A Coruña o Valladolid. En Pontevedra esta edificación había caído en desuso y fue ocupada por el peso de la harina, situada en la rúa dos Caos (actual Zapatería o Charino), por carecer dicha rúa de amplitud suficiente para el paso de los carros. Su nueva ubicación será la Cárcel Vieja, que el concejo arrienda con la obligación de restaurar el inmueble.

La publicación de tres dibujos pontevedreses de finales del siglo XVI por Sebastián González García-Paz sitúa con exactitud el lugar donde se piensa levantar el nuevo presidio, a la entrada del puente. Hasta finales del siglo XVII no volvemos a tener noticias de consideración sobre este edificio; en 1697 los maestres de cantería Antonio de Monteagudo y Alonso García de Figueroa emiten su juicio sobre este edificio, levantado sobre el primer pilar del puente y arruinado, poniendo en peligro la estabilidad del conjunto, por lo que debía ser demolido. Muy posiblemente, la cárcel fue derribada y levantada una nueva, tal vez por Pedro Monteagudo, que por estas fechas se hallaba entretenido levantando la casa del conde de Maceda, actual Parador.

Una nueva época se abre con la invasión inglesa de 1719, que ocasiona la destrucción de otros edificios públicos de la villa, como la Maestranza. La nueva cárcel se plantea en 1750. De esta nueva etapa poseemos el contrato de construcción de la nueva prisión, formalizada en 1750, entre el regimiento, el apoderado arzobispal y el maestre de obras Pedro Antonio Ferreira, documento localizado en los fondos del Archivo Histórico Provincial por Antonio Gil Alcántara.

Los planos que se adjuntan en el pliego de condiciones presentan un edificio presidido por una torre de dos pisos: el inferior ocupado por un arco que servía de puerta a la muralla; en la parte superior, la capilla. En el suelo, un registro para que los presos puedan atender a la misa sin moverse de su calabozo. A los lados de una ventana central, los escudos de la villa y del arzobispo. Un cuerpo anexo hace la función de cárcel de la ciudad.

El maestre Pedro Antonio Ferreira da cuenta al concejo, en noviembre de 1753, de haber acabado la obra y solicitar su reconocimiento. Poco después el maestre Ferreira expone el excesivo gasto que han tenido las obras, básicamente por las llevadas a cabo en el astillero de Ferrol.

La obra de Ferreira tampoco estaba destinada a perpetuarse. Posiblemente el Camino Real desde Compostela a Pontesampaio, emprendido por el arzobispo Malvar, que altera totalmente el puente del Burgo, afecte a la cárcel. También en su ruina habrá participado la francesada, al parapetarse los invasores de los campesinos en Cotobade. Lo cierto es que, superada la contienda, en 1826, el juez del partido judicial ratifica su mal estado. La cancelación del régimen señorial en las Cortes de Cádiz traspasó el régimen penitenciario a la justicia estatal. En este ambiente se aprobó por la Real Academia de San Fernando un proyecto presentado por Melchor de Prado, en 1816, que no fue llevado a cabo.

A partir de 1851 se suceden las noticias sobre la construcción de un nuevo edificio. La Gaceta de 15 de abril de 1852 inserta el pliego de condiciones para la subasta de la nueva obra.

La obra sería costeada por los ayuntamientos del partido judicial de Pontevedra (integrado por Bueu, Salcedo, Cangas, Alba, Marín, Meira, Mourente, Poio, Vilaboa y Xeve) y por la Diputación Provincial.

El nuevo edificio se levantará en el Campo de San José, donde actualmente se localiza la Audiencia Provincial. Tampoco este edificio llegó hasta nuestros días, pues fue derribado en fecha que no podemos precisar, y trasladado a A Seca y, ya en la actualidad, al concello de A Lama.

A Antonio Gil Alcántara.